Las prisiones de países industrializados alojan más enfermos mentales que los hospitales psiquiátricos, y es dudoso que los traten adecuadadamente, advirtió un estudio de la revista médica británica The Lancet.
Uno de cada siete reclusos y reclusas, más de un millón de personas en 12 países industrializados, padecen psicosis o depresión profunda que pueden conducir al suicidio, mientras uno de cada dos hombres y una de cada cinco mujeres sufren desórdenes de personalidad, según el estudio.
La población carcelaria mundial es de nueve millones de personas, pero se ignora cuántas de ella desarrollaron patologías psiquiátricas graves, como psicosis, depresión profunda y desórdenes de personalidad graves.
Los autores de la investigación analizaron los antecedentes de 23.000 reclusos y reclusas de Australia, Canadá, Dinamarca, España, Estados Unidos, Finlandia, Gran Bretaña, Holanda, Irlanda, Noruega, Nueva Zelanda y Suecia, abarcando un periodo de tres décadas.
La población carcelaria estudiada resultó «varias veces más proclive a la psicosis y la depresión, y casi 10 veces más predispuesta a la personalidad antisocial que la población general», afirmaron la psiquiatra Seena Fazel, de la Universidad de Oxford, y el médico John Danesh, de la Universidad de Cambridge, Gran Bretaña.
Esto significa que en Estados Unidos, con dos millones de personas presas, un par de cientos de miles podrían estar gravemente enfermas, duplicando el número de pacientes de todos los centros psiquiátricos estadounidenses.
«Dados los limitados recursos de la mayoría de las prisiones, parece dudoso que aquellos que están enfermos reciban la atención apropiada», estimaron Fazel y Danesh.
Este escenario ya aparecía un informe del Departamento de Justicia de Estados Unidos del año pasado. Había entonces 280.000 reclusos de prisiones estatales con enfermedades mentales graves, más de cuatro veces la población internada en hospitales mentales estatales.
Casi un tercio de las cárceles estatales no controlan la existencia o aparición de patologías psiquiátricas de los reclusos, afirmaba el reporte.
Sin embargo, 80 por ciento de los presos enfermos reciben algún tipo de tratamiento, como medicación, según el Departamento de Justicia. Esto deja a un quinto de la población afectada librada a la enfermedad en un entorno hostil y represivo, puntualizaron los expertos.
«Estoy horrorizado por la violencia que prevalece en prisiones y cárceles, (que son ahora) los más grandes asilos mentales de Estados Unidos», dijo el psiquiatra Terry Kupers, autor del libro «Prison Madness» (Locura en la prisión), donde describe el tratamiento dado a los reclusos enfermos.
En las celdas de aislamiento, «me golpeó la visión de grados de psicosis —presos gritando obscenidades, infligiéndose cortes y cubiertos de excrementos— que no había visto en 25 años de práctica clínica», sostuvo Kupers.
Presos y presas enfermas de las prisiones de máxima seguridad que minimizan el contacto humano al punto de privar de la capacidad sensorial, suelen profundizar su patología, afirman los críticos del sistema carcelario.
«Los establecimientos de máxima seguridad se están convirtiendo en el equivalente tecnológico de los nidos de serpientes del siglo XIX», sostuvo el periodista Sasha Abramsky en un artículo publicado el 11 de este mes por la revista estadounidense American Prospect.
Abramsky describió situaciones de automutilación extrema de presos perturbados, como arrancarse los ojos, y sádicos castigos propinados por los guardias que más de una vez terminan en la muerte de reclusos.
Pelican Bay, en el oriental estado de California, una de las primeras prisiones de máxima seguridad construidas en Estados Unidos, sigue siendo una de las más notorias por sus prácticas.
Las celdas individuales de 2,3 por 3,3 metros están dispuestas de modo que los 1.200 reclusos no puedan verse unos a otros ni a los guardias.
Los presos permanecen 23 horas por día en sus celdas y deben llevar grilletes incluso a la hora de ejercicio. La comida es entregada a través de una ranura en la puerta metálica.
Este tipo de establecimientos, diseñados para alojar «lo peor de lo peor» de la humanidad, también parecen tener una gran incidencia de enfermedad mental.
En el noroccidental estado de Washington, que cuenta con uno de los «sistemas carcelarios más humanos y centrados en la rehabilitación», casi un tercio de la población de las cárceles de maxima seguridad sufre patologías mentales graves, el doble que en las cárceles comunes, según Abramsky.
El establecimiento de Pelican Bay es uno de los tres demandados por la Unión Estadounidense de Libertades Civiles, según la cual ese tipo de cárceles violan la prohibición constitucional de ocasionar castigos crueles.
Legisladores estadounidenses consideran la ampliación de iniciativas locales que ofrecen sentencias alternativas a los condenados con enfermedad psiquiátrica.
El Congreso legislativo dispuso en noviembre cuatro millones de dólares para crear tribunales de salud mental pilotos, que permitirán a los acusados con desórdenes mentales no violentos obtener tratamiento en lugar de reclusión.
El vaciamiento del sistema de salud mental del país en las últimas décadas, en que desaparecieron más de 90 por ciento de las camas en las salas de psiquiatría, es una de las razones por las cuales las prisiones están repletas de enfermos mentales.
El presupuesto federal de este año no prevé ningún incremento de los gastos en salud mental, lo cual constituye en los hechos una reducción si se considera la inflación, afirmaron activistas.
Por otra parte, los autores del estudio publicado por The Lancet, advirtieron que aunque sólo un tercio de la población carcelaria vive en países industrializados, 99 por ciento de los informes sobre salud mental proceden de prisiones del Norte industrial.
Esto «expone la necesidad de mayor investigación psiquiátrica forense en las poblaciones no occidentales», concluye el estudio. (FIN/IPS/tra-eng/ks/aa/dc/he/02