KENIA: Secta proscripta protagoniza violencia étnica

Los disturbios del fin de semana en Kenia, que dejaron 20 muertos y 28 heridos, reabrieron la discusión sobre el alcance de la proscripta secta Mungiki, que promueve el regreso a la tradición tribal y el uso de la violencia.

Los enfrentamientos se produjeron entre grupos de la mayoritaria etnia kikuyu y la minoritaria luo, en un suburbio pobre de la capital, Nairobi, afirmó este lunes el portavoz de la policía, Peter Kimanthi.

Según la prensa local, la violencia se desató cuando tres jóvenes kikuyus fueron linchados el viernes en el nororiental barrio de Kariobangi, por residentes que los tomaron por ladrones.

Kikuyus que integran la secta Mungiki decidieron vengar las muertes e ingresaron al vecindario en tres ómnibus, para perpetrar agresiones al azar.

Armados con machetes, palos y azadas los mungiki destrozaron comercios de miembros de la etnia luo, saquearon viviendas y mataron a sus ocupantes, sostuvo el portavoz policial.

«El ataque se cometió bajo la lluvia. Los asaltantes mataban a las personas tras sacarlas de sus casas. Iban de puerta en puerta, desalojando a los que parecían sospechosos de pertenecer a la etnia rival e hiriéndolos con machetes», aseguró Kimanthi.

No se hizo esperar la respuesta de una milicia luo, que patrulla las calles de la zona bajo el nombre de Talibán, el movimiento fundamentalista afgano derrocado por Estados Unidos en noviembre.

Las fuerzas policiales apelaron a gases lacrimógenos para detener la refriega callejera y detuvieron a siete personas. Pero la policía no reveló la identidad de las víctimas y aseguró saber muy poco sobre las facciones Mungiki y Talibán.

Nunca había oído sobre la existencia de la banda Talibán, afirmó Kimanthi. «Estamos investigando si existe, si fue creada para estos ataques o con otro objetivo», explicó.

En cuanto a la secta Mungiki, «no es una organización formal. Ni siquiera sabemos qué significa o qué pretende. No son un partido político. Ellos dicen ser una organización religiosa. Es algo amorfo. En lo que concierne a los keniatas, es una organización ilegal», dijo Kimanthi.

Lo único cierto es que la policía tiene dificultades para investigar esta organización, a causa de su naturaleza secreta e indefinida.

Los mungiki afirman contar con 300.000 integrantes en todo el país, incluyendo 20 miembros del parlamento. Sus miembros usan el pelo al modo rastafari, inhalan tabaco rapé y promueven el retorno a los valores africanos tradicionales.

Efectivos de la policía y de la Unidad de Servicio General irrumpieron en reuniones y ceremonias religiosas reservadas, deteniendo a decenas de personas.

Pero estas redadas no lograron abatir la raigambre del grupo. Los mungiki promueven «la restauración de la gloria perdida del orgullo africano», invitando a la población a purificarse de las influencias occidentales y volver a la cultura tradicional.

«Queremos que las 42 tribus de Kenia vuelvan a sus territorios originales y vuelvan a las prácticas de sus abuelos», dijo el coordinador nacional de la secta, Ndura Waruinge, detenido en noviembre.

Pero algunos críticos afirman que Mungiki es una invención del gobierno.

«Hubo un intento fallido de legalizar a los Mau Mau (combatientes por la independencia de Kenia), dejando sin efecto una prohibición impuesta en 1952. Se cree que los mungiki fueron reclutados para iniciar una organización que contrarrestara la popularidad de los Mau Mau», sostuvo un analista que no quiso dar su nombre.

Entre las décadas del 40 y el 60, la organización secreta de los Mau Mau puso en práctica una campaña de asesinatos contra la dominación británica. Los Mau Mau eran a la vez un grupo político y militar y una secta que apelaba a la magia tradicional.

En los primeros meses de este año, una sucesión de muertes en la capital indicaron la existencia de una ofensiva mungiki para controlar las rutas del transporte público, hasta ahora en manos de otra milicia local, conocida como Kamjesh.

Waruinge, líder de Mungiki, fue detenido y es juzgado por anunciar que la organización intentaría apoderarse del servicio de transporte.

«¿Cómo puede explicarse que (los miembros de la secta) estén tomando por la fuerza el transporte público y la policía permanezca impasible?», cuestionó el analista.

Algunos comparan a Mungiki con las acciones de jóvenes de la gobernante Unión Nacional Africana de Kenia (KANU) en la campaña electoral de 1992, cuando ingresaban a las principales estaciones de ómnibus para recolectar fondos.

El gobierno se esfuerzan por controlar a la secta, aseguró Kimanthi.

«Tratamos de imponer la paz en el país y en las áreas donde supuestamente actúan los mungiki. Si tenemos pruebas de que alguien pertenece a esa organización ilegal, será llevado a la justicia porque una organización clandestina viola las leyes», concluyó el funcionario (FIN/IPS/tra-en/ks/mn/lp-dc/ip cr/02

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