La implacable lógica de las represalias mutuas agrava el conflicto entre israelíes y palestinos, mientras el gobierno de Israel decide invadir los campamentos de refugiados, a los que considera paraísos de militantes suicidas.
Cinco civiles israelíes y dos militantes palestinos murieron este martes y casi 40 resultaron heridos en diferentes ataques suicidas en Tel Aviv, la central localidad de Afula, y la meridional ciudad de Sderot, en Israel.
Siete estudiantes y un profesor árabes fueron heridos cuando un proyectil alcanzó a una escuela en Jerusalén oriental.
Helicópteros israelíes atacaron la sede de la Autoridad Nacional Palestina (ANP) en Gaza, así como instalaciones en la noroccidental ciudad de Tulkarem y la central de Ramalá, en Cisjordania.
El lunes, el ejército volvió a ingresar en campamentos de refugiados en los territorios palestinos, matando a nueve personas. La ofensiva incluyó operaciones en Ramalá, donde seis civiles palestinos murieron por el fuego de artillería.
En la incursión de la semana pasada a los campamentos de la septentrional ciudad de Jenin y de Balata, cerca de la ciudad cisjordana de Naplusa, murieron otros 20 palestinos.
Esta ofensiva sobre los campamentos fue ordenada por el gobierno israelí a la reticente jerarquía del ejército, que teme las consecuencias de entrar en campamentos densamente poblados y considerados por Tel Aviv como reducto de los militantes suicidas.
El primer ministro de Israel, Ariel Sharon, se negó a admitir que la profundización de la violencia se vincule a las primeras incursiones israelíes en campamentos de refugiados desde que se inició la intifada (levantamiento palestino) en septiembre de 2000.
Sharon sostuvo que su país aplicará «presión militar continua» sobre los campamentos.
«Habrá ataques a colonos y soldados en los territorios ocupados y posiblemente a civiles en Israel», en respuesta a la invasión de Balata y Jenin, advirtió el viernes el líder del movimiento Fatah en Balata, Hussam Khader.
Durante el fin de semana se cumplió con creces la amenaza del dirigente de Fatah, el movimiento del presidente de la ANP, Yasser Arafat. El saldo de una explosión suicida en Jerusalén y de ataques en los territorios ocupados fue de 21 muertos y decenas de heridos israelíes.
A comienzos de año, cuando las tropas israelíes ocuparon la ciudad de Tulkarem, la mayoría de los militantes a quienes buscaban escaparon a un campamento cercano, que se mantuvo a salvo de la ocupación.
Analistas israelíes sugirieron que el ejército evitaba ingresar a los campamentos, por temor a perder muchos soldados en un ámbito hostil.
El comandante de las fuerzas que operan en Cisjordania, Gershon Yitzhak, aseguró que el propósito de las operaciones actuales en Balata y Jenin es demostrar a los militantes palestinos que ya no tienen dónde esconderse.
Pero en Balata, el objetivo parece no haberse logrado. Líderes radicales aseguraron que la mayoría de los militantes buscados lograron escapar.
«Sabíamos desde hace dos semanas que iban a hacer esto. Tuvimos bastante tiempo para preparar nuestra resistencia», explicó Khader, comandante de la milicia Tanzim de Fatah y él mismo buscado por los israelíes.
Las fuerzas de Israel ocuparon la casa de Khader en Balata y arrestaron a su familia. «Mis tres hijos, mi esposa, que está embarazada, y me hermana están encerradas en un cuarto donde no tienen agua ni electricidad», sostuvo.
Pero el militante logró escapar y se refugió en la casa de unos amigos en Naplusa, donde recibe visitas y llamadas telefónicas. «Esta (llamads) era del consulado de Estados Unidos. He hablado así mismo con la Unión Europea y con la Organización de Naciones Unidas», dijo Khader, mientras apartaba el teléfono.
La resistencia inicial a la incursión israelí fue simbólica, «una forma de elevar el espíritu de todos los palestinos, pero en cierto punto ordené a nuestros combatientes retirarse y todos salieron», afirmó.
El ejército israelí aseguró haber matado al menos a un alto dirigente de Hamas-Movimiento de Resistencia Islámica en el campamento de Jenin, mientras en los alrededores la mayor parte de las víctimas fueron policías palestinos.
Khader criticó duramente el papel de la ANP en Balata. «Tienen miedo. Se limitan a enviar un fax a Israel diciendo que se oponen a la incursión. Cada servicio envió simbólicamente diez efectivos sólo para mostrarlos, pues se retiraron apenas empezó» la agresión, aseveró.
Khader no ocultó su propio temor. «Los israelíes están conducidos por un general loco, Sharon, que es responsable de (las matanzas de palestinos cometidas en 1982 en los campamentos de refugiados de) Sabra y Shatilla», en el Líbano, dijo el militante.
El recuerdo de aquellos hechos, por los cuales Sharon, entonces ministro de Defensa, fue hallado responsable indirecto, también inquieta a la oposición israelí.
«Esto es una locura total», reaccionó el líder del izquierdista partido Meretz, Yossi Sarid, advirtiendo a Sharon que se cuidara de lo que pueda pasar en los campamentos atacados, pues «ya se quemó en Sabra y Shatilla».
Los palestinos aseguran que la mayoría de las víctimas de Balata eran civiles inocentes. «Luchamos, pero la mayoría escapó con sus armas. Resistemos hasta que empezaron a usar helicópteros», dijo un comandante de la milicia Tanzim, internado por sus heridas en el hospital Rafidiyeh, en Naplusa.
«Todos somos refugiados y resistimos a los israelíes más que nadie. Ahora que no pudieron atraparnos están demoliendo nuestras viviendas y demás posesiones», agregó.
Los efectivos que ingresaron en Balata lo hicieron en vehículos blindados, topadoras y tanques utilizados para demoler viviendas. Las tropas evitaron así el peligro de las estrechas callejuelas del sobrepoblado campamento.
La búsqueda de militantes fue sistemática y cada avance era cubierto con fuego de artillería y ocasionales bombardeos. La resistencia se diluyó el jueves por la tarde, cuando la mayoría de los sospechosos ya habían escapado. Balata permaneció sin agua, electricidad ni teléfonos durante dos días.
Un grupo de niños y niñas que retornaron al campamento el viernes por la tarde, relataron llorando los hechos de la jornada anterior. «Nuestra hermanita menor está en el hospital, pues fue alcanzada por los escombros cuando los israelíes demolieron nuestra casa», dijo Jamila, de 15 años. (FIN/IPS/tra- eng/fb/sm/dc/ip/02