Fuerzas de seguridad de India se concentraron en la septentrional ciudad de Ayodhya, con la intención de evitar el comienzo este viernes de una nueva oleada de violencia entre hindúes y musulmanes.
Organizaciones de activistas hindúes se proponen desafiar una orden de la Corte Suprema al realizar este viernes ritos de comienzo de la construcción de un templo en Ayodhya, dedicado a la deidad guerrera Rama, sobre ruinas de la mezquita de Babri, destruida en 1992 por los mismos grupos.
La destrucción de Babri se llevó a cabo en presencia del actual primer ministro, Atal Bihari Vajpayee, con el argumento de que esa mezquita había sido construida en el siglo XVI por invasores musulmanes, en el lugar donde la religión hindú sostiene que nació Rama.
En 1992, unos 270 hogares de musulmanes fueron atacados por los radicales hindúes que destruyeron Babri, y enfrentamientos posteriores en todo el país dejaron un saldo de más de 2.000 muertos.
La Corte Suprema ordenó «no realizar hasta nueva orden actividad religiosa alguna» en el lugar, pero grupos radicales encabezados por el Consejo Mundial Hindú (VHP, por sus siglas en hindi) aseguran que cumplirán su propósito, y han congregado a miles de personas en los alrededores de Ayodyha, en el estado de Uttar Pradesh.
Ashok Singhal, del VHP, afirmó que conducirá a más de 2.000 personas, incluyendo a clérigos y académicos, en la en la realización de los ritos de inicio de la construcción, cuya duración prevista es de tres horas desde las 14:15 locales (GMT).
El lugar en el cual se realizaría la ceremonia será definido en la noche de este jueves, en un cónclave de clérigos.
«Si alguien trata de detenernos, afrontará las mismas consecuencias que quienes quemaron vivas a personas en (el occidental estado de) Gujarat», advirtió el clérigo hindú Ramchandra Paramhans, en alusión a incidentes violentos que comenzaron en ese estado y causaron casi 700 muertes.
El 27 de febrero, 58 militantes hindúes que regresaban en tren de Ayodhya, ubicada 725 kilómetros al este de Nueva Delhi, fueron quemados vivos por radicales musulmanes en Gujarat, y surante varios días las represalias hindúes causaron la muerte de más de 600 musulmanes.
«No se impide a ningún musulmán peregrinar a La Meca. Impedir a hindúes que vengan a el más grave de los crímenes», opinó Paramhans.
Un cerco formado por más de 10.000 policías y paramilitares rodea Ayodhya, y hay unidades del ejército apostadas en las cercanías, mientras familias de la pequeña comunidad musulmana local han abandonan sus casas por temor, e incluso el policía de mayor rango de Ayodhya, R.K. Bhatia, ha dejado la ciudad.
Casi todas las mujeres y niños de esa comunidad se trasladaron a la vecina ciudad de Faizabad, donde viven más musulmanes.
Unos 2.000 integrantes de fuerzas de seguridad desfilaron por Ayodhya el 8 de este mes, como advertencia a quienes planeen causar disturbios, pero en 1992 un despliegue similar no evitó que extremistas destruyeran Babri, tras alegar iban a realizar ritos pacíficos como los anunciados para este viernes.
«El gobierno no nos tiene en cuenta. Nadie se ocupa de nuestros problemas, y ningún policía nos ha visitado para interesarse por nuestra seguridad. Ellos (los hindúes) quieren un nuevo Gujarat», dijo a IPS Mohammad Ansari, dirigente musulmán local.
«También somos indios, y no tenemos otro lugar a donde ir. Somos afectados por los mismos problemas que los hindúes, pero nos tratan como a extranjeros», comentó otro musulmán de Ayodhya.
Agencias federales de Inteligencia afirman que miles de activistas hindúes se han infiltrado en la región en pequeños grupos, tras acercarse a ella en largos viajes a pie para eludir el control policial, y están ocultas a la espera de la ceremonia de este viernes.
«Cada región del país tiene asignada una cuota de participantes en los ritos. Pedimos a la gente que proceda con cautela, y empleamos todos los medios a nuestro alcance para ayudarla a llegar a Ayodhya», admitió el líder del VHP, R.P. Gupta.
Por orden federal, los trenes de pasajeros no se detienen en Ayodhya, y todas las vías de acceso a la ciudad están custodiadas, para permitir el paso sólo a vehículos con permisos especiales, y aun éstos son detenidos y revisados con frecuencia por la policía.
Las autoridades afirman que impiden la presencia de extremistas en todas las localidades situadas a menos de 32 kilómetros de Ayodhya, y policías recorren en forma ininterrumpida esa ciudad, en busca de activistas infiltrados.
Las orillas del río Sarayu, que pasa por Ayodhya, son custodiadas por paramilitares armados, para evitar que militantes lleguen a la ciudad por allí, como lo hicieron hace 10 años.
Sólo es posible llegar a las ruinas de Babri por estrechos pasajes rodeados de alambre de púas y con numerosa guardia policial.
Los devotos pueden entrar de a uno y con las manos vacías, y en los registros policiales se requisan incluso llaves.
Aliados clave en la coalición que encabeza el Partido Bharatiya Janata (BJP, por sus siglas en inglés) de Vajpayee anunciaron que abandonarán esa alianza si se lleva a cabo la ceremonia anunciada para este viernes.
Parlamentarios exigieron que el primer ministro, cuyo partido es nacionalista hinú, aclare su posición sobre el asunto.
Las tensiones religiosas aumentaron desde que Vinai Katyar, parlamentario y dirigente del BJP, anunció que iniciará un juicio por la propiedad de un presunto pelo de la barba de Mahoma, fundador de la religión musulmana, conservado en la mezquita de Hazratbal, en el septentrional estado de Jammu y Cachemira.
Ese estado es desde hace medio siglo escenario de violentos conflictos entre el gobierno y organizaciones de la mayoría musulmana, que aspiran a la independencia o a la anexión a Pakistán.
Katyar afirmó que el pelo venerado en la mezquita de Hazrabanal, la mayor de Jammu y Cachemira y ubicada en Srinagar, capital de verano de ese estado, perteneció en realidad a la barba de Nimnath Baba, un presunto vidente hindú que vivió hace más de 1.200 años.
Por lo tanto «pertenece a los hindúes, a quienes debe ser restituido», arguyó.
El pelo se exhibe a los fieles en ocasiones especiales, y su desaparición en circunstancias no aclaradas a comienzos de los años 60 fue el inicio de una oleada de violencia entre musulmanes e hindúes que duró varias semanas, hasta que los servicios de Inteligencia federales lo restituyeron a la mezquita, sin aclarar cómo lo habían recuperado. (FIN/IPS/tra-eng/rb/js/mp/ip cr/02