HONG KONG: Trabajadoras inmigrantes se vuelcan a la prostitución

Decenas de miles de empleadas domésticas inmigrantes se vuelcan secretamente la prostitución en la zona portuaria de Hong Kong, procurando mejorar sus magros ingresos.

Un domingo por la noche en el septentrional distrito de Wan Chai, decenas de mujeres inmigrantes, sobre todo filipinas, ofrecen favores sexuales a los clientes que se agolpan en los bares.

Los tripulantes de varios barcos están en la ciudad. En uno de los locales nocturnos, un grupo de mujeres, algunas de edad mediana, bailan solas o con sus parejas, mientras en las mesas, otras inician el contacto físico con sus acompañantes.

Muchas otras concurren directamente a los barcos, donde la mayoría de los marineros prefieren mantener relaciones sexuales menos costosas y más seguras. En las comunidades filipinas se conoce a estas trabajadoras sexuales como «akyat-barko», literalmente subir a un barco o abordar.

Estas expediciones son muy comunes en los barcos que anclan en los puertos del mundo, según Ric, de 59 años, un marinero filipino jubilado. En la mayoría de los buques se permite a la tripulación recibir visitas a bordo, sostuvo.

Un creciente número de las 155.000 empleadas domésticas filipinas en Hong Kong ejercen la prostitución. Aunque muchas son forzadas por organizaciones delictivas que trafican con mujeres, otras lo hacen por razones económicas, y mantienen su segunda ocupación en absoluto secreto.

Las mujeres «abordan en grupos de tres a cinco, beben con los hombres y luego desaparecen en los camarotes. Cuando regresan tienen varios cientos de dólares», relató Tess, una trabajadora doméstica filipina de 30 años que negó haber ejercido la prostitución.

Tess y sus amigas visitaron un barco, «sólo por curiosidad», dijo. «Bebimos con la tripulación y pasamos allí la noche. Ellos aceptaron porque les aclaramos desde el principio que sólo queríamos ver lo que pasaba allí», aseguró.

Otra filipina, Bess, reconoció que frecuentaba Wan Chai antes de conocer a su marido, un marinero australiano, aunque también se mostró renuente a admitir algún tipo de trabajo sexual.

El rechazo que afrontarían por reconocer su trabajo de prostitutas explica por qué casi ninguna haya pedido ayuda a algunas de las organizaciones civiles que trabajan con los inmigrantes. De cinco organizaciones consultadas, ninguna ha registrado un caso de este tipo.

«Todo el mundo sabe lo que está pasando. Se escucha a tanta gente hablando (de la prostitución) en secreto. Pero sólo una pequeña cantidad de mujeres estaría dispuesta a reconocerlo», dijo la directora del Refugio de Mujeres Inmigrantes Casa Bethune, Edwina Santoyo.

Una razón para ocultar el ejercicio del comercio sexual es que la mayoría de las trabajadoras filipinas son casadas, y se ven arrastradas a la prostitución —que les suministra ingresos mucho más altos que el empleo doméstico— por la pobreza, sostuvo Santoyo.

Pero la pobreza no es la única causa. Desarraigadas, sin familia ni amigos, algunas encuentran en los barcos la familiar lengua materna que hablan uno de cada cinco tripulantes de los grandes buques mercantes.

Los capitanes de estos barcos, la mayoría occidentales, sólo se preocupan porque no se produzcan accidentes, como la caída de alguna mujer al agua, para no verse obligados a reportar el hecho a las autoridades y complicar la continuación del viaje, explicó Ric.

Los tripulantes que tienen vedada la práctica de recibir visitas a bordo, como los de la marina de Estados Unidos, se dirigen a Wan Chai, el lugar favorito para pasar una noche en tierra firme.

Es muy fácil hallar mujeres, pues a menudo son ellas las que toman la iniciativa, hablando con los hombres en los muelles o congregándose en los bares, explicó Jojo, de 24 años, un marino cuyo barco ancló en Hong Kong.

Los marineros prefieren a las filipinas «daisies», deformación de «dieciséis a diecinueve», la edad más solicitada.

Aunque el precio de los favores sexuales es negociable, nunca excede los 50 dólares. Sólo los tripulantes de barcos petroleros son más generosos, pues sólo pueden permanecer en puerto unas pocas horas, explicó Ric.

En ocasiones, las mujeres no encuentran clientes en su recorrida por los bares. En ese caso, los tripulantes reúnen algo de dinero para que no vuelvan con las manos vacías, sostuvo Ric.

Muchas de las ocasionales prostitutas llegan a Hong Kong como turistas, dijo Jojo. «Vienen por dos semanas, luego logran una extensión de la visa por varios meses. Cuando se marchan no sólo han reunido dinero para el viaje, sino mucho más», afirmó. (FIN/IPS/tra-eng/dm/ral/js/dc/lb pr/02

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