El apoyo del gobierno de Filipinas a la campaña antiterrorista estadounidense reactivó las relaciones bilaterales tras 11 años de distanciamiento, con dividendos de asistencia para Manila y geopolíticos para Washington.
Eso contribuye a contrarrestar la creciente influencia china en Asia-Pacífico, un objetivo cuya importancia es destacada desde hace años por conservadores expertos de Estados Unidos y que comparten gobiernos de la región.
La presidenta filipina, Gloria Macapagal-Arroyo, autorizó a la Fuerza Aérea de Estados Unidos a usar espacio aéreo de su país tras los ataques terroristas del 11 de septiembre en Nueva York y Washington, antes que ningún otro mandatario de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN, por sus siglas en inglés).
La recompensa estadounidense fue cuantiosa asistencia militar y económica a Filipinas aprobada en noviembre, durante una visita de Arroyo a Washington.
«Son 4.600 millones de dolares y serán más», anunció en esa ocasión la mandataria, en referencia al monto de la asistencia, muy necesaria para las Fuerzas Armadas del país.
Filipinas rechazó en 1991 la renovación de un acuerdo que permitía a Estados Unidos mantener bases militares en su territorio, y desde entonces el enfriamiento de las relaciones bilaterales deterioró los recursos militares del país.
Tres meses después, 660 soldados estadounidenses se unieron a tropas de Manila en la meridional región filipina de Mindanao, para brindar asistencia en el combate en la isla Basilan contra un centenar de extremistas islámicos del grupo Abu Sayyaf.
La alianza entre Estados Unidos y Filipinas debe ser reconstruida para contrarrestar la expansión china en Asia Oriental, escribió hace dos años Richard Fischer, director del Centro de Estudios Asiáticos del conservador grupo de expertos estadounidenses Fundación Heritage.
La misma opinión fue sostenida en 2001 en un informe encargado por el subjefe de Estado Mayor de Operaciones Aéreas y Espaciales de la Fuerza Aérea estadounidense a la Corporación Rand, un grupo de expertos de ideología derechista que asesora desde 1946 al gobierno de Estados Unidos y en especial a sus Fuerzas Armadas.
«Washington ha logrado lo que siempre deseó en el Sudeste Asiático. Ahora sus relaciones bilaterales con países de la región garantizan la apertura de las vías marítimas, y el 11 de septiembre fue el factor desencadenante», dijo a IPS un diplomático que no quiso ser identificado.
Fischer sostuvo en 2000 fue que reforzar la presencia militar de Estados Unidos en Asia Meridional y contrapesar el creciente poderío chino en esa región era necesario para mantener abiertas vías marítimas clave de acceso a mercados asiáticos, de los cuales dependen puestos de trabajo estadounidenses.
«La ausencia de cooperación militar de Washington con antiguos aliados (en Asia) ha creado un vacío de poder aprovechado por Beijing», alegó, en referencia al creciente despliegue chino en el Mar de China Meridional, y en especial en el arrecife Mischief, en la disputada región de las islas Spratly .
Esas islas son reclamadas en su conjunto o en parte por Brunei, China, Filipinas, Malasia, Vietnam y Taiwán.
«Mantener la libertad de los mares en Asia es un interés clave de seguridad para Estados Unidos», enfatizó Fischer, quien señaló que las Spratly están en la ruta de casi 70 por ciento de las importaciones de petróleo realizadas por Japón y Corea del Sur, firmes aliados de Washington.
Además, las economías japonesa y sudcoreana «sostienen el comercio regional, en el cual se apoyan las exportaciones estadounidenses a Asia, de las cuales dependen casi cuatro millones de empleos en Estados Unidos», explicó.
Washington y los seis Estados miembros de la ASEAN, Brunei, Filipinas, Indonesia, Malasia, Singapur y Tailandia, mantienen un enfoque de su seguridad que considera a China una amenaza.
Ese enfoque fue reafirmado en el informe de la Corporación Rand, con énfasis en el importante aumento del presupuesto de Defensa chino en los últimos años, que continuó tras la redacción de ese documento, y el creciente despliegue de Beijing en las Spratly.
Los especialistas de esa institución sugiririeron una estrategia militar estadounidense que incluyera «aumentar la cooperación con Filipinas, con miras a apoyar a Taiwán (contra China) si es necesario».
El presidente estadounidense, George W. Bush, afirmó en su visita de este año a China que Washington defenderá a Taiwán contra un ataque de Beijing.
«La realidad geopolítica es que debemos preocuparnos por China», debido a las «tendencias hegemónicas» de Beijing, afirmó Roberto Rómulo, ex ministro de Relaciones Exteriores de Filipinas.
«Todo el Sudeste Asiático es paranoico en relación con China. Necesitamos una relación de seguridad con Estados Unidos», aseguró.
«Nuestra relación con Estados Unidos nunca ha sido mejor (que después de los atentados de septiembre), y así es como debe ser. Sobre la superficie, tenemos el más firme vínculo con China, pero bajo la superficie, somos el más firme aliado de Estados Unidos», añadió.
Singapur también ha apoyado con firmeza la campaña antiterrorista estadounidense, y los demás Estados miembros de la ASEAN comparten la intención de fortalecer sus relaciones de seguridad con Washington, según fuentes diplomáticas en Manila.
La ASEAN condenó los atentados de septiembre, los gobiernos que la integran cooperan con Estados Unidos en la búsqueda de grupos terroristas que podrían estar vinculados con esos ataques, y los cancilleres del bloque se reunirán el més próximo en Malasia para diseñar planes contra el «terrorismo transnacional».
Esas acciones son en especial difíciles para las autoridades de Malasia e Indonesia, porque muchos en las poblaciones musulmanas de esos países ven la «guerra contra el terrorismo» de Washington como una campaña contra el Islam.
El primer ministro malasio, Mahathir Mohamad, condenó los atentados de septiembre pero se opuso a la campaña militar estadounidense en Afganistán, primer episodio de la «guerra contra el terrorismo».
«Todos los países de la ASEAN están con esta lucha contra el terrorismo. Pero cada uno brinda su aporte de acuerdo con las restricciones locales que afronta», señaló Arroyo.
Washington ha enfatizado en varias ocasiones que no le interesa volver a contra con bases en Filipinas, pero nunca negó su interés militar en contar con «acceso sin bases» al territorio del país y a la región, mediante maniobras conjuntas y puertos de escala.
Grupos nacionalistas filipinos han protestado por la actual presencia estadounidense en la ciudad de Zamboanga, en la meridional isla de Mindanao, donde se han construido pistas de aterrizaje para helicópteros de combate y nuevas barracas para tropas, lo cual sugiere planes de permanencia.
Esos grupos alegan que la Constitución aprobada en 1987 prohíbe el estacionamiento permanente de tropas extranjeras en el país.
El director de Comisión del Acuerdo sobre Fuerzas Visitantes, Jaime Yambao, destacó que esa prohibición no es absoluta, porque permite ese estacionamiento cuando se verifique con aprobación parlamentaria y en el marco de un acuerdo binacional. (FIN/IPS/tra- eng/ms/mp/ip/02