Quienes apuestan al éxito de la Cumbre Río +10 en Sudáfrica, deberán tener las antenas en alto frente a la próxima Conferencia Internacional sobre Financiación al Desarrollo en Monterrey, México, pues allí podrán encontrar respuesta a sus expectativas o, al menos, nuevas promesas.
La cita de México, que reunirá del 18 al 22 de marzo a más de 40 presidentes y a grupos no gubernamentales y empresarios, pretende reactivar los alicaídos flujos de financiamiento al desarrollo y atender problemas de deuda externa y comercio internacional, metas que se plantearon ya hace 10 años en la Cumbre de la Tierra, en Brasil.
La diferencia entre ambas reuniones es que en Brasil se pidió desde el sector ambientalista canalizar recursos internacionales para el desarrollo por 125.000 millones de dólares anuales, mientras que ahora, desde el mundo financiero, se habla de 50.000 millones.
«Más allá de las diferencias en cifras y orígenes, hay una línea directa entre Monterrey y Sudáfrica, pues si no hay solución a los problemas de financiamiento no habrá desarrollo sustentable», dijo a Tierramérica, Ricardo Sánchez, director para América Latina del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA).
La Cumbre para el Desarrollo Sustentable o Río + 10, que se realizará del 26 de agosto al 4 de septiembre, definirá los caminos para cumplir las metas de la Cumbre de la Tierra, que en la mayoría de ámbitos, entre ellos el del financiamiento al desarrollo, nunca se alcanzaron.
Los flujos internacionales de ayuda al desarrollo bordean en la actualidad los 25.000 millones de dólares, cifra insuficiente para remontar hechos como el que hoy un quinto de la población mundial viva con menos de un dólar por día, indican estudios de las Naciones Unidas.
Además, en los últimos años se alejó la posibilidad de cumplir con la meta de que el norte industrial ayude al sur en desarrollo con un equivalente al 0,7 por ciento de su producto interno bruto (PIB), objetivo que fue reiterado en la cumbre de Brasil hace una década.
Entre 1992 y 2000, esa ayuda cayó de 0,3 a 0,2 por ciento y Estados Unidos, al que se considera el líder del mundo rico, insistió hace poco en su negativa a cumplir la meta recomendada.
Se calcula que de la ayuda total, apenas un cinco por ciento va dirigida al ambiente, al menos en el caso de América Latina y el Caribe, según un estudio conjunto de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) y el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).
Como sucedió en Brasil, el gobierno de Washington, que entrega un equivalente de 0,1 por ciento de su PIB en ayuda al desarrollo, será nuevamente exhortado a cumplir la meta de 0,7 por ciento durante la reunión de Monterrey y luego en Sudáfrica.
Se espera que Estados Unidos aumente su ayuda al desarrollo luego de la Conferencia de Monterrey y ojalá pueda llegar al 0,7 por ciento, señaló a Tierramérica Christian Ossa, asesor de la Secretaría de la ONU para esa reunión.
Según la mexicana Friné López, líder de la organización no gubernamental Espacio Autónomo, el gobierno de Washington se va quedando solo en su postura contraria al 0,7 por ciento.
Amplios sectores no gubernamentales, que llevarán más de dos mil personas a Monterrey, opinan que el documento que se firmará allí y que ya está listo es demasiado débil, sobre todo en asuntos ambientales.
El llamado Consenso de Monterrey, un texto lleno de recomendaciones y promesas, pero con escasos compromisos cuantificables o con calendario definido, indica que el objetivo de los gobiernos es «erradicar la pobreza, lograr un crecimiento económico sostenido y promover un desarrollo sostenible».
Aunque menciona varias veces al medio ambiente, el documento dejó de lado dos recomendaciones que sobre esa materia hizo el Grupo de Alto Nivel sobre la Financiación para el Desarrollo, instancia que encabezó el ex presidente de México, Ernesto Zedillo (1994-2000).
Por iniciativa del secretario de la ONU, Kofi Annan, Zedillo, junto a 11 personalidades vinculadas al mundo de la economía, preparó un documento con decenas de recomendaciones, entre ellas aplicar un impuesto internacional sobre emisiones de dióxido de carbono y crear una Organización Mundial del Medio Ambiente.
El Grupo de Alto Nivel dijo que crear el nuevo impuesto cumpliría el objetivo de limitar el calentamiento del planeta y de recaudar ingresos bajo el concepto de que quien contamina paga.
Según indicaron varios delegados de gobiernos, el consenso previo a Monterrey fue que se dejarían los temas ambientales importantes para la cumbre de Sudáfrica, explicó el director del PNUMA.
Sánchez sostiene que el documento de Monterrey es positivo, pues aporta una base conceptual importante que deberá retomarse en la Cumbre Río + 10.
Aunque en la cita de Monterrey, donde habrá más de 6.000 asistentes, los grupos ambientalistas del mundo tendrán una participación periférica, Sánchez y López coinciden en que allí se marcará parte de lo que será Río + 10.
De hecho, los asistentes a la tercera y penúltima cita preparatoria de Río + 10, que se realizará en Nueva York (25 de marzo-5 de abril), tendrán muy en cuenta lo resuelto en México para iniciar la redacción del documento final de Sudáfrica. (FIN/Tierramérica/dc/en dv/02