El alza de aranceles en Estados Unidos a la importación de acero puede llevar a otros países y bloques a crear barreras similares, según teme Brasil, que será perjudicado por la decisión del gobierno de George W. Bush.
Las exportaciones de acero brasileño a Estados Unidos, que alcanzaron a 730 millones de dólares el año pasado, caerán entre 10 y 15 por ciento este año como consecuencia de las medidas anunciadas el martes por Washington, calculó el ministro de Desarrollo, Sergio Amaral.
Además, el régimen proteccionista impuesto por la administración de Bush impedirá el crecimiento de la industria siderúrgica nacional, lamentaron dirigentes del sector.
Washington asignó a Brasil una cuota de 2,54 millones de toneladas de acero semiacabado, superior a las ventas del año pasado, de 2,3 millones. Pero los ingresos serán inferiores, pues las nuevas restricciones en el mercado estadounidense debilitarán los precios internacionales.
Por encima de ese volumen se aplicará un arancel de 30 por ciento, que hará imposible toda venta adicional.
La cuota aumentará cerca de 10 por ciento en los próximos dos años, un crecimiento inferior al aguardado por la industria brasileña, que pretendía incrementar de 20 a 30 por ciento sus ventas a Estados Unidos, señaló José Armando de Campos, presidente de la Compañia Siderúrgica de Tubarao, una de las más afectadas.
Los aranceles aduaneros dispuestos, que afectan a 10 productos derivados del acero, oscilan entre ocho y 30 por ciento y se aplicarán durante tres años, desde el 20 de este mes.
Los países más perjudicados por el recorte de 37 millones de toneladas de las compras de acero de Estados Unidos son Japón, Corea del Sur, Taiwan, China y los miembros de la Unión Europea (UE), que producen acero acabado.
Brasil y Rusia son los más afectados por las cuotas de acero semiacabado, mientras Tailandia y Turquía no sufrieron restricciones.
Brasil es el único país latinoamericano que sentirá el impacto de las decisiones del gobierno de Bush, pues México, el otro gran exportador de acero de la región, está amparado por el Tratado de Libre Comercio de América del Norte. Argentina, otro exportador, no está incluido en la lista.
Con una producción de 27 millones de toneladas anuales y la capacidad para producir 32 millones, la siderurgia brasileña sólo podrá crecer aumentando sus exportaciones, pues el consumo interno no supera 18 millones de toneladas.
Esa vía parecía natural, después de que el sector, privatizado hace casi un decenio, alcanzó en los últimos años alta productividad y competitividad internacional, pese a tratarse de un productor mediano, muy por debajo de los casi 100 millones de toneladas anuales producidos por Japón o Estados Unidos.
Además de ver limitado su futuro, Brasil teme una ola de proteccionismo en otros mercados y la caída de los precios internacionales, pues la reducción de las importaciones estadounidenses generará excedentes en naciones proveedoras.
La presidenta del Instituto Brasileño de Siderurgia, Maria Silvia Bastos Marques, advirtió hace más de seis meses que medidas unilaterales podrían desatar una reacción en cadena, ya que otros países tratarían de proteger sus mercados para evitar la invasión de productos rechazados por Estados Unidos.
El riesgo es real dada la excesiva capacidad productiva de la siderurgia mundial respecto de la demanda, un problema que se trata de superar a través de un movimiento, encabezado por Washington, de reducción voluntaria de la producción en varios países, ahora amenazado por la previsible guerra comercial.
Si la UE y otros importadores adoptan represalias y protegen sus mercados, las pérdidas brasileñas se multiplicarían. Estados Unidos absorbe cerca de 36 por ciento de las exportaciones de este país, seguido de la UE y América Latina, que suman casi 40 por ciento.
La cancillería y autoridades comerciales brasileñas no descartan presentar una demanda ante la Organización Mundial de Comercio (OMC) contra las medidas estadounidenses, después de evaluados en detalle los daños a la siderurgia nacional y la reacción de otros países.
El ministro Amaral y el principal negociador comercial brasileño, Alfredo de Graça Lima, dijeron además que la situación creada pone en entredicho las negociaciones del Area de Libre Comercio de las Américas.
Las relaciones comerciales entre Brasil y Estados Unidos acumulan conflictos hace varias décadas. En el mismo sector siderúrgico, los empresarios y diplomáticos acusan a Washington de haber cerrado su mercado a los aceros acabados brasileños alegando dumping (competencia desleal de precios).
Ahora también los semiacabados sufren restricciones. Las medidas son atribuidas a supuestos subsidios del gobierno brasileño a la industria siderúrgica, pese a que esta fue privatizada en los primeros años 90.
Washington está practicando un «proteccionismo geriátrico», que procura asegurar la supervivencia a su vieja e «ineficiente» industria siderúrgica, afirmó el secretario de la interministerial Cámara de Comercio Exterior de Brasil, Roberto Giannetti da Fonseca.
Otros productos brasileños de innegable competitividad, como el azúcar y el jugo de naranja, también se enfrentan con barreras en el mercado estadounidense, como cuotas, aranceles excepcionales y gravámenes variados.
Por eso, el gobierno brasileño, urgido por la necesidad de obtener superávit comercial ante el desequilibrio de sus cuentas externas, ya había decidido cuestionar ante la OMC los subsidios con que Estados Unidos estimula su producción de soja, así como el arancel aplicado por el sudoriental estado de Florida al jugo de naranja brasileño.
Los ingresos de ese arancel son empleados en la promoción comercial del jugo producido en Florida, lo cual viola las reglas de la OMC, y los subsidios a la soja, recién aumentados, deprimen los precios internacionales, argumentó Brasil.
El acero intensifica disputas que se acumulan hace décadas, pero cambian de carácter. Antes, lo más frecuente eran presiones estadounidenses para que Brasil revocara su legislación, que prohibía importaciones de computadoras, o adoptara leyes de protección de patentes.
Mientras, Chile, país que no exporta acero pero cuya producción abastece gran parte del mercado interno, teme que los 37 millones de toneladas que quedarán fuera del mercado estadounidense por las nuevas cuotas depriman los precios internacionales a un nivel con el cual no podría competir.
El gobierno chileno estudiará este mes pedidos de salvaguardas arancelarias formulados por productores nacionales, que podrían regir por un año prorrogable a dos hasta que el sector siderúrgico se adapte a las nuevas condiciones de competencia, dijo este miércoles el ministro de Economía y Minería, Jorge Rodríguez. (FIN/IPS/mo/mj/if/02