Las barrosas aguas de la bahía de la capital uruguaya no impedirán que la mirada de los curiosos se apodere de los restos de más de 200 naufragios registrados desde 1772.
«Aquí hay un museo a flor de piel», dijo el arqueólogo canadiense Robert Grenier, presidente del Comité Internacional de Patrimonio Subacuático, al observar los cascos que emergían sobre las olas, dijeron expertos que lo acompañaban en una embarcación.
Grenier, también presidente del organismo estatal canadiense a cargo del patrimonio submarino y asesor de la UNESCO, visitó Montevideo en dos ocasiones, la última en octubre, para analizar junto con expertos uruguayos el rescate de ese tesoro escondido.
La visita de Grenier se enmarcó dentro de un proyecto del gubernamental Centro Internacional de Investigaciones para el Desarrollo (CIID), de Canadá, para proponer mecanismos de rescate del patrimonio subacuático de la bahía de Montevideo, hasta ahora desconocido excepto para especialistas.
Canadá es pionero en arqueología subacuática, dadas sus extensas y accidentadas costas y su tradición naviera, así como por su política cultural de Estado.
Tras realizar una investigación, el CIID propuso la creación de un Museo del Mar, para albergar sobre todo reproducciones de las riquezas hundidas en el área que «pueden constituirse en piezas clave del conocimiento histórico de la sociedad».
Aunque no existe todavía un cronograma de construcción, el proyectado museo podría situarse en la Atarazana, una suerte de balcón costero desde donde se asistía a barcos de vela durante la colonia, según dijo a Tierramérica el arquitecto Nery González, de la gubernamental Comisión del Patrimonio de la Nación.
Construida en el caso histórico montevideano en 1760, la Atarazana es una de las tres estructuras de su tipo en el mundo – junto con las de Barcelona y Santo Domingo- de las que se conservan vestigios. Ahora pertenece al estatal Banco República.
Montevideo fue uno de los principales puertos americanos del imperio español. El gran tráfico, junto con el complicado régimen de vientos, originó gran cantidad de naufragios en la costa uruguaya.
Al menos 430 embarcaciones zozobraron en la bahía en más de 200 naufragios desde 1772, cuando la fragata La Aurora se hundió rumbo a España con un cargamento de plata desde Perú, hasta 1930, cuando la lancha Verano se fue a pique trasbordando cueros a un vapor holandés.
Muchas familias conservan objetos rescatados, incluso cocinas del siglo XIX en funcionamiento, dijo a Tierramérica Federico Burone, director para América Latina del CIID.
La bahía montevideana concentra la mayor riqueza, y Burone propuso integrar en el rescate de ese legado a la comunidad, el Estado y la iniciativa privada, de modo que el interés cultural predomine sobre el ingreso de esos bienes en el mercado mundial de antigüedades. (FIN/Tierramérica/cr/02