TRANSPORTE-EGIPTO: Una trampa mortal

El peor accidente ferroviario de la historia de Egipto, en el que murieron el miércoles 373 personas, reveló el mal estado de los trenes y las graves fallas de seguridad en el transporte.

El incendio se desató en la madrugada del miércoles en un atestado tren de tercera clase que se dirigía desde la capital, El Cairo, a la meridional ciudad de Luxor, en un recorrido de 700 kilómetros.

Las ventanillas con barrotes y las puertas atascadas impidieron escapar a las víctimas atrapadas por el fuego que, alimentado por el viento, se propagó rápidamente de un vagón a otro, mientras el vehículo continuaba su marcha por varios kilómetros, sin que el conductor se percatara del desastre.

Según el testimonio de los sobrevivientes, el tren carecía de extintores y de salidas de emergencia, una denuncia desmentida por las autoridades.

Aunque su capacidad era de 1.500 pasajeros, unos 3.000 abordaron el vehículo para dirigirse a sus aldeas natales ante la festividad musulmana de Eid al-Adha, que se inicia este viernes.

Los primeros reportes indicaron que el incendio se inició con la explosión de un cilindro de gas butano en el coche comedor. Pero los trenes de tercera clase no tienen salón comedor.

El primer ministro Atef Ebeid sugirió que el fuego pudo producirse cuando un pasajero intentaba encender una cocinilla portátil.

Los viajeros pobres de los trenes egipcios suelen utilizar este tipo de calentadores para preparar té o cocinar en los largos trayectos, aunque la práctica es ilegal. También es común que los asientos se retiren en busca de más espacio para los pasajeros, sus equipajes e incluso sus animales.

Los investigadores no han descartado otras causas, como un cortocircuito o un cigarrillo mal apagado.

Al menos 44 viajeros murieron al saltar del tren y sus cuerpos fueron hallados en las vías cercanas a la aldea de Al-Ayyat, 75 kilómetros al sur de El Cairo, donde el tren se detuvo 12 minutos después que el conductor supo del incendio.

El gobierno ha intentado deslindar su responsabilidad del siniestro. «Todos los trenes están en buen estado, en el más alto grado de eficiencia y son totalmente revisados con regularidad», dijo Ebeid.

Según funcionarios de la Autoridad Ferroviaria Egipcia, el del miércoles fue el peor accidente ferroviario desde la creación del organismo, hace 150 años.

«He trabajado por el ferrocarril durante 32 años y nunca vi ni oí de nada similar», dijo a la prensa el director de la Autoridad, Ahmed el-Sherif.

Según los socorristas el tren era una «prisión ardiente». Muchos muertos se hallaron acurrucados bajo los asientos, donde buscaron refugiarse de las llamas y el humo. Otros se encontraban atrapados entre los barrotes de las ventanillas.

Los vagones estaban atestados de familias que viajaban por la festividad islámica de cuatro días, que da comienzo este viernes a la tradicional peregrinación a La Meca, en Arabia Saudita.

«Había gente en el suelo, otros sentados y otros parados», relató Zoheir Hanna, un fabricante de relojes de 36 años, que viajaba en un vagón que se salvó de las llamas.

«Fue como un pozo negro, lleno de humo. Nuestro pánico aumentaba mientras el tren seguía andando. La gente empezó a correr en todas direcciones para abrir las ventanas, pero era imposible por los barrotes», recordó.

Unos 5.000 egipcios mueren por año en accidentes ferroviarios, como colisiones o descarrilamientos, muchos de los cuales son resultado de fallas mecánicas o negligencia.

En 1998, 47 personas murieron y 104 fueron heridas cuando un tre descarriló y se estrelló contra un muró en la ciudad de Kafr el-Dawar, al sudeste de Alejandría.

La investigación señaló que uno de los muchos polizones que viajan montados en el espacio de los vagones pudo haber desenganchado el tren y provocado el accidente.

Los funcionarios ferroviarios han reiterado sus protestas por el viejo equipamiento y los escasos fondos que comprometen la seguridad de los 1.300 trenes que recorren diariamente el país.

Mientras los turistas disponen de trenes especiales, equipados con diversas comodidades, como aire acondicionado, la mayoría de la población pobre se ve obligada a viajar en lentos y viejos trenes, con vagones destrozados y dudosos dispositivos de seguridad.

Las puertas, luces y salidas de emergencia suelen fallar. Tampoco se controla la cantidad de pasajeros que abordan y éstos ponen en peligro sus propias vidas utilizando cocinillas portátiles o linternas a kerosén, pese a las prohibiciones.

Las autoridades han prometido ayuda y compensaciones a las víctimas. Esta decisión y la exagerada presencia policial en la zona del accidente parecen destinadas a impedir un estallido de violencia entre los familiares y sobrevivientes que recorrían el lugar en busca de sus seres queridos. (FIN/IPS/tra- eng/cmg/mm/sm/dc/tr/02

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