SALUD-BRASIL: La peste

La población de Río de Janeiro, en Brasil, está bajo la amenaza del dengue, una enfermedad en expansión mundial que se cobra un alto precio por la rápida y precaria urbanización de los países en desarrollo.

«El dengue vino para quedarse», se trata de una pandemia cuya propagación y gravedad tienden a aumentar hace varias décadas, advirtió Celso Ramos Filho, profesor de la Universidad Federal de Río de Janeiro y promotor de la medicina preventiva en varias instituciones.

El mosquito transmisor, el Aedes aegypti, que hace 30 años solo estaba presente en el Caribe, Guyana, Suriname y Venezuela, puede hallarse ahora en toda América Latina, con la excepción de Chile y Uruguay, dos países protegidos por el frío, observó Ramos.

Hasta 1970, ni siquiera 10 países habían registrado la forma hemorrágica de la enfermedad, pero ahora son varias decenas, señaló. Esta manifestación grave puede ser mortal en más de 20 por ciento de los casos, si el paciente no recibe tratamiento.

La Organización Mundial de Salud calculó que esta peste moderna amenaza a 2.500 millones de personas, o 40 por ciento de la humanidad. El dengue es carácter netamente urbano, a diferencia de otras enfermedades transmitidas por mosquitos, como la malaria y la fiebre amarilla.

Entre 50 y 100 millones de personas contraen anualmente el dengue, y medio millón son los casos hemorrágicos, con una mortalidad de cinco por ciento. La incidencia entre niños es alta en Asia sudoriental.

Es por ahora una plaga de las regiones tropicales y subtropicales del mundo, es decir, de países pobres, a excepción de algunos como Australia. Pero el Aedes aegypti ya está en el norte de Africa y comienza a llegar al sur de Europa, indicó Ramos.

El brote de dengue es inevitable allí donde el mosquito tiene presencia masiva. En Brasil, los casos empezaron en 1981 en Boa Vista, cerca de la frontera con Venezuela. Río de Janeiro sufrió su primera epidemia en el verano 1986-1987 y otras la siguieron en los años 90.

La actual epidemia es la más grave, por la rápida propagación de la enfermedad, incluso en su forma aguda. En el estado de Río de Janeiro, que tiene 14,4 millones de habitantes, fueron notificados del 1 de enero hasta el 21 de febrero 33.671 casos de dengue, siendo 577 hemorrágicos, con 14 muertes.

Pero la realidad podría ser aún peor, dado que la mayoría de los enfermos y las clínicas privadas no informan a las autoridades sanitarias.

La inquietud domina a la población del estado y de regiones vecinas, debido al rápido crecimiento de los casos. La cantidad diaria de enfermos diagnosticados fue de 1.600, el doble que la semana anterior.

Los hospitales y clínicas están desbordados y el Ministerio de Salud pidió la participación de 2.000 efectivos del ejército y de la marina y de técnicos de otros estados en el combate contra el mosquito en Río de Janeiro.

El temor a ser «la próxima víctima» es generalizado, observó María do Carmo Brito, una funcionaria pública que trabaja en un barrio de alta incidencia de la enfermedad y del mosquito Aedes aegypti. Señales de picaduras en el brazo la mantienen en tensión permanente.

«Como los síntomas llevan de tres a 15 dias para manifestarse, espero a cualquier hora caer enferma», dijo Brito, aclarando que teme contraer el dengue hemorrágico, por haber sufrido su forma clásica en 1995. La repetición aumenta esa posibilidad.

El dengue no es tan terrible como la malaria o el síndrome de inmunodeficiencia adquirida en términos mortalidad, pero es de todos modos una enfermedad grave, observó Ramos.

Los pacientes pueden sufrir dolores agudos y fiebre alta durante una o dos semanas y la forma hemorrágica requiere un pronto tratamiento en hospitales.

Así mismo, «las pérdidas económicas son elevadas», por los días de trabajo perdidos, y toda epidemia ahuyenta a los turistas que en verano, el peor momento del dengue, llegan a las ciudades tropicales, agregó Ramos.

Es imposible erradicar al mosquito y el virus del dengue, del que hay cuatro tipos y tres ya están presentes en Brasil. El Aedes aegypti se siente a sus anchas en las grandes ciudades del mundo en desarrollo, donde el precario saneamiento, la basura y las viviendas inadecuadas favorecen su proliferación en agua empozada, explicó.

No hay perspectivas de obtener vacunas en menos de una década, de modo que es preciso convivir con la endemia, intentando evitar brotes como este de Río de Janeiro y de otras ciudades brasileñas, sostuvo el experto.

Las medidas paliativas consisten en la movilización de la población para evitar los pozos de agua, criaderos del mosquito, y mejorar las condiciones sanitarias y de las viviendas, aunque este último objetivo que no está en el horizonte de los países pobres, concluyó el especialista. (FIN/IPS/mo/ff/he/02

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