El uso del tradicional velo islámico aumenta entre las mujeres de Egipto, aunque hace una década no eran muchas las que aparecían en público con la cabeza o el rostro cubierto.
Egipcias de todas las edades vuelven a cubrirse, la mayoría con el «hijab», prenda que cubre el cabello, y algunas con un velo completo sobre el rostro, llamado «naqab».
Las integrantes de la Asociación Hoda Saharwi mantienen su lucha por los derechos de la mujer, pero usan velo, si bien una de las principales consignas de esa organización cuando surgió hace 80 años fue abandonarlo.
«Cada era tiene sus metas. Ahora nos movilizamos para asegurar los avances en materia económica», dijo Shadiha Hussein, integrante de la Asociación.
«El uso del velo es nuestro deber como musulmanes. Esto es lo que Dios nos ha pedido. Si una mujer lleva un velo completo, nada tenemos que decir. Es algo personal», agregó Hussein.
El uso del hijab «es una elección personal», afirmó, por suparte, Kamilia Shoukry, dirigente de la Alianza de Mujeres Arabes.
Según Shoukry, el debate sobre el velo resta atención a problemas más urgentes, como las oportunidades de trabajo para las mujeres, la discriminación en los empleos mejor remunerados y la inequidad de las leyes de divorcio.
Para algunos observadores externos, el modo en que se usa el velo y la proporción de mujeres que lo lucen es el indicador más directo de la rigidez de una sociedad islámica.
Egipto es muy liberal en comparación con otros países árabes, y también lo son sus mujeres. A diferencia de Arabia Saudita e Irán, donde las mujeres están obligadas a cubrirse de negro, las egipcias pueden heredar tierras y luchar por sus derechos en los tribunales.
Este país debate ahora si el retorno del velo significará una profundización de la fe islámica y un aumento del extremismo o del nacionalismo.
Ragheb Soueif, maestra en la ciudad de Alejandría que viste pantalones jean, camiseta e hijab, señaló que, para muchos, la popularidad del velo revela un empeoramiento de la situación de las mujeres egipcias empeoró.
«Pero si los avances se miden por la libertad de tomar decisiones y aplicarlas, las egipcias estamos mucho mejor ahora que hace 100 años. Llevar el velo es una decisión personal», aseguró Soueif.
Pero la amenaza del extremismo islámico y cuestiones de seguridad afectan el uso del velo, al menos en las universidades.
El Ministerio de Educación de Egipto prohibió en 1994 a las estudiantes el uso del naqab por razones de seguridad.
El primer día que concurrió a la Universidad Americana de El Cairo usando naqab, Heba al Shabrawi fue detenida en la entrada por guardias de la institución. La muchacha se negó a descubrirse el rostro, por lo cual se le impidió la entrada.
Los guardias dijeron que el velo les impedía confirmar su identidad, lo cual, según las normas de la Universidad Americana — que ofrece una educación de corte liberal—, constituye un grave riesgo de seguridad ante la amenaza de atentados terroristas de organizaciones extremistas islámicas.
«¿Cómo pueden enseñarnos libertades públicas y a la vez restringir mi libertad personal de vestirme como quiero? Aunque no fuera una práctica dictada por la religión, sigue siendo una cuestión de libertad individual», sostuvo Al Shabrawi.
El extremismo islámico egipcio adquirió fuerza en los años 90. En 1992, organizaciones extremistas declararon la guerra al turismo, esencial en la economía. En 1997, en el templo de Hatshepsut, en Luxor, 58 turistas fueron masacrados.
El presidente Hosni Mubarak, en el poder desde 1981, aprobó en 1992 una ley antiterrorista e inauguró una política de «mano dura» contra los extremistas, que originó protestas de organizaciones de derechos humanos y estimuló una creciente simpatía popular por los perseguidos, según analistas.
La periodista occidental, Geneive Abdo, quien trabajó en El Cairo en la década del 90, sostuvo en su libro «No God but God» («Ningún dios sino Dios») que Egipto es escenario de un modelo único de islamización.
Según la periodista, la transformación religiosa de la sociedad egipcia se ha registrado de manera pacífica, al influjo de un movimiento popular que no quiere volver a la Edad Media y que cree que los principios islámicos son compatibles con el mundo moderno.
La cambiante ecuación entre el estado secular y las instituciones y la vida religiosa está ilustrada en la creciente influencia de la Universidad Al Azhar, el centro de estudios más importante del mundo islámico, fundado hace unos 1.000 años.
El vicerrector de Al Azahar, jeque Mahmoud Ashour, afirmó que el Islam sólo exige que las mujeres se cubran por completo el cuerpo, excepto el rostro y las manos. Por lo tanto, sostuvo, el naqab «no es obligatorio».
Pero el hijab, en cambio, no está librado a la elección personal, sino al «deber». (FIN/IPS/tra-en/nj/js/lp/mj/cr/02