El gobierno de Rusia advirtió que podría iniciarse un nuevo conflicto en Europa sudoriental si continúan las protestas nacionalistas contra el reconocimiento de la lengua rusa en Moldavia, el país más pobre de Europa.
«Las protestas anti rusas van en detrimento de la concordia civil en la sociedad multinacional moldava», sostuvo el martes el Ministerio de Asuntos Exteriores de Rusia.
«Quienes organizan las manifestaciones y sus promotores extranjeros deben comprender que sus acciones podrían crear una nueva situación de conflicto en Europa sudoriental», por lo que tales hechos «no deberían permitirse», advirtió el Kremlin, que mantiene 2.000 efectivos en la república ex soviética de Moldavia.
Desde enero miles de personas protestan en el centro de la capital, Chisinau, contra la propuesta gubernamental de reconocer el ruso como segunda lengua oficial junto al moldavo, idéntico al rumano, y de introducir en la enseñanza media la asignatura Historia Moldava, en sustitución de la Historia Rumana.
El peligro de inestabilidad en Moldavia preocupa así mismo a Ucrania, su principal vecino eslavo. El jefe de los servicios de seguridad de Ucrania, Vladimir Radchenko, visitó este martes Chisinau para discutir acuerdos de cooperación militar bilateral, y entregó al presidente Vladimir Voronin un mensaje personal de su par de Ucrania, Leonid Kuchma.
El ruso fue la lengua oficial de la república hasta la disolución de la Unión Soviética, en 1991, a la que fue anexada en 1940. Casi dos tercios de los 4,5 millones de moldavos son de origen rumano, mientras el tercio restante está conformado por minorías étnicas rusohablantes.
Aunque el idioma ruso es familiar para 90 por ciento de la población, las divisiones étnicas e históricas se manifiestan en el debate sobre el idioma oficial.
El reconocimiento del ruso como segunda lengua apunta a resolver el conflicto en la oriental región del Trans-Dniéster, habitada por unos 700.000 eslavos rusohablantes, que proclamó su independencia en 1990, por temor a la reunificación con la vecina Rumania, de la que Moldavia formó parte hasta la anexión soviética.
La guerra de las fuerzas gubernamentales para someter a los separatistas concluyó en 1992 gracias a la intervención rusa, y dejó 1.500 muertos. Aún permanecen en la zona 2.000 efectivos rusos.
En lugar de incitar a la violencia, los críticos deberían iniciar un referéndum de acuerdo con las normas democráticas, advirtió el martes Voronin, quien se comprometió a no reprimir las protestas.
La cuestión de la lengua rusa formó parte de las promesas electorales de Voronin, quien asumió en abril del año pasado tras una contundente victoria de su Partido Comunista.
«No habrá agresión de Moldavia contra el Trans-Dniéster», aseguró el martes a al canal ruso TV-3 el comandante de las tropas rusas, Boris Sergeyev.
Chisinau está dispuesto a otorgar un estatuto de autonomía especial al Trans-Dniéster, pero el líder separatista Igor Smirnov reclama la independencia.
Lejos de aquietar las aguas, la propuesta del reconocimiento del ruso fue ignorada en el Trans-Dniéster y despertó las iras de la mayoría nacionalista rumana, que aprovecha la inclinación de Voronin hacia Rusia para desacreditar toda su gestión, acosada por la crisis económica y la anulación de elecciones locales previstas para abril.
La Corte Constitucional canceló el lunes los comicios del 7 de abril debido a la inestabilidad política. Voronin reclamó a la ciudadanía y a los partidos políticos que acaten el fallo que, paradójicamente, parece concebido para encender nuevas protestas.
A fines de enero el gobierno proscribió temporalmente al pro rumano Partido Popular Demócrata Cristiano, acusándolo de organizar actos públicos no autorizados.
Aunque la proscripción debía expirar el 7 de abril, impedía al partido tomar parte del comicio y la campaña electoral, acceder a sus cuentas bancarias y organizar actos públicos.
El Consejo de Europa, organismo intergubernamental que agrupa a 43 estados de Europa occidental, central y oriental, advirtió a Chisinau que las restricciones infringían derechos electorales y la libertad de expresión y de asociación.
El 8 de febrero, el gobierno dio marcha atrás y levantó la proscripción al Partido Popular Demócrata Cristiano, que de momento sólo cuenta con 11 de los 101 escaños del parlamento unicameral, controlado por los 70 legisladores del gobernante Partido Comunista.
A menos de un año en el cargo, el gobierno de Voronin afronta su primer gran desafío. En abril de 2001, el Partido Comunista logró un triunfo que significó el primer retorno del comunismo al poder en las repúblicas de la antigua Unión Soviética.
Voronin, de 61 años, es el tercer presidente electo desde la independencia de 1991. Perteneciente a la minoría rusa, el gobernante prometió superar los efectos de las reformas económicas emprendidas por sus predecesores y sumarse al proceso de integración económica y política de Rusia y Belarús.
El Banco Mundial advirtió el lunes al país que si no cancela sus planes de nacionalizar empresas ya privatizadas, arriesga perder préstamos por valor de 115 millones de dólares.
La actividad económica se contrajo 70 por ciento desde 1991, convirtiendo a Moldavia en el país más pobre de Europa. Más de la mitad de la población sobrevive con un ingreso inferior a un dólar por día. (FIN/IPS/tra-eng/sb/sm/dc/ip/02