El Salvador, uno de los países más pobres pero de más empuje económico de América Latina, se recupera de dos terremotos que hace un año devastaron su geografía.
Este país de 21.000 kilómetros cuadrados, más pequeño que naciones como Bélgica, Uruguay o Suiza, sufrió en 2001 una cadena de sismos de los cuales el más fuerte liberó una energía equivalente a 199 toneladas de dinamita.
Los terremotos dejaron 1.259 muertos, 8.964 heridos, cerca de 1,6 millones de damnificados y pérdidas por 2.000 millones de dólares.
Un año después, el gobierno y analistas independientes coinciden en que la reconstrucción ha sido rápida, pero la tragedia ha puesto en evidencia la pobreza generalizada de los salvadoreños.
«En este último año todo se ha puesto más difícil», explicó a IPS Cristela Torres, de 44 años, empleada de un pequeño hotel de San Salvador.
Un terremoto de 7,6 grados en la escala de Richter azotó El Salvador el 13 de enero de 2001. Torres alquilaba entonces un modesto condominio en San Salvador, donde vivía con tres de sus cuatro hijos, pero tras el sismo tuvo que dormir dos semanas en la calle y a la intemperie.
El 13 de febrero otro terremoto de 6,6 grados de intensidad agravó su situación y la de miles de salvadoreños, pues la cadena de réplicas que le sucedieron causaron una paranoia colectiva.
Ya en la época precolombina, el lugar donde se asienta San Salvador era conocido, por su elevada sismicidad, como el «valle de las hamacas».
«Creíamos que El Salvador se iba a acabar», dijo Torres, quien recibe un salario dario de unos seis dólares y que vivió, al igual que miles de salvadoreños, vivió tres meses en un albergue temporal. El gobierno prometió una ayuda a los damnificados que nunca les fue entregada.
«Aunque están en muy mal estado, hemos regresado a los condominios», afirmó Torres.
Los terremotos de enero y febrero sucedieron cuando los seis millones de salvadoreños comenzaban a acostumbrarse a un proceso de dolarización impulsado por el gobierno de Francisco Flores.
«La dolarización nos protegió de la devaluación y de un mayor impacto económico de los terremotos», explicó a IPS Rafael Barraza, director del Banco Central de Reserva (BCR).
El crecimiento económico del país fue nulo en 2001, pero Barraza sostuvo que las perspectivas para este año mejorarán.
Las consecuencias de los terremotos fueron mayúsculas, pues fueron destruidas 166.000 viviendas, muchas de las cuales también albergaban talleres de microempresas.
La tragedia fue dantesca en algunos lugares como en el barrio de Santa Tecla, en las afueras de San Salvador, donde un alud sepultó decenas de casas y a personas que estaban al pie de una colina.
«En la reconstrucción el saldo es positivo, hay que reconocer el mérito del gobierno» en el rescate de la infraestructura pública, explicó a IPS el economista salvadoreño Juan Héctor Vidal, asesor de la Cámara de la Construcción de El Salvador.
El sector de la construcción creció 12 por ciento el año pasado, agregó Vidal. La inversión gubernamental para la construcción de viviendas ascendió a 31,9 millones de dólares. Se calcula que se entregaron más de 31.900 casas nuevas y se espera para los próximos meses la construcción de 22.000 más.
El gobierno se propone invertir este año cerca de 2,1 millones de dólares en la construcción de viviendas y, según datos oficiales, hay optimismo dado el actual ritmo de la actividad.
A pesar de este esfuerzo, el país tiene un déficit de vivienda permanente, advirtió Vidal.
La ayuda internacional, que ascendió a 1.300 millones de dólares, alivió la grave situación, así como las remesas enviadas a sus familias por más de un millón de salvadoreños residentes en el extranjero, principalmente en Estados Unidos, que alcanzaron un monto sin precedentes de 1.900 millones de dólares.
«En algunos lugares sí se nota la reconstrucción», dijo a IPS la académica salvadoreña Alma Benítez, fiscal de la Comisión para la Defensa de los Derechos Humanos en Centroamérica (Codehuca).
Sin embargo, agregó Benítez, El Salvador vive la tragedia cotidiana de la pobreza que agobia a muchos y que, según la activista, se agravó tras los sismos.
La privada Universidad Centroamericana (UCA) de El Salvador calculó que uno de cada dos salvadoreños es pobre.
«Aquí la gente vive con desesperación, pues no hay oportunidades de trabajo y el gobierno quiere privatizarlo todo», sostuvo Benítez. Los servicios de electricidad, telefonía y pensiones ya pasaron a manos privadas y algunos activistas prevén que pronto le seguirán los servicios de salud.
Pero a lo largo del país los peligros continúan, pues miles de construcciones están hechas con adobe, ladrillo hecho a base de barro y agua, que cuando se derrumba es peligroso por su peso y la polvareda que origina.
«La reconstrucción se aprecia mejor en las carreteras, pues muchas quedaron destruidas y ya han sido restablecidas», explicó a IPS el economista independiente Francisco Molina.
El gran reto a un año de los terremotos es alcanzar un repunte económico que permita un crecimiento sostenido superior a cinco por ciento anual, dijo Molina. «Otro de los grandes problemas que afrontamos es el desempleo», agregó el analista.
Según cifras oficiales, el desempleo en El Salvador asciende a siete por ciento de la población económicamente activa.
Pero el mayor problema en ese campo es el 30 por ciento de subempleo, es decir la proporción de la fuerza laboral que no trabaja tiempo completo y que aspira a trabajar más o la gente trabaja tiempo completo pero no recibe una remuneración acorde.
La sociedad salvadoreña ha sufrido en las últimas décadas conflictos armados, terremotos, sequías y pobreza. Pero, a pesar de todo, muchos salvadoreños dicen que seguirán luchando por salir adelante.
Cristela Torres dice que su sueño es comprar una casa propia y que sus dos hijas menores p-de cinco y 12 años— sigan una carrera universitaria.
«Al futuro en El Salvador lo veo bien mal, pero Dios primero voy a cumplir mi sueño», dijo. (FIN/IPS/nf/mj/dv/02