Un programa de desarrollo y de búsqueda de la paz, implementado desde hace unos seis años en la vasta región central colombiana del Magdalena Medio, se perfila como modelo alternativo en las difíciles condiciones que impone la guerra civil.
«A Colombia hay que construirla dentro del conflicto, porque la solución puede tardar aún 10 años», dijo a IPS el sacerdote jesuita Francisco de Roux, director del Programa de Desarrollo y Paz del Magdalena Medio, que ganara el Premio Nacional de Paz 2001, otorgado por medios de comunicación locales.
De Roux fue uno de los asistentes a la Cumbre de Paz, que reunió entre el martes y el jueves de la semana pasada en La Habana a representantes del gobierno de Andrés Pastrana, del insurgente Ejército de Liberación Nacional (ELN), de la sociedad civil colombiana y de la comunidad internacional.
«Es un programa de la gente. Somos un grupo de colombianos convencidos de que la salida no es la guerra», dijo el sacerdote, quien pudo dialogar en la Cumbre con autoridades y jefes guerrilleros en busca de soluciones concretas para la zona media del río Magdalena.
«Acá estuvimos hablando con el ELN (la segunda fuerza rebelde de Colombia) para tratar de crear un espacio en Colombia, donde no haya hostilidades económicas ni sociales, ni del Estado, ni de la guerrilla contra la población», informó.
La región del Magdalena Medio abarca 30.177 kilómetros cuadrados, bañados a lo largo de 300 kilómetros por el río Magdalena, el más importante del país.
El área incluye 29 municipios de los departamentos de Bolívar, Cesar, Antioquia y Santander, ricos en petróleo, oro y en producción agrícola, ganadera, maderera y de pesca, pero pobres en calidad de vida para sus pobladores.
La mayoría de sus 810.000 habitantes carecen de los recursos necesarios para «una existencia digna» y viven en constante zozobra bajo el «fuego cruzado» de las guerrillas izquierdistas, del ejército y de los paramilitares de derecha.
Según De Roux, la guerra le cuesta a la zona unos 15 millones de dólares al mes, y «es el campesinado el que más sufre la presión de los grupos violentos que quieren desplazarlos, sacarlos de la región».
Explicó que en Magdalena Medio se producen unos 2.800 millones de dólares de valor agregado al año, pero sólo unos 400 millones de dólares se quedan allí.
La región es tan rica como un país europeo mediano por su ingreso por persona, sin embargo, 70 por ciento vive en condiciones paupérrimas», advirtió.
El sacerdote opinó que el área ha cobrado mucho interés para las paramilitares Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), con una fuerza en todo el país de unos 13.500 combatientes y que aspiran a equipar su poderío con las FARC, la principal guerrilla colombiana con 15.000 miembros.
Por otro lado, en el territorio existen cerca de 20.000 hectáreas de plantaciones de coca, utilizadas «para financiar la guerra», pues los campesinos se ven obligados a «pagar impuestos a unos y otros actores del conflicto», señaló De Roux.
Definió el Programa de Desarrollo y Paz del Magdalena Medio como una propuesta de vida con dignidad, que apunta a construir una convivencia ciudadana basada en las relaciones de confianza entre los pobladores y en la transformación y fortalecimiento de las instituciones.
También se busca edificar una «economía justa y sostenible, abierta al país y al resto del mundo», que sea protectora del medio ambiente y esté controlada por los mismos habitantes de la región, comentó.
«Es un modelo económico donde queremos que los empresarios no sean injustos, que el mercado no domine la economía, sino que esté al servicio de las personas (…). Nosotros lo llamamos la ocupación productiva del territorio por los propios pobladores organizados», indicó De Roux.
El Programa, luego de un estudio que permitió conocer la situación y necesidades de la zona y sus habitantes, concretó entre 1998 y 2001 alrededor de 90 proyectos económicos, educativos, comunicativos y de convivencia y Paz.
A pesar de los riesgos y la incertidumbre de la guerra, en los campos germinaron cultivos de arroz, cacao, yuca, café, frijol, mora y otros frutos diversos que aseguran la alimentación diaria, junto al desarrollo de granjas avícolas y comercializadoras pesqueras.
«Cada proyecto que escogemos es una mesa de negociación del conflicto y tratamos de que sea hecho de tal manera que ineludiblemente los actores confrontados por intereses opuestos tengan que sentarse a trabajar. A esto le llamamos desarrollo en caliente», subrayó el sacerdote.
Al alero del programa, centenares de familias campesinas se dedican en la actualidad a la producción de cacao orgánico, palma africana o a la crianza del búfalo de agua, que es «un gran ganado para el pobre, en clima tropical».
El trabajo ha sido fuerte en la recuperación de unas 48.000 fincas campesinas, que De Roux considera «el mayor tesoro» de la región, mediante el fortalecimiento de la agricultura orgánica y el aseguramiento de mercados.
«Se trata de organizar a los campesinos en cooperativas y vigorizar los pueblos rurales para que sean sitios desde donde se promueva el desarrollo del campo», señaló.
El Programa de Desarrollo y Paz del Magdalena Medio cuenta con respaldo del Banco Mundial, de la Organización de las Naciones Unidas y de la Unión Europea. «Cuando se hace algo que vale la pena, siempre habrá apoyo», reflexionó el sacerdote. (FIN/IPS/pg/dm/ip/02