La hostil recepción en Filipinas a unos 600 soldados estadounidenses muestra la resistencia que deberá afrontar Washington en aventuras militares más allá de Afganistán, según especialistas en política de Asia Sudoriental.
Hasta ahora, activistas de Manila han sido los críticos más estruendosos de la presencia militar estadounidense en Filipinas, cuyo objetivo declarado es ayudar a las fuerzas de seguridad a luchar contra Abu Sayyaf, un pequeño grupo insurgente islámico que opera en la región meridional del archipiélago.
Protestas callejeras en la capital de Filipinas hacen recordar a las realizadas allí durante los años 80, contra la existencia de grandes bases militares estadounidenses en territorio de ese país.
Los medios de prensa locales preguntan qué tipo de ayuda brindarán los soldados estadounidenses, y hasta qué punto se justifica la operación lanzada por Washington, en el marco de convenios de cooperación militar con Manila, contra una organización que al parecer tiene menos de 1.100 integrantes.
El gobierno estadounidense piensa que Abu Sayyaf tiene algunos vínculos con la red terrorista Al Qaeda (La Base), dirigida por el saudita Osama bin Laden, a quien considera responsable de los atentados del 11 de septiembre en Nueva York y Washington.
Sobre esa base, el despliegue de tropas en Filipinas se presenta como la segunda etapa de la campaña internacional antiterrorista lanzada por Washington tras aquellos ataques, que comenzó en Afganistán, y funcionarios estadounidenses sostienen que es esencial para combatir al terrorismo en Asia Sudoriental.
Un general estadounidense dijo el miércoles a periodistas, en la región meridional de Filipinas, que la campaña durará seis meses y que su país está preparado para que haya muertos y heridos entre sus soldados.
El enfoque del asunto por parte de Estados Unidos preocupa a expertos en cuestiones políticas de la región, quienes se preguntan cuáles son las verdaderas intenciones de Washington, y qué consecuencias tendrá a largo plazo el aumento de la presencia militar estadounidense en el área.
Los integrantes de Abu Sayyaf son «delincuentes locales, criados por la pobreza enémica, la marginalidad social y un comprensión pervertida de la fe islámica», sostuvo el columnista Randy Daviden en el diario Philippine Daily Inquirer.
Se trata de «un grupo de bandidos, que en otras épocas habrían sido llamados piratas», afirmó Robert Karniol, editor para Asia- Pacífico de la revista estadounidense especializada en asuntos militares Jane.
Las armas de que dispone Abu Sayyaf fueron compradas durante la última década con millones de dólares provenientes del pago de rescates por civiles filipinos y extranjeros personas que ese grupo secuestró.
Los insurgentes mantienen prisioneros en la actualidad a dos misioneros cristianos estadounidenses y a una enfermera filipina.
Karniol coincidió con especialistas filipinos en que Estados Unidos debería apuntar contra organizaciones insurgentes mayores, como el Frente de Liberación Moro y el Frente de Liberación Moro Islámico, si en realidad se propone actuar contra los grupos armados del país que invocan al Islam para justificar sus actos.
«Esos grupos sí tiene objetivos ideológicos», explicó.
El despliegue de tropas de Estados Unidos en Filipinas tiene ojetivos más allá de Abu Sayyaf, según el activista humanitario malasio Chandra Muzaffar, presidente del Movimiento por un Mundo Justo, con sede en Penang.
Esa operación «es parte de una estrategia de Washington para demostrar su poder militar e imponer su hegemonía a otras naciones», y busca entre otras cosas «acobardar a la población de países de Asia Sudoriental en los cuales tienen bases grupos militantes islámicos», opinó.
En Malasia viven unos 10,8 millones de musulmanes.
Indonesia, cuya población musulmana de unos 170,3 millones es la mayor del mundo, «puede ser el próximo blanco de la campaña antiterrorista estadounidense», según el conferencista indonesio sobre ciemcias políticas Sartika Soesilowati, de la Universidad de Airlangga.
En los últimos tiempos abundan los informes de Inteligencia sobre vínculos entre grupos militantes islámicos de Asia Sudoriental, y en especial sobre la organización Jemaah Islamiah, que busca crear un Estado islámico que reúna a Indonesia, Malasia, Tailandia y la región meridional de Filipinas.
Jóvenes indonesios, filipinos y malasios fueron trasladados a Afganistán para combatir contra tropas de la Unión Soviética que invadieron ese país en 1979, junto con miles de otros «mujaidines» (guerrilleros islámicos).
Bin Laden fue uno de los organizadores de ese reclutamiento internacional, que contó con activo apoyo estadounidense.
Un fenómeno similar ocurrió cuando comenzó la campaña de Washington contra el movimiento Talibán, que controlaba la mayor parte del territorio afgano y se negó a entregar a Bin Laden tras los atentados de septiembre, según IslamOnline, un servicio de noticias qatarí en Internet, la red mundial de computadoras.
«El porcentaje de la población de países de Asia Sudoriental qeu comparte la ideología de Al Qaeda no es mayor que el de las demás naciones musulmanas», afirmó Karniol.
El especialista prevé que las actividades estadounidenses de Inteligencia aumentarán en la región, pero duda de que Washington lance en Asia Sudoriental una operación militar en gran escala como la que realizó en Afganistán.
Los gobiernos de la región no han hecho mucho para desarrollar una estrategia común en asuntos de seguridad, pese al llamado a crear una coalición antiterrorista lanzado el año pasado por la presidenta de Filipinas, Gloria Macapagal-Arroyo.
Soesilowati piensa que eso se debe a que varios gobiernos no desean involucrarse en la campaña estadounidense, rechazada por la población musulmana de esos países porque se dirige «sobre todo contra musulmanes».
La situación era muy distinta durante la Guerra Fría, ya que «el comunismo se identificaba con el ateísmo, y por lo tanto era considerado un enemigo del Islam», comentó.
Sin embargo, Muzaffar enfatizó que «no tiene sentido hablar del 'peligro rojo' (comunista) ni del 'peligro verde' (fundamentalista islámico), ya que el verdadero peligro está en la dominación hegemónica y en la multitud de injusticias que emanan de ella». (FIN/IPS/tra-eng/mmm/js/mp/ip/02