ESTADOS UNIDOS-ASIA: Bush viaja con la guerra en la valija

El presidente de Estados Unidos, George W. Bush, llegará el próximo lunes a Asia nororiental, región crispada por la incertidumbre de la guerra antiterrorista, en busca del respaldo de los gobiernos de Japón, Corea del Sur y China.

La gira asiática durará una semana y completará la visita que Bush debió interrumpir en octubre del año pasado a causa de la campaña militar contra Afganistán.

El mandatario buscará asegurar a los gobiernos de los tres países que Asia nororiental es una prioridad para su gobierno, y recordarles la importancia de Washington para su propia seguridad, en especial para Japón y Corea del Sur.

Buena parte del viaje será para las cámaras. Bush visitará el memorial de la dinastía Meiji y hablará ante al parlamento de Japón, en Tokio, acudirá a un puesto de observación en la Zona Desmilitarizada entre Corea del Sur y Corea del Norte, y cumplirá con el obligado paseo por la Gran Muralla China.

Tokio, Beijing y Seúl recibirán al mandatario en medio de un clima tenso. Al igual que los aliados europeos, los tres países están inquietos por la retórica agresiva de Bush, su retiro del Tratado de Misiles Antibalísticos (ABM) y la incertidumbre sobre el futuro inmediato de su campaña antiterrorista.

«La política del gobierno de Bush en Asia oriental y sus peligrosas consecuencias para la seguridad regional están en cuestión», dijo James Reilly, representante en la región del American Friends Service Commmittee, un grupo pacifista cuáquero.

Japón, China y en especial Corea del Sur han expresado su preocupación por la inclusión de Corea del Norte, junto a Irán e Iraq, en un «eje del mal» patrocinador del terrorismo internacional, definido por Bush en su discurso sobre el Estado de la Unión el mes pasado.

Además, Japón y China mantienen reservas sobre la extensión de la campaña militar estadounidense a Iraq o, lo que ven con mayor inquietud, a Irán, importante mercado y fuente de petróleo para Tokio y Beijing.

Aunque es posible que China no plantee la cuestión en público, seguramente buscará aclarar las intenciones estadounidenses en Asia central, donde Washington está construyendo lo que podría describirse como una infraestructura militar permanente.

«Los ataques terroristas del 11 de septiembre (en Nueva York y Washington) exacerbaron las preocupaciones de Beijing sobre las intenciones a largo plazo de Estados Unidos en la zona de influencia de China», advirtió Bates Gill, especialista en China de la Brooking Institution, con sede en Washington.

Pero el viaje también será una buena oportunidad para que Bush, con escaso conocimiento sobre Asia, se familiarice con la región y sus gobernantes.

En ese sentido, despierta gran interés una reunión entre Bush y Hu Jintao, posible sucesor del presidente de China, Jiang Zemin, que hasta ahora ha mantenido contactos mínimos con altos funcionarios occidentales.

«Es muy bueno que Bush vaya (a Asia), pues existe el peligro de que la región resulte ignorada en medio de las consecuencias del 11 de septiembre», estimó el ex asesor del Departamento de Estado, Alan Romberg, experto en Asia nororiental.

La primera escala de Bush en Japón, adonde llegará el lunes, puede ser la menos inquietante, pues la principal preocupación de Washington con Tokio es la decepcionante perspectiva económica japonesa y el creciente peligro de un colapso financiero.

Washington esperaba que el primer ministro de Japón, Junichiro Koizumi, cumpliera sus promesas de aplicar profundas reformas económicas, pero ante su aparente falta de voluntad y las notorias diferencias dentro del equipo económico de Bush, este aspecto se discutirá en privado.

En público, Bush saludará efusivamente el respaldo de Koizumi a la guerra antiterrorista, en especial el envío de varios barcos al océano Indico para ayudar al abastecimiento de la flota estadounidense, y la organización de la conferencia de donantes, en diciembre, para la reconstrucción de Afganistán.

Desde la guerra del Golfo contra Iraq, en 1999, Estados Unidos presiona a Japón para que expanda su capacidad militar en respaldo de sus fuerzas en Asia.

En cambio, la visita a Seúl será mucho más delicada. La mención del eje del mal en el discurso de Bush sobre el Estado de la Unión enterró definitivamente la política de acercamiento con Pyongyang concebida por el presidente de Corea del Sur, Kim Dae Jung.

Corea del Norte reaccionó con amargura a la acusación de formar parte del «eje del mal», cancelando abruptamente una visita de ex diplomáticos estadounidenses.

Luego del 11 de septiembre, Pyongyang anunció que ratificaría siete convenciones internacionales contra el terrorismo, pero Washington parece haber ignorado por completo esa decisión.

La tensión se agrava porque el gobierno de Corea del Sur, estrecho aliado de Estados Unidos, ni siquiera fue advertido sobre el contenido del discurso. Incluso sectores norcoreanos conservadores acusaron a Bush de encender los ánimos sin motivo.

El presidente repetirá lo mismo que han dicho en las últimas semanas otros funcionarios: Washington está dispuesto a reunirse con Pyongyang en cualquier momento y lugar para dialogar sin condiciones previas.

A cambio, Washington espera que Kim suscriba un duro pronunciamiento de condena a la permanente exportación de misiles de Corea del Norte a Iraq, Irán y otros estados «renegados», y a su presunto intento de desarrollar armas nucleares.

«Creemos que es posible tener una política que hable claro sobre el régimen de Corea del Norte y aun así deje abierta la posibilidad del diálogo», dijo esta semana la asesora de Seguridad Nacional, Condoleezza Rice.

Bush expondrá el mismo argumento ante Beijing, que mantiene una alianza militar con Pyongyang y ha presionado a Corea del Norte para que se muestre más abierta a cooperar con Estados Unidos.

El mandatario estadounidense seguramente reclamará a Jiang que ponga fin a las exportaciones de armas y equipamiento bélico a Irán y Pakistán.

Los gobernantes chinos tienen una agenda mucho más amplia, que incluye las intenciones estratégicas estadounidenses desde Asia central hasta Taiwan y el abandono del tratado ABM.

«Jiang Zemin necesita algunas palabras tranquilizadoras en público que le permitan decir a su pueblo: 'Estoy manejando esta situación, ellos (Estados Unidos) pueden ser una superpotencia hegemónica e imperialista, pero puedo tratarlos eficazmente'», opinó Gill, de la Brooking Institution. (FIN/IPS/tra- eng/jl/aa/dc/ip/02

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