La elite empresarial y política del mundo reunida desde este jueves en el Foro Económico Mundial, en Nueva York, delibera sobre el futuro de la globalización, mientras que en las calles de la ciudad rige una ley de seguridad del siglo XIX.
La reunión, que se celebró desde 1971 en la ciudad montañosa de Davos, Suiza, fue motivo este jueves de protestas que acabaron con la veda de manifestaciones callejeras que la población de la ciudad se había autoimpuesto luego de los atentados del 11 de septiembre.
Hasta los peatones imprudentes pueden ser arrestados, informó la policía. Una ley de 1845, invocada por las autoridades, permite detener a cualquier grupo de tres o más personas que cubran sus rostros o usen capuchas, accesorios comunes en el invierno boreal de Nueva York.
La cantidad de policías fuertemente armados superó este jueves a los manifestantes, que protestaban contra el Foro de Davos, el máximo acontecimiento político en favor de la globalización de la economía, que reúne hasta el 5 de febrero a 3.000 políticos, empresarios y expertos.
Con excepción de las personalidades invitadas, los participantes debieron pagar 25.000 dólares para tomar parte de las conferencias que se desarrollan en el famoso hotel Waldorf- Astoria, ubicado en el distrito neoyorquino de Manhattan, y protegido por un cordón de seguridad de 4.000 policías.
Sindicatos, activistas contra el sida y la pobreza, ambientalistas y grupos religiosos de base aseguraron que se harán oír con varias manifestaciones, que incluirán una marcha masiva el sábado.
Los críticos del Foro aseguran que la reunión no se mudó a Nueva York como un acto solidario con la ciudad afectada por el ataque del 11 de septiembre, sino por las falencias de seguridad de la localidad turística de Davos, ante una embestida de protestas, y por el temor de empresarios estadounidenses a viajar.
El Foro de Davos fue expulsado de Suiza por una concertada campaña de acción directa, sostuvo un comunicado de la Convergencia Anticapitalista, con sede en Nueva York, uno de los principales organizadores de las protestas.
Los directores del Foro calificaron la mudanza como un acto de solidaridad con la ciudad, emblema del poder financiero mundial devenido en la víctima más visible del terrorismo.
No sólo la policía neoyorquina se muestra intolerante con los manifestantes.
En una conferencia de prensa celebrada el martes, la mayoría de los periodistas se interesaron excesivamente en los problemas de seguridad, y prestaron poca atención a las razones esgrimidas por las organizaciones civiles para la protesta, como la desigualdad, la pobreza y el desempleo.
«Es un insulto para los neoyorquinos creer que no pueden protestar. Esta es una ciudad que tolera el disenso», dijo Eric Laursen, encargado de prensa de los manifestantes.
«Embotellamientos de tránsito. Barricadas. Manifestantes. Un par de miles de figuras importantes. Un año atrás, la combinación hubiera sido otro espectáculo para la ciudad. Pero no (este jueves) cuando comience el Foro Económico Mundial», afirmaba un artículo editorial del diario neoyorquino Daily News.
El periódico se refirió poco antes a los activistas como «legiones de agitadores», «locos», «parásitos» y «excéntricos».
Según la organización Imparcialidad y Precisión en la Información (FAIR), el Daily News incurrió en amenazas cuando advirtió desde sus páginas a los manifestantes, «tienen derecho a la libre expresión, pero intenten trastornar a esta ciudad y recibirán una patada en vuestros traseros antiglobalizadores».
FAIR sostuvo que «es difícil ver esa retórica como si no fuera un intento de manipular el legítimo dolor de los neoyorquinos por el 11 de septiembre, para avivar un ataque al disenso».
El diario The New York Times fue más cauto, y sostuvo que la ciudad ganará entre 13 y 19 millones de dólares por alojar al Foro, pero gastará 11 millones en la protección de los participantes. El valor de la cobertura internacional sobre la ciudad, en cambio, es invalorable, agregó.
Si la situación se fuera de las manos de las autoridades, esas cifras podrían invertirse.
La noroccidental ciudad de Seattle, anfitriona de la conferencia de la Organización Mundial de Comercio, en 2000, gastó 50 por ciento más de lo previsto para reprimir las manifestaciones, y los comercios locales perdieron 17 millones de dólares por los destrozos provocados, recordó el periódico.
«Aún así, los analistas más estrictos del presupuesto ciudadano, creen que la ciudad se beneficiará con la atención generada por el Foro», concluyó el diario.
Antes del inicio de las sesiones de la conferencia, la policía invitó a los medios de prensa a presenciar un ejercicio de represión de una revuelta simulada.
Para los activistas se trató de otra demostración intimidante. El operativo, según FAIR, fue una prueba más de «la facilidad con que se compara a los activistas con los terroristas».
El año pasado, el Foro de Davos concluyó sin acuerdos entre los críticos de la globalización —que fueron admitidos en bajo número a las sesiones— y los representantes de las corporaciones.
Los organizadores no prevén un documento o declaración de consenso, en las deliberaciones que se centrarán en la recesión mundial, el caos de Argentina y la inseguridad internacional provocada por la amenaza del terrorismo y la guerra emprendida por Estados Unidos.
«Los integrantes del Foro de Davos sostienen que vienen a Nueva York a manifestar su preocupación. Pero hay quienes dicen que vienen a disfrazar su agenda», dijo Simon Greer, de la organización sindical Empleos con Justicia. (FIN/IPS/tra-en/au/aa/dc-lp/if/02