ECONOMIA-BRASIL: Regreso a la sustitución de importaciones

La economía de Brasil adopta nuevos rumbos, obligada por la necesidad de aumentar el superávit comercial para reducir su vulnerabilidad ante crisis externas.

La sustitución de importaciones, el fomento a la industria y la disputa agresiva de mercados para las exportaciones, mecanismos que estuvieron proscriptos del vocabulario dominante por más de un decenio, volvieron a ser prácticas explícitas del gobierno.

«Ahora sí, aunque tardíamente, el gobierno despertó de su creencia ingenua en el liberalismo, que lo hizo renunciar a una política comercial activa», dijo a IPS Antonio Correa de Lacerda, presidente de la Sociedad Brasileña de Estudios de Empresas Transnacionales y Globalización.

Brasil deberá producir mercancías que sustituyan importaciones y ampliar sus exportaciones, pues necesita un superávit comercial anual de 10.000 millones de dólares para superar la dependencia de capitales extranjeros, que limita su crecimiento económico, sostuvo Lacerda.

Este país alcanzó un superávit de esa magnitud durante buena parte del decenio del 80 hasta 1994, cuando logró poner fin a tres décadas de altísima inflación y la estabilidad de la moneda pasó a ser prioridad absoluta.

Para contener los precios se estimuló la importación, mediante reducciones arancelarias y una sobrevaluación cambiaria, también justificadas como mecanismos para la actualización de equipos y tecnologías dirigida a mejorar la competitividad industrial.

Como consecuencia, la balanza comercial pasó de un superávit de 49.384 millones de dólares acumulados entre 1991 y 1994 (un promedio anual de 12.346 millones) a un déficit de 25.612 millones en los seis años siguientes (4.268,7 millones de dólares anuales).

A pesar de la gran depreciación de la moneda iniciada en enero de 1999, cuando Brasil adoptó el cambio flotante, sólo volvió a registrarse superávit comercial el año pasado, esta vez de 2.643 millones de dólares.

Obligado a pagar intereses de la deuda pública y otros gastos, como transporte y crecientes remesas de utilidades, Brasil tiene cuentas externas desfavorables, sólo cubiertas por el gran ingreso de inversiones extranjeras directas de los últimos años, la mayoría atraídas por el programa de privatizaciones.

Las tasas de interés brasileñas estuvieron entre las más altas del mundo desde 1994, para atraer capitales y mantener baja la inflación, en especial ante los efectos de las crisis económicas en Asia (1997), Rusia (1998) y en Argentina, cuya economía se hundió a fines del año pasado después de mantenerse en recesión desde 1998.

La consecuencia fue un crecimiento económico mediocre en los siete últimos años, un promedio de 2,6 por ciento anual, la mitad del resultado que desea el gobierno.

Para romper el obstáculo que representa el desequilibrio de las cuentas externas, la única solución es aumentar el superávit comercial, sentenció Lacerda. Para eso se requiere una política industrial que fomente tanto la sustitución de importaciones como el aumento de exportaciones.

Eso implica una combinación de incentivos a la producción y una política comercial que estimule las inversiones, atrayendo grandes empresas por el prometedor mercado brasileño y por la posibilidad de exportar desde fábricas locales a otros mercados, como el latinoamericano.

Brasil obtiene un gran superávit en el sector agrícola, que alcanzó cerca de 19.000 millones de dólares el año pasado. Pero casi todo ese monto se contrarresta por el déficit en los rubros electrónico, químico y de bienes de capital, observó Lacerda.

La producción agrícola tiene «precios declinantes y demanda de escasa expansión», al contrario del dinamismo de los sectores en que Brasil es gran importador, una tendencia desfavorable que debe ser contenida sustituyendo importaciones, argumentó.

Las sustituciones ya están en marcha, aunque incipientes, indicó el secretario de la Cámara Interministerial de Comercio Exterior, Roberto Giannetti da Fonseca, quien mencionó en ese sentido la instalación en Brasil de grandes empresas, como las coreanas LG y Samsung, para producir componentes electrónicos.

La política de fomento industrial ya se expresa en varias medidas del gobierno, como la exención arancelaria para la importación de equipos en sectores clave.

Otro ejemplo es la reducción de impuestos internos a la producción de papel de prensa, que mejora la competitividad de la industria nacional, recordó Giannetti.

El gobierno impulsó en los últimos años medidas de apoyo a la industria, como facilidades de crédito y al avance tecnológico, pero «de forma desordenada, dijo Flavio Castelo Branco, jefe del Departamento de Política Económica de la empresarial Confederación Nacional de la Industria (CNI).

«Sólo ahora» las autoridades adoptan «gradualmente una política industrial como eje», agregó.

La reducción de la tasa básica interbancaria de 19 a 18,75 por ciento anual, adoptada por el Banco Central el día 20 después de ocho meses sin alteraciones, es otro aliciente al crecimiento económico, que este año debería superar el dos por ciento antes previsto por la CNI, según el economista.

El gobierno decidió también cuestionar ante la Organización Mundial de Comercio los subsidios, cuotas y otras barreras que obstaculizan sus exportaciones y deprimen los precios del azúcar, el jugo de naranja y la soja, además de impedir una mayor producción de algodón.

Con una actuación más decidida en la exportación y en la sustitución de importaciones, la economía brasileña podrá crecer más de cinco por ciento dentro de tres años, pronosticó Julio Gomes de Almeida, director del Institudo de Estudios de Desarrollo Industrial, vinculado con el empresariado de Sao Paulo, principal polo industrial del país. (FIN/IPS/mo/mj/if/02

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