Las autoridades de China están divididas sobre cómo manejar las relaciones con la única superpotencia del mundo y con la comunidad internacional, en vísperas de la visita del presidente de Estados Unidos, George W. Bush, a ese país.
«Una China ascendente será una China incierta y perpleja», porque «faltan estrategias nacionales claras y coherentes», opinó Shi Yinhong, profesor de relaciones internacionales de la Universidad de Renmin y autor de varios escritos acerca de los debates internos de Beijing sobre las relaciones exteriores.
La política exterior de Beijing es «incoherente y fragmentaria», y en general refleja «las vicisitudes de la actualidad mundial» en lugar de una visión a largo plazo, afirmó Shi en un foro sobre China realizado en Washington con los auspicios de la Fundación Sasakawa para la Paz, de Japón.
Las diferencias entre las autoridades chinas sobre la política exterior «no tienen precedentes desde la revolución de 1949» que llevó al Partido Comunista al poder, aseguró el académico, reconocido como un experto en las relaciones chino- estadounidenses.
Según Shi, el gobierno chino está dividido en dos grupos, cada uno con una visión diferente de Estados Unidos.
El primer grupo, mayoritario, duda que un arreglo a largo plazo con Estados Unidos sea posible, porque cree que Washington «no tolerará a China como potencia mundial, ni siquiera en Asia».
«La estrategia militar de Estados Unidos en Asia oriental y sus alianzas, en particular con Japón, resultan muy sospechosas», opinó Shi.
Un segundo grupo, pequeño pero muy influyente, espera lograr un acuerdo con Washington para 2010 y cree que, a largo plazo, las fuerzas de Estados Unidos en Asia proveerán estabilidad y ayudarán a contrarrestar a los países que fabrican armas de destrucción masiva y patrocinan el terrorismo.
Esta segunda facción es la que más promueve la integración de China con organizaciones multilaterales, como la Organización Mundial del Comercio (OMC), en la que China ingresó formalmente el pasado diciembre.
En China, estas diferencias se pusieron de manifiesto abiertamente esta semana.
Li Peng, presidente del parlamento, condenó el lunes lo que llamó «interferencia extranjera» en China sobre los derechos humanos, en alusión a las constantes acusaciones de Washington sobre abusos y represión.
Pocos días después, Zeng Peiyan, director de la Comisión Estatal de Planificación del Desarrollo, declaró a la agencia oficial de noticias Xinhua que «factores no económicos» (un eufemismo para referirse a los derechos humanos) «no perjudicarán los profundos lazos económicos entre China y Estados Unidos».
«Siempre que ambas partes puedan mantener los factores no económicos al margen, la cooperación económica bilateral crecerá en forma saludable y con perspectivas brillantes», dijo.
En la actualidad, parece prevalecer el grupo más moderado, dado que China ha estado cooperando estrechamente con la guerra de Estados Unidos contra el terrorismo desde los atentados del 11 de septiembre en Nueva York y Washington.
Por primera vez desde el colapso de la Unión Soviética en 1991, agencias de inteligencia de Estados Unidos y China compartieron información, relacionada con el saudí Osama bin Laden (el principal sospechoso de los atentados del 11 de septiembre), su red terrorista Al-Qaeda y grupos radicales islámicos de Asia.
Así mismo, China prometió 150 millones de dólares para la reconstrucción de Afganistán y podría aportar tropas para una fuerza multinacional de paz en ese país, una vez retiradas las fuerzas estadounidenses.
Beijing también se abstuvo de criticar la participación militar de Estados Unidos en Filipinas y la cooperación de Japón con fuerzas estadounidenses cerca de Afganistán.
En contraste, hace un año las relaciones bilaterales estaban sumamente tensas a raíz de la colisión de un avión espía de Estados Unidos con un caza chino cerca de la isla de Hainan y del bombardeo accidental de la embajada china en Belgrado, Yugoslavia, hace dos años, durante la campaña de la OTAN contra Serbia.
La actitud blanda del gobierno también difiere de la opinión pública china, en su mayoría nacionalista y anti-estadounidense.
«Hay críticas muy extendidas a la moderación del gobierno en su actitud hacia Estados Unidos y Japón», afirmó Shi.
Los debates internos, añadió, «reflejan la complejidad de la posición internacional de China y Estados Unidos, así como de sus perspectivas».
Minxin Pei, miembro de la Fundación Carnegie para la Paz Internacional, en Washington, llamó a Shi «una de las mentes chinas más independientes en materia de política exterior».
Una razón por la que la opinión pública china con frecuencia es contraria a la posición oficial es la falta de fuentes independientes de información que puedan proveer análisis e ideas cuestionadoras de las políticas gubernamentales.
La prensa y la propaganda oficiales son a menudo altisonantes y jactanciosas con respecto a Washington y «crean expectativas» de que el gobierno adoptará una línea dura hacia Estados Unidos, según Pei.
Bates Gill, director del Centro de Estudios Políticos sobre el Noreste de Asia de la Institución Brookings, un influyente gabinete de estrategia de Washington, señaló que Beijing debe tener en cuenta el comentario de Shi sobre la «China perpleja».
A medida que China se transforme en «un actor más poderoso en el sistema internacional», con presencia en la OMC y en foros de seguridad asiática, sus líderes deberán redefinir posturas.
«Es fácil decir a qué se opone China, pero se requiere mucho trabajo para determinar qué cosas defiende», dijo Gill.
Durante su visita a China, los días 21 y 22, el presidente Bush se reunirá probablemente con el vicepresidente Hu Jintao, considerado el principal candidato para suceder al presidente Jiang Zemin.
Bush partirá el sábado desde Washington para una gira de seis días por China, Japón y Corea del Sur. (FIN/IPS/tra-en/ts/js/mlm/ip/02)