La primera visita a China del presidente de Estados Unidos, George W. Bush, puso de manifiesto las diferencias fundamentales que subsisten entre las dos potencias.
Aunque el gobierno de China puso énfasis en los aspectos positivos de la relación bilateral, la visita de Bush no logró acercamiento en materias como la proliferación de armas, los derechos humanos, la situación de Taiwan y la libertad de culto.
Incluso antes de llegar a Beijing el jueves, en la última etapa de su gira por Asia oriental que lo llevó en primer lugar a Tokio y Seúl, Bush estableció las distancias.
«Cuando (el ex presidente) Bill Clinton (1993-2001) llegó a Beijing en 1998, China fue su único destino. Pero ahora Bush quiere mostrarnos que Estados Unidos otorga más importancia a las relaciones con sus aliados históricos que a China», opinó el profesor Pang Zhongying, del Instituto de Asuntos Internacionales de la Universidad Xinhua.
Washington y Beijing procuraron centrarse en el avance de los vínculos bilaterales establecidos tres decenios atrás, con el histórico viaje a China del ex presidente Richard Nixon (1969- 1974), que inició un proceso de normalización de relaciones tras décadas de hostilidad.
El trigésimo aniversario de aquella visita, el jueves, dio oportunidad y simbolismo a la presencia de Bush y elevó las expectativas sobre sus resultados.
«Su apretón de manos atravesó el océano más vasto del mundo: 25 años de incomunicación», había dicho el entonces primer ministro chino Zhou Enlai (1949-1976) a Nixon. Bush recordó aquella frase este viernes en su discurso ante los estudiantes de la Universidad Tsinghua.
«En los últimos 30 años, Estados Unidos y China han intercambiado muchos apretones de manos de amistad y comercio», sostuvo el mandatario, que subrayó la nueva cercanía de Beijing y Washington tras los atentados terroristas del 11 de septiembre en Estados Unidos.
«El terrorismo es una amenaza para nuestros países. Saludo la cooperación de China en nuestra guerra contra el terror y la aliento a continuar siendo una fuerza de paz entre sus vecinos», dijo Bush a la prensa tras la reunión del jueves con su par, Jiang Zemin.
Se lograron «consensos» y «resultados positivos» en muchas áreas, afirmó Jiang. Las dos naciones «tienen condiciones diferentes y la existencia de discrepancias es normal», explicó.
«La historia señala diferencias en uno y otro asunto, pero (ambos estados) tienen amplios e importantes intereses comunes», apuntó este viernes el primer ministro Zhu Rongji.
Las divergencias se fueron acentuando en las 38 horas que permaneció en suelo chino el mandatario estadounidense, que lo llevaron desde el Gran Salón Popular (sede del parlamento) hasta la prestigiosa Universidad Tsinghua.
En una conferencia de prensa conjunta trasmitida a todo el país, Bush presionó a Jiang para que reduzca la exportación de armamento y tecnología bélica y para que respete la libertad religiosa de la población.
«Mi gobierno espera que China se oponga con firmeza a la proliferación de misiles y otras tecnologías letales», dijo el presidente.
Washington asegura que Bejing exporta armas a Corea del Norte e Irán, pese a haber firmado en noviembre de 2000 un acuerdo para detener las ventas de material utilizado para la fabricación de misiles.
Un portavoz de la cancillería china aseguró este viernes que ambos estados seguirán cooperando en materia de no proliferación, y que Beijing elaborará una lista de control de exportaciones de materiales relacionados con misiles. Pero Bush no logró ningún compromiso mayor.
La decepción ganó a algunos analistas militares que abrigaban la esperanza de que la visita de Bush permitiera firmar un acuerdo sobre la no proliferación de armas estratégicas.
Bush volvió sobre la libertad de culto y el capitalismo de mercado en su discurso en la Universidad de Tsinghua, donde contestó algunas preguntas sobre Taiwan y su visión de China.
«La libertad religiosa no debe ser temida, debe ser bienvenida», afirmó Bush, agregando que «decenas de millones» de chinos están volviendo a aprender diferentes religiones.
«No importa dónde ni cómo esos creyentes cumplan con su culto, no son una amenaza al orden público. De hecho, son buenos ciudadanos. Mi plegaria es para que termine toda persecución y todos en China sean libres para reunirse y orar como lo deseen», sostuvo Bush.
Los chinos tienen libertad religiosa, pero también deben seguir la ley, había advertido más temprano Jiang. «Hay muchos creyentes en China. Yo mimso, aunque no soy creyente, he leído la Biblia, el Corán, los textos budistas y tengo frecuentes encuentros con líderes espirituales en China», afirmó el mandatario a la agencia estatal de noticias Xinhua.
El gobernante estadounidense vinculó los cambios económicos con la libertad política al afirmar que «reconocer los deseos individuales en el mercado es parte de una sociedad libre, es parte de la definición de libertad».
Beijing y Washington también establecieron sus discrepancias sobre la condición de la sudoriental isla de Taiwan, que China considera una provincia renegada.
Bush aseguró que su país respeta la política de una sola China, pero favorece un mecanismo pacífico para resolver al cuestión.
Interrogado por un estudiante sobre si el sistema nacional de defensa con misiles que impulsa alcanzará a Taiwan, el presidente recordó que su país está obligado a defender la isla ante un ataque, por la Ley de Relaciones con Taiwan, «pero también hemos enviado el mensaje de que no habrá provocación de ninguna parte, en favor de un diálogo pacífico».
«Siempre que usted se refiere a Taiwan utiliza la frase 'arreglo pacífico', y nunca dice 'reunificación pacífica'. ¿Cuál es la diferencia y por qué?», preguntó otro estudiante.
Bush reconoció que era una «muy buena pregunta», pero se limitó a reiterar que Washington aspira a que el entendimiento sobre Taiwan se lleve a cabo «de modo pacífico».
Beijing rechaza el sistema nacional de defensa con misiles promovido por Bush, pues dejará obsoleta su propia defensa estratégica, que comprende 20 misiles capaces de alcanzar la costa occidental de Estados Unidos.
También molesta al gobierno chino que Estados Unidos lo considere una amenaza y esté decidido a frenar su ascenso como potencia mundial. Varios funcionarios reiteraron esta semana que China no constituye un peligro para otras naciones. (FIN/IPS/tra- eng/ab/js/dc/ip/02