/BOLETIN-DD HH/ TRABAJO-GUATEMALA: El infierno de la discriminación femenina

Las trabajadoras de Guatemala afrontan condiciones laborales indignas y discriminación en la industria de la vestimenta y el empleo doméstico, advirtió la organización Human Rights Watch (HRW).

Decenas de miles de mujeres y jóvenes guatemaltecas, la mayoría indígenas mayas con escasa o ninguna educación, se emplean en el sector del trabajo doméstico y en más de 250 fábricas maquiladoras, dedicadas a la confección de prendas de vestir para la exportación.

Si bien las leyes laborales rigen para las maquilas —fábricas que producen con insumos importados, libres de aranceles e impuestos, para reexportar a otros mercados— éstas rara vez se cumplen, asegura el informe «Desde el hogar a la fábrica: discriminación sexual en la fuerza laboral guatemalteca».

En cambio, la legislación laboral no alcanza al trabajo doméstico, donde las trabajadoras carecen de derechos básicos, aseguró HRW.

Las trabajadoras domésticas cumplen jornadas diarias de 14 o más horas, y la legislación las excluye del derecho al salario mínimo, la jornada de ocho horas, la semana laboral de 48 horas, y los servicios de salud para trabajadores.

La empleada doméstica rara vez goza de un día completo de descanso semanal, debe emprender una larga lucha para obtener atención de salud y carece de todos los beneficios por maternidad, según la ley guatemalteca.

Mujeres y muchachas mayas que se ocupan en el sector doméstico son mucho más vulnerables «debido al persistente sentimiento racista que alimenta la población no indígena, o ladina», en este país donde más de 60 por ciento de los 11 millones de habitantes son de origen maya, señala el informe.

Varias trabajadoras mayas entrevistadas aseguraron padecer insultos y agresiones psicológicas, y que niños y niñas de las familias empleadoras son en ocasiones los más agresivos.

«Es allí, en la familia, donde se inicia la educación y el entrenamiento racista, justamente con la mucama», dijo un sociólogo a HRW.

Así mismo, muchas empleadas padecen distintas formas de acoso sexual e incluso violaciones. Un tercio de las 29 trabajadoras domésticas entrevistadas para el estudio, aseguró haber sufrido acoso en su trabajo.

En la última década, la participación de mujeres en la fuerza laboral creció enormemente, alcanzando 35 por ciento de la población económicamente activa en 1999.

Este crecimiento se registró en los sectores menos protegidos, como la economía informal, donde las mujeres constituyen 55 por ciento de la mano de obra, y en el trabajo doméstico, donde alcanzan a 100 por ciento.

«Las mujeres que trabajan obtienen un muy mal trato en Guatemala. La legislación laboral tiene algunos vacíos importantes, y son muchos los casos en que no se respeta», sostuvo LaShawn Jefferson, directora de la División de Derechos Femeninos de Human Rights Watch, con sede en Nueva York.

Jefferson instó al gobierno de Guatemala a impulsar el respeto de los derechos femeninos y la legislación antidiscriminatoria y reclamó a las asociaciones de maquila que promuevan el mejoramiento de las prácticas de sus miembros.

En el sector formal, el aumento de la mano de obra femenina se registró casi exclusivamente en la maquila, que creció a pasos agigantados desde fines de los años 80, cuando Estados Unidos estableció la Iniciativa de la Cuenca del Caribe, para impulsar industrias no tradicionales, de mano de obra intensiva, en América Central y el Caribe.

Con la expansión de este sector exportador, miles de mujeres que hubieran permanecido en un empleo doméstico, ingresaron a la actividad industrial. Casi 80 por ciento de los 80.000 trabajadores de las maquilas son mujeres y muchachas.

Si bien el acoso sexual es menos frecuente en este sector, la discriminación reproductiva está muy extendida, de acuerdo al informe de HRW.

Las empresas exigen a las mujeres que revelen si están embarazadas como condición para emplearlas, tanto a través de preguntas directas en los formularios de solicitud de empleo y en entrevistas, como mediante exámenes físicos.

Tales prácticas no sólo son ilegales en Guatemala, sino que contravienen los códigos de conducta adoptados por las firmas estadounidenses que fabrican y venden vestimenta, como Target, The Limited, Wal Mart, GEAR for Sports, Liz Claiborne y Lee Jeans, que negocian con las maquilas guatemaltecas.

«Necesitamos globalizar los derechos, no la discriminación», sostuvo Jefferson. Los códigos de conducta «son bienvenidos si se aplican apropiadamente y se controlan en forma independiente», reconoció, pero «nunca pueden sustituir el deber gubernamental de hacer cumplir el derecho nacional e internacional», agregó.

Por otra parte, las maquilas suelen negar los beneficios maternales a las trabajadoras que se embarazan luego de ser contratadas y obstaculizan sistemáticamente el acceso al sistema nacional de salud, no inscribiendo a las empleadas o prohibiendo las consultas médicas en horario de trabajo.

«Las maquilas ofrecen empleos imprescindibles para miles de mujeres, pero el precio por obtener un trabajo no debería ser nunca el derecho a la igualdad de las trabajadoras», concluyó Jefferson. (FIN/IPS/tra-eng/jl/aa/dc/lb/02

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