Los abusos del régimen militar de Birmania ensombrecieron el viernes la ceremonia de apertura de los 19 Juegos Olímpicos de Invierno en la ciudad estadounidense de Salt Lake City, en el estado de Utah.
Más de 2.300 atletas de 80 países -entre los cuales no figura Birmania- participan en las olimpíadas de invierno, que se inauguraron en medio de estrictas medidas de seguridad y controles antidopaje.
Grupos sindicales y de derechos humanos presionan al Comité Olímpico de Salt Lake City para que explique por qué gran parte de los equipos deportivos usados por los 10.000 corredores que ayudaron a llevar la antorcha olímpica fueron fabricados por trabajadoras birmanas en condiciones infrahumanas.
Las condiciones laborales de Birmania son tan malas que se transformó en el primer país en la historia en ser suspendido de la Organización Internacional del Trabajo (OIT).
«Ninguna organización responsable debería comprar productos fabricados en Birmania», escribió Guy Ryder, presidente de la Confederación Internacional de Sindicatos Libres, en una carta a Jacques Rogge, presidente del Comité Olímpico Internacional (COI).
«Esto se aplica especialmente a una organización que tiene como meta 'contribuir a la construcción de un mundo mejor y pacífico',» destacó Ryder, y exhortó al Comité a investigar y disculparse por la compra de los equipos.
«El COI debería desvincularse de inmediato de aquellos que comercian con los tiranos de Birmania y reafirmar los valores históricos de los juegos olímpicos», urgió.
Ese mismo mensaje fue el que transmitieron grupos de activistas estadounidenses, entre ellos la Coalición por Birmania Libre, el Grupo Estadounidense contra la Esclavitud, y Educación para la Justicia, un grupo promotor de los derechos laborales.
«Esperamos que esto haya sido simplemente un error», pero «ahora, el COI debería disculparse por ese error y prometer que nunca apoyará directa ni indirectamente al régimen birmano», dijo David Moore, del Grupo Estadounidense contra la Esclavitud, desde la sede de Boston.
El COI se desvinculó de toda responsabilidad por el pedido y afirmó que todos los arreglos para el transporte de la antorcha hacia Salt Lake City fueron realizados por el comité organizador local, llamado SLOC por sus siglas en inglés.
A las protestas de los activistas, el SLOC respondió que «Estados Unidos no ha impuesto restricciones a las importaciones de Birmania» y que «los uniformes fueron importados de acuerdo con todas las leyes vigentes».
La respuesta no satisfizo a los activistas.
«No captaron el mensaje», lamentó el director de la Coalición por Birmania Libre, Jeremy Woodrum.
«Entendemos la voluntad del COI de evitar cuestiones políticas, pero el trabajo forzado y la esclavitud son condenados universalmente, de modo que el comité estaría debilitando los mismos valores que dice promover», agregó.
Birmania, redenominada Myanmar por la junta militar que tomó el poder en 1988, es uno de los países más criticados por su tratamiento a los derechos humanos.
Además, es uno de los pocos gobiernos del mundo que utiliza el trabajo forzado, denunciado en 1998 por la OIT como «una saga de miseria y sufrimientos indescriptibles».
En una medida sin precedentes en sus 82 años de historia, la OIT suspendió el año pasado la participación de Birmania en la organización y exhortó a todos los gobiernos, empresas y sindicatos miembros a examinar cualquier vínculo con ese país.
Aung San Suu Kyi, la premio Nobel de la Paz cuyo partido ganó las elecciones birmanas de 1990, ignoradas por los militares, también instó a las empresas extranjeras a evitar negocios con Birmania como forma de presionar a la junta para que reconozca ese resultado electoral y restaure el régimen civil.
La Unión Europea impuso sanciones comerciales a Birmania, y en 1997 el entonces presidente estadounidense Bill Clinton prohibió toda nueva inversión de compañías nacionales en ese país asiático.
Así mismo, la Coalición por Birmania Libre y grupos afines presionaron exitosamente a 12 parlamentos estaduales y concejos municipales de Estados Unidos para que negaran contratos a aquellas empresas que tienen negocios con Birmania.
Como resultado, varias empresas multinacionales retiraron sus inversiones de ese país o, en el caso de varias fábricas de ropa, como Levi Strauss y Liz Claiborne, prohibieron a sus proveedores que utilizaran fábricas birmanas.
Varias investigaciones demostraron que altos oficiales militares birmanos tienen intereses financieros en fábricas de productos textiles. (FIN/IPS/tra-en/jl/js/mlm/lb-hd/02