Las organizaciones católicas y conservadoras y los empresarios opuestos a la inminente versión mexicana del programa televisivo «Big Brother» (Gran Hermano) no lograron su objetivo, y, por el contrario, alimentaron el interés del público y el bolsillo de los productores.
Desde el 3 de marzo, y como en otros 22 países donde ya se ha emitido «Big Brother», los mexicanos podrá seguir a toda hora, por un canal de cable y por la red informática Internet, la vida de seis mujeres y seis hombres encerrados en una vivienda, seguidos por 40 cámaras y 60 micrófonos.
Diez de los 12 competidores dejarán la casa uno a uno, luego de votaciones en que participarán ellos mismos y luego la audiencia, a través del teléfono y de Internet. Al final, luego de 106 días, quien triunfe en la última votación pública ganará unos 270.000 dólares.
El consorcio Televisa compró los derechos del programa, que pertenecen a Endelson de Holanda, empresa creada en 1994 y cuyo crecimiento ha sido exponencial desde que lanzó la idea en 1999.
Endelson, con subsidiarias en todo el mundo, incluido México, tiene ingresos anuales por más de 700 millones de dólares y es propiedad desde 2000 de Telefónica de España, principal proveedor de telecomunicaciones en castellano y portugués.
De nada sirvió en México los cuestionamientos éticos al programa: 151.520 personas mayores de 21 años se inscribieron en este país para encerrarse en la casa, el mayor número registrado en el mundo para la primera etapa de Big Brother (que en inglés significa «gran hermano» o «hermano mayor»).
Los compradores de los derechos del programa comenzaron a ganar dinero desde la inscripción, pues los interesados debieron gastar más de dos dólares por cada minuto de contacto telefónico con los productores. Cada llamada duró cuatro minutos promedio, según estimaciones.
La Asociación a Favor de lo Mejor en los Medios, integrada por empresarios, directivos de la Iglesia Católica y la Unión Nacional de Padres de Familia, de filiación católica, pidió a Televisa no transmitir el programa por considerarlo violatorio de la dignidad de las personas.
«Nuestra preocupación no es si hay desnudos o no, si hay gente que se enamora, homosexuales, lesbianas (…) sino el respeto a la dignidad a las personas», dijo Francisco González, presidente de la Asociación.
Las 68 firmas anunciantes pertenecientes a la Asociación amenazaron con retirar la publicidad en Televisa, pero el consorcio de comunicación restó importancia al eventual impacto de la medida.
Televisa invitó a las organizaciones que se oponen a Big Brother a participar en debates públicos, pero ellas se negaron pues su presencia podría ser usada para promocionar el programa.
«Si las 12 personas que estarán en Big Brother lo hacen por su propia voluntad y el público que tenga televisión por cable decide si los ve o no, no veo cuál es el problema de dignidad o violación de derechos que aducen algunos empresarios», dijo el historiador Jesús Reyes Heroles.
El público podrá ver resúmenes del programa una vez por semana en uno de los canales de señal abierta de Televisa.
Para el periodista experto en medios de comunicación Javier Esteinou, los problemas éticos del programa son el elemento de menor importancia.
«Big Brother es un ejemplo de cómo la libertad de expresión puede ser utilizada para lo frívolo, en lugar de que se aproveche para dar a conocer temas importantes», opinó.
En los países donde se ha transmitido transmitió, entre ellos Estados Unidos, donde batió marcas de audiencia, Big Brother causó discusiones agitadas y reflexiones sobre la psicología de los personajes y la de los espectadores. Todo ello dio grandes ganancias a los dueños de las transmisiones.
Las 12 personas que serán observadas no se conocen entre ellos y deberán convivir y hacer múltiples tareas juntos. Además, no tendrán contacto con el exterior y deberán hacer confesiones periódicas ante las cámaras, sin la presencia de sus compañeros, sobre sus sentimientos de encierro y convivencia.
Los participantes estarán en una casa construida especialmente que tiene dos habitaciones con seis camas en cada una y un solo baño, con una regadera que brindará a cada uno cinco minutos de agua caliente al día.
Quienes se oponen a la difusión del programa pidieron la intervención del gobierno de Vicente Fox, cuyos portavoces se limitaron a señalar que vigilarán las transmisiones para controlar si se viola alguna norma y actuar en consecuencia.
Mientras, el consorcio Televisa tiene ya garantizados los reflectores, la audiencia y el dinero de muchos anunciantes por su apuesta de difundir Big Brother. (FIN/IPS/dc/mj/cr/02