Las ruinas dejadas en Afganistán por 23 años de guerras cubren un rico patrimonio cultural, que la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) se propone preservar.
La reconstrucción y conservación de esos tesoros afganos es la prioridad del Año Internacional del Patrimonio Cultural, lanzado en enero en Islamabad por Koichiro Matsuura, director general de la Unesco.
Después de todo, Afganistán fue disputado alguna vez por algunos de los hombres más notables de la historia, como Alejandro Magno.
La ciudad noroccidental de Heart fue hecha capital por el conquistador mongol Tamerlane a fines del siglo XIV, y posteriormente se transformó en centro del arte y la enseñanza persa.
Es muy difícil incluir la cultura en los esfuerzos de reconstrucción de Afganistán en esta etapa, en que el país carece de la infraestructura y los servicios más básicos, observó Ingeborg Breines, representante de la Unesco en el vecino Pakistán.
De todos modos, la Unesco intentará promover planes y políticas para la preservación y restauración del patrimonio cultural, afirmó la funcionaria.
«Las prioridades son la elaboración de una política cultural por el gobierno afgano, la restauración del museo de Kabul y la reconstrucción del patrimonio cultural islámico en la ciudad de Herat», explicó.
«Al igual que en otros países en posguerra», dijo Breines, «es importante que la población afgana tenga un sentido de identidad nacional, y que no le importe sólo la cultura islámica sino también la preislámica».
Actualmente, Afganistán es un «desastre cultural», entre otros desastres, pero esto vuelve más importante y urgente la conciencia internacional sobre la necesidad de impedir más destrucción y de restaurar sitios de importancia histórica, señalaron expertos.
Debido a su ubicación en el centro de Asia, Afganistán fue país de paso de numerosas culturas y religiones, entre ellas la griega, persa, budista, judía, cristiana e islámica, que dejaron allí sus reliquias.
En el valle de Bamiyan, por ejemplo, había hasta marzo de 2001 gigantescas estatuas de Buda esculpidas en la ladera de una montaña, pero el régimen del grupo fundamentalista islámico Talibán las hizo demoler.
Meses después, Talibán también destruyó estatuas más pequeñas de Buda en las ciudades de Falodi y Kakrak.
Fue en Gandhara, como se conocía en la antigüedad al actual territorio de Afganistán y Pakistán, que apareció por primera vez la imagen de Buda bajo el reinado de Kanishka, cuyo patronazgo se extendía al budismo, el hinduismo y el zoroastrismo en el siglo II d.C.
Soberbias piezas de arte de Gandhara formaron gran parte de la colección del museo de Kabul, pero muchas se perdieron por la acción de saqueadores que las vendieron a traficantes fuera de Afganistán, hace casi dos décadas.
En la década de 1980, durante la ocupación soviética, el patrimonio cultural afgano estuvo más o menos seguro, sostuvo Ehsanullah Mamundzai, de la Sociedad para la Preservación del Patrimonio Cultural de Afganistán.
Pero luego de 1993, cuando asumió la presidencia Burhanuddin Rabbani, diferentes señores de la guerra comenzaron a robar artefactos preciosos y a venderlos a extranjeros.
La mayor parte de lo que quedó fue destruido años después por Talibán, incluso las reliquias almacenadas en el Ministerio de Información y Cultura por razones de seguridad.
Según la estrategia de la Unesco, el primer paso para preservar los bienes culturales tangibles será el estudio de sitios específicos en relación con su valor cultural, la reconstrucción de las comunidades circundantes y finalmente la restauración de los lugares.
Entre esos sitios se cuentan el museo de Kabul, Bamiyan, el alminar de Jam, la mezquita de Haji Piyada en la provincia de Balj, Surkh Kotal, en Herat, que incluye la mezquita de Viernes y el taller de tejas de cerámica, el complejo Musalá y los mausoleos de Gawahar Shad, Ali Sher Navai y Shah Zadehah.
La segunda etapa consiste en promover actividades generadoras de ingresos relacionadas con la cultura afgana, como la fabricación de ladrillos y tejas de cerámicas, incluso para aquellas personas que sólo saben pelear.
La incorporación de la preservación del patrimonio cultural a las políticas nacionales y la protección de monumentos, museos y archivos forman parte de los objetivos a largo plazo de Unesco.
Quedan muchas cuestiones por resolver, entre ellas si reconstruir o no las estatuas de Buda en Bamiyan.
La comunidad internacional está dividida sobre ese asunto, pero los residentes locales son partidarios de la reconstrucción, en la esperanza de que las estatuas hagan revivir el turismo en la zona, admitió Breines.
Otros problemas son cómo detener el robo de pequeños artefactos, recuperar miles de piezas robadas y parar las excavaciones ilegales, algunas realizadas con palas mecánicas y tractores.
Al menos, algunas reliquias recuperadas permanecen bajo custodia en un museo de Suiza y volverán al museo de Kabul una vez reconstruido.
«Muchas personas y organizaciones preocupadas se disponen a entregar los objetos bajo la condición de que sean cuidados de manera apropiada. Posiblemente debamos esperar a la construcción del nuevo museo», dijo Matsuura.
Otros especialistas creen que será muy difícil recuperar la mayoría de los artefactos, que se encuentran en manos de traficantes o coleccionistas privados.
Según el arqueólogo pakistaní Ahmed Hasan Dani, el tráfico de reliquias se remonta a antes de la guerra con la Unión Soviética, y se aceleró luego de su retirada.
La mayoría de los artefactos robados en Afganistán pasaron a través de Pakistán, pero «el material que llegó a Pakistán antes de la guerra no procedía del museo de Kabul, sino de familias que vendían sus alfombras, manuscritos y objetos de bronce, entre otros».
«Fue después de la toma de Herat por los Talibán que grandes cantidades de reliquias comenzaron a llegar a Afganistán», explicó el arqueólogo.
Los compradores de los artefactos eran en su mayoría diplomáticos, porque los pakistaníes comunes no podían pagar el alto precio de esos artículos, afirmó. (FIN/IPS/tra-en/ccb/js/mlm/cr/02
