El pintor español Pablo Picasso puede haber realizado un viaje secreto a Cuba en los años 50, en un intento fallido por encontrar la extensa familia que su abuelo materno dejó en esta isla del Caribe.
«Una persona llamó para decirnos que Picasso había estado en el poblado de Sagua La Grande, pero no hemos podido confirmarlo», dijo a IPS Jorge Garrido, periodista y autor junto a Ramón Picasso del libro «La historia oculta de los Picassos Negros».
Los biógrafos suponen que el pintor cubano Wifredo Lam, quien se vinculó con Picasso en París, pudo haberle contado de una mulatas que llevaban su apellido y que él había conocido en su poblado natal de Sagua La Grande, a 350 kilómetros de La Habana.
Mientras continúan las investigaciones, lo que sí han podido verificar los autores del libro aún inédito es que antes de su muerte, en 1973, el pintor solicitó al gobierno cubano ayuda en su búsqueda.
La investigación fue encargada entonces a Orlando Martínez, historiador de la ciudad de Cienfuegos, a 242 kilómetros de La Habana, uno de los tantos lugares donde vivió el abuelo de Picasso desde su llegada a Cuba en 1865 hasta su muerte en 1888.
Pero las evidencias empezaron a salir a la luz sólo a finales de 1999, cuando la televisión cubana transmitió las imágenes de una familia cubana, negra y mestiza, de apellido Picasso, y con rasgos físicos muy parecidos a los del pintor.
«Todo era muy incipiente. Había muchas cosas que no se sabían, sólo se especulaban. Ahora, podemos decir que saldrán a la luz muchos secretos familiares», afirma Ramón Picasso Alfonso, bisnieto de Francisco Picasso Guardeño, el abuelo del artista.
La inminente publicación del libro y la realización de una película son objeto de negociaciones en España a cargo de la agencia literaria Pontas Literary & Film Agency, radicada en Barcelona.
La historia aparece contada en primera persona por Picasso Alfonso e incluye copias de gran número de documentos encontrados por los autores en archivos, oficinas de registro civil y parroquias de cinco ciudades de Cuba.
Las evidencias indican que el abuelo de Picasso llegó a Cuba tres años antes de lo que se pensó siempre, tuvo ocho hijos en lugar de cuatro con una mujer negra, trabajó como aduanero, fue perseguido por la justicia y, al parecer, tuvo una muerte violenta.
Francisco Picasso Guardeño había sido acusado del robo de papeles con valor monetario, pero no fue juzgado ni sentenciado por ese delito. Esa pueda ser la causa de que se fuera mudando de pueblo en pueblo.
En su peregrinar, conoció a Cristina Serra, en Sagua la Grande, mujer negra con la cual tuvo un largo romance y sus ocho hijos cubanos.
«Nunca reconoció a sus hijos ni a ella. Para ocultar su figura y para que sus hijos llevaran su apellido, casó a Cristina con un negro de apellido Picasso, llamado Antonio, que al parecer era hijo de un tío suyo que había llegado a Cuba mucho antes», afirmó Garrido.
Los autores del libro sostuvieron que este matrimonio se realizó sólo en papeles, y para demostrarlo argumentaron que Antonio Picasso no aparece más en la historia familiar, ni siquiera está presente como testigo en el acta de defunción de su esposa ante la ley.
Al parecer, Picasso Guardeño intentaba dar su apellido a sus hijos y, al mismo tiempo, protegerse a sí mismo y a su familia frente a las leyes de la época, que castigaban con la muerte la consaguineidad legal ante la Santa Iglesia de españoles y negros.
«Cuando vi su tumba al lado de una fosa común donde los españoles enterraban a las personas fusiladas por colaborar con la independencia, me convencí de que su muerte no pudo ser natural», afirmó Picasso Alfonso.
«¿Cómo es posible que un español, un aduanero de la época, que acababa de legar sus bienes a su familia en España, muriera de una enfermedad larga según el acta de defunción, en un hospital de Caridad?», se pregunta.
Picasso Alfonso y Garrido piensan que el abuelo del pintor puede haber sido víctima de una conspiración esclavista, por su trabajo en los puertos y su probada vinculación con Gran Bretaña, país que mantenía un conflicto con España por la trata de esclavos.
Como su padre y hermanos, Picasso Guardeño había estudiado su oficio en Gran Bretaña y, a pesar de su nacionalidad española, desde su llegada a Cuba estaba adscrito al consulado británico. No se descarta, incluso, que hubiera realizado labores de espionaje.
«Tras la muerte de Francisco, su historia y la suerte de los descendentes quedó oculta. Llegaron a un acuerdo de boca cerrada. Nadie contaría nada ni mezclaría los apellidos con los del pintor», aseguró Garrido.
Las cartas y fotos fueron guardadas en un cofre que custodia una nieta de Picasso Guardeño, de más de 80 años, y que se niega a enseñar.
«Cuando se le pregunta si sabía algo del parentesco, responde: yo no sé nada, nunca supe nada, no me pregunten más, para qué quieren saber. Si mis padres no hablaron por qué voy a hacerlo yo», dijo Garrido. (FIN/IPS/da/mj/cr/02