ARABIA SAUDITA-ESTADOS UNIDOS: Relaciones peligrosas

Estados Unidos y Arabia Saudita analizan, en forma reservada, el retiro de 5.000 efectivos estadounidenses y el desmantelamiento de una moderna base militar en territorio saudita, mientras las relaciones entre los aliados pasan por su peor momento.

«Los sauditas consideran pedir a Estados Unidos que se retire, y Washington piensa en irse, pero no hay aún una decisión firme y ambas partes están examinando el asunto. En este clima, florecen los rumores», dijo Dominic Simpson, director para Medio Oriente de la consultora de riesgos Kroll, con sede en Londres.

La cuestión tomó estado público cuando el senador estadounidense Carl Levin, que preside el Comité senaturial de Servicios Armados, dijo a mediados de enero que su país necesita una base en el Golfo. Sin embargo, agregó, «deberíamos encontrar un lugar más hospitalario. No creo que deseen que nos quedemos allí».

Tras las declaraciones de Levin, el diario Washington Post aseguró, citando fuentes sauditas, que Riyad no está conforme con la presencia militar estadounidense y pedirá pronto el retiro de sus 5.000 efectivos de la base aérea, cercana a la capital.

La presencia militar estadounidense pasó a ser el centro de las tensas relaciones bilaterales, luego de los atentados terroristas del 11 de septiembre en Nueva York y Washington.

El extremista saudita Osama bin Laden, a quien Washington atribuyó los ataques, intentó avivar el descontento de la población islámica con las tropas desplegadas muy cerca de las ciudades sagradas de La Meca y Medina.

El cierre de la base representaría una victoria para Bin Laden, que hizo de la expulsión de los «soldados infieles», uno de sus objetivos más importantes.

La moderna base aérea, inaugurada el año pasado, fue utilizada por las fuerzas estadounidenses como centro de comando y control de su campaña contra Afganistán.

Sin embargo, Riyad no permitió que las instalaciones se usaran como base de lanzamiento y de abastecimiento de los aviones estadounidenses que arrojan bombas sobre el territorio afgano desde el 7 de octubre.

El Departamento de Estado (cancillería) de Estados Unidos negó haber discutido la cuestión con el gobierno saudita. El secretario de Estado (canciller) Colin Powell se refirió, en una entrevista televisada, a la presencia militar de su país en el Golfo.

«Tenemos fuerzas en Arabia Saudita desde el fin de la guerra del Golfo (1991), con el propósito de contener (al presidente de Iraq) Saddam Hussein, pero también como símbolo de la presencia e influencia estadounidense», sostuvo Powell.

«Contamos así mismo con fuerzas en otros países del Golfo. Siempre buscamos mantener nuestra presencia en esa región del mundo por varias razones», agregó el secretario de Estado.

Los vínculos entre Estados Unidos y Arabia Saudita se sellaron en los años 30, cuando el recién constituido reino otorgó derechos de exploración petrolera a compañías estadounidenses. Estados Unidos se convirtió en importante comprador del petróleo saudita y en su principal fuente de armamentos.

Riyad descansa en la protección militar de Washington ante lo que considera la amenaza de Iraq, y depende de la tecnología estadounidense para la explotación petrolífera.

Washington, por su parte, busca reducir su dependencia energética del petróleo extranjero, y en particular del saudita.

Las tropas estadounidenses se establecieron en el reino durante la guerra del Golfo. Concluido el conflicto, Riyad, temeroso de un nuevo intento expansionista de Bagdad, solicitó la permanencia de efectivos militares. Pero no hay acuerdos que determinen el periodo de permanencia de las tropas.

Aunque no es imposible instalar un centro militar similar en otros países del Golfo, Estados Unidos prefiere no abandonar la base saudita mientras se prolongue la guerra antiterrorista, que podría tener como blanco a Iraq.

Por otra parte, Bin Laden no es el único saudita perseguido por Washington. Quince de los 19 secuestradores de los aviones estrellados el 11 de septiembre eran ciudadanos sauditas.

Más de 100 de los 500 prisioneros de Al Qaeda y el Talibán, que Estados Unidos retiene en la meridional ciudad afgana de Kandahar y en su base naval en la bahía de Guantánamo, Cuba, tienen nacionalidad saudita, y Riyad pretende que sean extraditados y juzgados por las leyes de su país.

Las tensiones se extienden al tratamiento dado por Estados Unidos al conflicto entre Israel y Palestina. Riyad, al igual que el resto de los países árabes, reclama a Washington que deje de respaldar a Tel Aviv, y admita el «terrorismo» del gobierno de Ariel Sharon.

«Llega un momento en que los pueblos y las naciones se apartan. Estamos en un cruce de caminos. Es tiempo de que Estados Unidos y Arabia Saudita atiendan sus intereses separados», afirmó en agosto el príncipe heredero y viceprimer ministro Abullah bin Abdul Aziz en una carta dirigida al presidente George W. Bush.

«Durante años, Arabia Saudita jugó un doble papel, como aliado de Occidente y factor estabilizador en la región, pero también como contribuyente a las causas islámicas, promoviendo escuelas religiosas» en varios países donde se formaban los militantes de la guerra santa, explicó Simpson.

Aunque Arabia Saudita no intentó promover el terrorismo, alimentó el clima que permitió el acceso al poder del movimiento Talibán en Afganistán y el reclutamiento de potenciales terroristas, sostuvo Simpson.

En su opinión, el cierre de la base estadounidense no conducirá a un cambio sustancial porque Washington no busca desentenderse de Arabia Saudita, sino revisar el vínculo con criterios más selectivos.

«Estados Unidos debe dar forma a una política más compleja hacia Arabia Saudita y otros países islámicos, equilibrando la necesidad de mayor compromiso con el interés por contrarrestar una ideología hostil», sostuvo un artículo editorial del Washington Post.

«Al final, el retiro de las fuerzas estadounidenses podría facilitar ese equilibrio», concluyó el periódico. (FIN/IPS/tra- en/kg/sm/lp-dc/ip/02

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