El movimiento separatista Tigres para la Liberación de la Patria Tamil (LTTE) y el nuevo gobierno de Sri Lanka se disponen a iniciar negociaciones para poner fin a un conflicto de 19 años en esta isla de Asia meridional.
El gobierno de Ranil Wickramasinghe comenzó el martes a levantar un bloqueo de siete años al ingreso de productos, alimentos y medicinas a Wanni, el área septentrional del país controlada por el movimiento insurgente.
El cese de estas restricciones era reclamado por los Tigres de Tamil como condición para iniciar un diálogo de paz.
Cuando manifestaron su voluntad de negociar con el gobierno del Frente Nacional Unido (UNF), elegido el 5 de diciembre, los insurgentes anunciaron un cese del fuego unilateral desde la víspera de Navidad, que se mantiene hasta ahora. La respuesta del gobierno fue decretar su propio cese de hostilidades.
El gobierno está tomando con tranquilidad el proceso de paz, y va «paso a paso», afirmó la ministra de Reformas Económicas, Milinda Moragoda.
Este mes, en otra demostración de sus intenciones, el principal negociador de los Tigres, Anton Balasingham, residente en Londres, solicitó al gobierno de la vecina India que le permita instalarse en las afueras de la meridional ciudad de Chennai, durante el desarrollo de las conversaciones.
El pedido se debe a que Nueva Delhi declaró terrorista a los Tigres de Tamil y prohibió su presencia en su territorio.
Pero el movimiento que lucha por un estado independiente en las provincias Oriental y Septentrional para la etnia tamil, que constituye 20 por ciento de los 19 millones de habitantes de Sri Lanka, aún despierta sospechas sobre sus verdaderas intenciones.
Este será el quinto intento de paz entre el Estado y el LTTE en dos décadas de violencia civil que cobró la vida de más de 60.000 personas.
En la Provincia Oriental, los insurgentes aprovecharon el cese de hostilidades para ingresar a las zonas controladas por el gobierno y acosar a la población local que resiste las medidas de los Tigres.
Las víctimas de malos tratos verbales y físicos son tamiles que se niegan a pagar los sobornos que habitualmente demanda el movimiento, o padres que intentan evitar que sus hijos adolescentes sean incorporados por la fuerza a las filas del movimiento.
Funcionarios internacionales que controlan la situación en las zonas de combate tienen pruebas de que los Tigres no han abandonado su práctica de reclutamiento forzoso de niños tamiles.
«Hay evidencias de que el reclutamiento continúa, incluso después del cese del fuego. Este es el momento perfecto para que los Tigres muestren al mundo que han cambiado, que ya no reclutan a menores de 18 años, pero no es así», dijo Rajan Hoole, de la agencia humanitaria Universidad de Maestros para los Derechos Humanos.
«Utilizan el cese del fuego para multiplicar el reclutamiento y los niños de la (oriental) zona de Batticaloa están enfrentando lo peor», agregó Hoole.
Esta es una de las violaciones a los derechos humanos que los Tigres deberán detener si quieren convencer de sus verdaderos deseos de paz, opinó Hoole.
Durante las negociaciones entabladas entre mayo de 1989 y junio de 1990, los Tigres aprovecharon la ocasión para asesinar a líderes políticas tamiles y para secuestrar y matar a 700 policías desarmados.
«El terror del LTTE es sistemático y de largo alcance, al contrario del terrorismo del Estado, que es vengativo, irracional e impredecible. Desde el año pasado (los Tigres) están presionando a líderes políticos, comunitarios y de organizaciones no gubernamentales para que acepten su versión de los hechos», sostuvo Hoole.
La cuestión de los derechos humanos también está ganando importancia en el movimiento pacifista de Sri Lanka.
«Los compromisos sobre derechos humanos deberían formar parte de la negociación, en especial si el gobierno establece un acuerdo para otorgar a los Tigres el control del norte y del este», opinó el director de prensa del Consejo Nacional por la Paz, Jehan Perera.
Sería significativo un compromiso de los Tigres para terminar con los asesinatos políticos, permitir la libertad de expresión y de disenso y poner fin a la conscripción forzosa de niños y adultos.
Si las conversaciones de paz incluyen estos asuntos, representarán un cambio sustancial respecto de los fracasados intentos anteriores, que nunca recogieron compromisos de ambas partes sobre derechos humanos, estimaron activistas.
«Hay pocas pruebas sobre discusiones previas en materia de derechos humanos. Las negociaciones se centraron en normas sobre los combatientes y cuestiones humanitarias», afirmó el analista de conflictos Ketheshwaran Loganathan, del Centro de Políticas Alternativas, con sede en Colombo.
El gobierno también debería desplegar su posición sobre la cuestión para dar respuesta a las expectativas de los Tigres, sugirió Loganathan.
«Las autoridades deben poner fin al acoso, al castigo colectivo de civiles tamiles ante cada ataque de los Tigres, y reformar las coercitivas medidas de la Ley de Prevención del Terrorismo», afirmó.
Sin embargo, el experto se preguntó si no es prematuro agitar la bandera de los derechos humanos en una instancia tan temprana del proceso de paz. «Puede ser contraproducente asumir en primera instancia posiciones maximalistas», opinó Loganathan.
Otros, como Hoole, no están de acuerdo, pues las demoras sólo favorecerán al LTTE. «Si los Tigres hablan en serio de paz, entonces deben respetar los derechos humanos desde el comienzo», concluyó Hoole. (FIN/IPS/tra-eng/mmm/js/dc/ip hd/02