SALUD-SWAZILANDIA: Sida hace estragos en fuerza laboral

La epidemia de sida está liquidando la fuerza laboral de Swazilandia, el país más pequeño de Africa, cuya economía dependerá en el futuro de los trabajadores inmigrantes, advirtieron sindicatos y activistas de salud.

«Los trabajadores que harán funcionar la economía no serán swazis», pronosticó el Sindicato de Trabajadores Agrícolas y de Plantaciones, el mayor del país. Un tercio del millón de habitantes de Swazilandia tienen el virus del sida (síndrome de inmunodeficiencia adquirida), según la Organización de las Naciones Unidas.

Mientras el primer ministro Sibusiso Dlamani busca inversión extranjera directa para impulsar el sector industrial y reducir un desempleo de 45 por ciento, crece la mortalidad por la epidemia entre la mano de obra agrícola e industrial.

Para que las nuevas fábricas puedan seguir operando, se procurarán trabajadores sanos de la vecina Mozambique, de países más distantes e inclusive de Sudáfrica, generando un flujo migratorio paradójicamente inverso a las tendencias históricas.

El temor de los inversores a los efectos del sida ya provocó el retiro de un importante emprendimiento, informó en diciembre el ministro de Empresas y Trabajo, Lutfo Dlamini.

Luego de haber anunciado con bombos y platillos que invertiría en Swazilandia 95 millones de dólares en una fábrica con 5.000 empleados, la empresa taiwanesa de vestimenta Nein Tsing Garments decidió mudar su proyecto a Lesotho, cuando el gobierno no la autorizó a importar mano de obra.

«La compañía se mostró reacia a entrenar trabajadores swazis que pueden enfermarse en uno o dos años», dijo una fuente ministerial.

«Swazilandia se convertirá en el próximo Egoli, que significa lugar del oro», dijo Robert Mkhombe, propietario de un estacionamiento que emplea a varios extranjeros.

Egoli era en el siglo XIX el nombre de Johannesburgo entre los trabajadores migrantes de Africa austral, cuando los impuestos que cobraba la colonia británica obligaban a la población joven a trabajar en las minas de oro cercanas a la ciudad sudafricana.

A menos que cambien las políticas sanitarias, inmigrantes de toda la región se volcarán hacia una tierra de escasas oportunidades, pero con trabajos disponibles por el flagelo del sida.

Desde que asumió el gobierno en 1996, Dlamini, un ex funcionario del Banco Mundial, priorizó la búsqueda de inversión extranjera directa.

«Nuestra meta es el alivio de la pobreza, y por cada ciudadano que tiene empleo, se benefician otras nueve personas, entre familiares y personas a su cargo», dijo el gobernante.

Aunque los empleos destinados a los trabajadores locales no pueden ser tomados por extranjeros, el avance de la epidemia no permitirá mantener esa política.

«La empresa Nein Tsing sabía que podía obtener todos los trabajadores que necesitara en 2002, pero le preocupaba el año 2006», subrayó el diario Tiempos de Swazilandia.

«El sida es la enfermedad que no se nombra en este país», agregó el periódico. Es tabú admitir públicamente el contagio y muchas personas se niegan a practicarse exámenes de VIH (virus de inmunodeficiencia humana), causante del sida.

«La ignorancia y el temor son los mejores amigos del VIH, que se ha propagado entre la población activa», dijo Hannie Dlamini, la primera en admitir su contagio en el país, y directora de una organización de asistencia a personas infectadas.

Es imposible estimar el alcance de la epidemia entre los trabajadores pues no existen estadísticas confiables sobre la cantidad de portadores de VIH.

Cuando un ejecutivo de la mayor industria ubicada en el parque Matsapha Industrial Estate dijo en 1999 que la mitad de sus empleados eran VIH positivos, recibió una andanada de críticas en los medios de prensa y los trabajadores renunciaron como protesta.

«El gerente fue inocente, creyó que la información combatiría al sida, pero la gente no quiere saber», opinó la enfermera Thandi Kunene.

Desde entonces, las únicas evidencias de los efectos del sida son el ausentismo creciente y las muertes, admitió un ejecutivo industrial que no quiso dar su nombre.

Los activistas como Hannie Dlamini deploran la falta de políticas sanitarias y aseguran que la crisis en la oferta de mano de obra será inevitable.

«EL rey Mswati declaró al sida como emergencia nacional, pero los ministerios están paralizados», afirmó Kenneth Matsebula, activista y consejero sobre la enfermedad.

El reino se vería profundamente afectado por un flujo inmigratorio. Unico país de una sola etnia en Africa, Swazilandia ha sido bastión del tradicionalismo y de una relativa tranquilidad.

La población se muestra satisfecha con la última monarquía absoluta de Africa subsahariana, en buena medida porque asegura continuidad cultural. Los trabajadores inmigrantes introducirían influencias culturales desconocidas, desde que el colonialismo impuso la modernidad europea.

«Si el país está vacío, otros pueblos vendrán a llenarlo», opinó el empresario Mkhombe.

El personal médico insiste en que la frustrada instalación de la fábrica taiwanesa debería estimular al gobierno para que adopte una estrategia clara contra el desafío sanitario y económico de la epidemia.

«De lo contrario harán política para una Swazilandia sin swazis. Hemos mantenido nuestras tradiciones cuando otros no lo lograron, pero nuestra cultura sólo vivirá si nosotros lo hacemos», concluyó la enfermera Kunene. (FIN/IPS/tra- eng/jh/mn/dc/he lb/02

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