REFUGIADOS-AUSTRALIA: Afganos se cosen la boca para no comer

Se agrava en Australia la crisis protagonizada por más de 200 afganos, unos 90 de ellos con los labios cosidos, que hace ocho días empezaron una huelga de hambre por la suspensión de la tramitación de sus solicitudes de asilo.

Este miércoles, un asesor del gobierno sobre inmigración renunció por desaprobar el trato dado a los indocumentados y la protesta se extendió al centro de detención Maribyrnong, en la ciudad de Melbourne, donde por lo menos 30 detenidos se declararon en huelga de hambre en señal de solidaridad.

La medida de protesta empezó en el centro de detención Woomera, en el remoto desierto del sur de Australia.

Los huelguistas que se cosieron los labios -se estima que son 70 hombres, 15 mujeres y varios menores de 18 años- se niegan incluso a aceptar líquidos, bajo temperaturas que llegan a superar los 40 grados centígrados.

El Departamento de Inmigración y Asuntos Multiculturales confirmó en la noche del martes que 18 huelguistas recibieron tratamiento por deshidratación y que otros siete hombres fueron hospitalizados.

Esos siete afganos habían ingerido champú y analgésicos, según trascendió, cuando funcionarios de inmigración intentaron alimentarlos por la fuerza.

El gobierno decidió en diciembre que no procesaría más solicitudes de asilo de los refugiados de Afganistán, arguyendo que ya no corren riesgo de persecusión política en ese país tras el derrocamiento del grupo radical islámico Talibán, el pasado noviembre.

El ministro de Inmigración, Phillip Ruddock, declaró que no se dejará «chantajear» por los indocumentados en huelga de hambre y que ellos pueden volver a su país si lo desean.

Además, dispuso que ocho niños en el campo de detención de Woomera fueran separados de sus padres, alegando que los adultos cosieron sus labios contra la voluntad de los menores para provocar un mayor impacto en la opinión pública.

Una carta publicada el martes en el diario Sydney Morning Herald revela la desesperación de los huelguistas.

«No tenemos esperanza, no tenemos futuro. Sólo pedimos al pueblo australiano que nos ayude, de lo contrario no tendremos otra opción que continuar con nuestra huelga de hambre hasta la muerte», escribieron.

Hace dos semanas, Ruddock declaró que los afganos e iraquíes que llegan para pedir asilo «han elegido residir en Australia como opción de vida y violan las leyes de muchos países en su camino».

Margaret Piper, directora ejecutiva del Consejo de Refugiados de Australia, consideró que esas palabras del ministro reflejan su incomprensión de la situación desesperada de los solicitantes de asilo, por no decir falta de compasión.

«Sí, puede ser una 'opción de vida' no vivir con miedo a ser encarcelado en cualquier momento o que los niños puedan jugar sin correr el riesgo de que una mina de tierra los haga volar por los aires», dijo. «Es una opción de vida válida».

Afganistán, uno de los países más pobres del mundo, está devastado por 23 años de guerra.

Más de un cuarto de los 26 millones de habitantes de ese país centroasiático dependen de la ayuda alimentaria para sobrevivir, la expectativa de vida es de apenas 44 años, y 70 por ciento de la población está desnutrida, según estadísticas de la Organización de las Naciones Unidas.

A medida que pasan las horas, la crisis de Woomera se agrava. Ruddock envió una comisión para persuadir a los afganos de levantar la huelga de hambre, pero no tuvo éxito.

Luego de hablar con 30 de los huelguistas, el presidente de la comisión, John Hodges -un ex ministro de Inmigración-, reconoció este miércoles que los afganos están determinados a continuar con su protesta y que muchos de ellos pueden morir.

Los problemas aumentaron para Ruddock con la renuncia este miércoles de Neville Roach, presidente del Consejo para una Australia Multicultural, en protesta por el tratamiento otorgado a los indocumentados.

Roach declaró que le era «imposible» continuar en ese cargo porque «parece que la compasión ha sido totalmente desechada».

«Cada vez que se plantea un problema humanitario en relación con los solicitantes de asilo, el gobierno los trata de obstinados e incluso de criminales», señaló Roach, quien había sido renovado en su cargo por el propio Ruddock.

«Lo peor es que la discriminación y aun la violencia resultantes de esa política no están dirigidas sólo contra los solicitantes de asilo, sino contra la comunidad islámica y las personas de apariencia mediooriental en general», agregó.

La actual huelga de hambre es la última de una serie de protestas en el centro de detención Woomera.

En febrero de 2001, unos 12 hombres iraquíes también se habían cosido la boca, en una protesta que duró pocos días.

El mes pasado, 300 solicitantes de asilo rompieron una valla de seguridad interna en protesta por las condiciones de reclusión, que el propio organismo de derechos humanos del gobierno calificó de «violatorias de la Convención de las Naciones Unidas sobre los Derechos del Niño».

Los guardias de seguridad dispersaron a la multitud con gases lacrimógenos y chorros de agua.

El primer ministro John Howard adoptó el año pasado una línea dura contra la inmigración que le valió el aumento de su popularidad, al impedir el ingreso de cientos de refugiados, en su mayoría afganos, que habían sido rescatados en alta mar por el buque noruego Tampa.

El gobierno pagó a varias islas del Pacífico Sur para que recibieran a los inmigrantes indocumentados en su territorio mientras se decide su situación. (FIN/IPS/tra-en/bb/js/mlm/pr-hd/02

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