La indefinida doctrina nuclear de los rivales India y Pakistán mantiene en la ambigüedad las circunstancias que los llevarían a utilizar sus arsenales nucleares, agravando los riesgos del conflicto que los enfrenta.
Tal como ocurre desde hace 10 años, India y Pakistán se intercambiaron en el primer día del año listas de instalaciones y armamento nuclear que no deberían ser atacados en caso de que agravamiento del actual conflicto.
El intercambio se lleva a cabo en virtud del acuerdo de «Prohibición de ataque contra instalaciones y fábricas nucleares». Pero ambos países no explicitaron bajo qué circunstancias se verían forzados a usar su arsenal nuclear, pues nunca declararon oficialmente sus doctrinas nucleares.
Si bien Nueva Delhi e Islamabad conocen exactamente el número de instalaciones nucleares de cada parte, la información se mantiene fuera del alcance del público, al que tampoco se permite saber si cada estado agregó nuevas instalaciones a la lista original.
Esto ocurre a pesar de que ambas naciones efectuaron ensayos atómicos en mayor de 1998, y desde entonces su situación armamentística agregó nuevos riesgos a un potencial conflicto en Asia meridional.
El intercambio de fuego de artillería en la frontera común se incrementó en las últimas semanas, a partir del atentado suicida contra el edificio del parlamento indio, por el cual Nueva Delhi culpa a militantes cachemiros respaldados por Pakistán.
Ambos gobiernos intercambiaron duras acusaciones y emplazaron tropas y misiles en la frontera, mientras Nueva Delhi retiraba a su representación diplomática en Pakistán, prohibía el transporte terrestre y evacuaba a la población de varias aldeas fronterizas.
La partición de la Cachemira islámica está en el origen de la rivalidad de las dos naciones, nacidas con la independencia del imperio británico en 1947. India, un estado laico con mayoría de población hindú, obtuvo dos tercios del territorio, y Pakistán, estado musulmán, el tercio restante.
Desde entonces la parte india, incorporada al estado de Jamu y Cachemira, se convirtió en la única región islámica en un país abrumadoramente hindú, con una creciente actividad de grupos militantes separatistas, a los que Islamabad considera «luchadores por la libertad».
Ambos estados se enfrentaron en tres guerras por el control de la zona, la última de las cuales fue el conflicto no declarado de Kargil, en 1999.
Al no adoptar doctrinas nucleares oficiales, como lo hacen las otras cinco potencias nucleares, la cuestión genera la incertidumbre de la ciudadanía de ambos estados y de buena parte del mundo.
No obstante, los expertos señalan que para Pakistán, el armamento nuclear está destinado a «un primer ataque como último recurso», mientras para India las armas atómicas son una opción para un «segundo ataque», es decir una respuesta o represalia nuclear a un primer ataque recibido.
Esta teoría se basa en que Pakistán, con una superficie más pequeña, tiene un alcance estratégico limitado, mientras India, con un territorio mucho mayor, posee un alcance estratégico mayor.
«Los tres pilares de la política nuclear pakistaní son: el arsenal nuclear está específicamente concebido para enfrentar a India, para equilibrar las asimetrías del arsenal convencional y sólo utilizable cuando esté en juego la sobrevivencia del estado», explicó el investigador del Instituto de Investigación Política de Islamabad, Zafar Jaspal.
Si Pakistán no tuviera armas nucleares, en las circunstancias actuales India ya lo hubiera atacado en lugar de estacionar sus tropas en la frontera, opinó el ex canciller pakistaní Sartaj Aziz.
Según las premisas de la disuasión nuclear, la posesión de arsenal atómico debe impedir el intercambio de ataques nucleares, y las percepciones y la psicología juegan un importante papel en esta lógica, pues la disuasión pretende crear riesgos que desalienten ciertas acciones del enemigo.
Por eso, en un escenario de crisis como el actual, Pakistán e India deberían considerar creíbles los peligros de cada lado, y ese mensaje de credibilidad debería ser comunicado en forma efectiva.
Pero la inexistencia de doctrinas declaradas coloca inclusive esos peligros en la ambigüedad.
La semana pasada, el portavoz militar de Pakistán, Rashid Qureshi, confundió a muchos expertos, cuando descartó públicamente el uso de armas nucleares por parte de su país.
«Pakistán e India son naciones responsables y no podemos pensar en utilizar armas atómicas. Son disuasorias y no están pensadas para ser más que eso. El uso de armas atómicas es algo que ni siquiera se debería considerar», dijo Qureshi.
«Espero que haya sido un lapsus. Semejante pronunciamiento mientras India ubica sus fuerzas en nuestra frontera es desafortunado», estimó un experto nuclear que no quiso dar su nombre.
Pakistán debe explicitar cuál es la «línea roja» que pondría su sobrevivencia en riesgo por una agresión india y lo obligaría a usar armas nucleares, opinó otro ex funcionario.
Sin embargo, la falta de claridad de los gobernantes pakistaníes es deliberada, y está destinada a crear especulaciones en Nueva Delhi sobre la aplicación de su arsenal nuclear, sostuvo el director del diario The Nation, M.A. Niazi.
En 1999, expertos de ambas naciones comenzaron a discutir el desarrollo de una doctrina nuclear, pero el proceso nunca culminó.
En India fue imposible lograr consenso sobre el reparto equitativo del control de las armas nucleares entre la burocracia, los políticos y las Fuerzas Armadas.
En Pakistán, en cambio, tra el golpe de estado de octubre de 1999, el régimen militar encabezado por el general Pervez Musharraf creó la Autoridad para el Control y Comando Nuclear, encabezada por los jefes militares. Esa hegemonía interna permitiría a Islamabad desarrollar fácilmente una doctrina atómica.
Aunque no es oficial, el «Informe sobre la doctrina nuclear india del Consejo Asesor de Seguridad Nacional», publicado en agosto de 1999, recomienda que India «debería perseguir una política de mínima disuasión» y que «en esa política de 'sólo represalia', es crítica la sobrevivencia de nuestro arsenal».
Pero la definición de disuasión mínima generó un intenso debate entre sectores moderados y duros.
India nunca formalizó el documento pues «era ridículamente ambicioso y no descarataba nada», dijo a IPS Aachin Vanaik, experto en política nuclear y pacifista del Movimiento por el Desarme Nuclear en India.
Por otra parte, Nueva Delhi modificó su política exterior con la asunción del derechista Partido Bharatiya Janata, pasando de una tradicional posición de no alineamiento a procurar convertirse en aliado regional de Estados Unidos, sostuvo Vanaik.
Pakistán también criticó el documento, aunque destacados funcionarios y ex funcionarios, entre los cuales se encontraba el actual canciller Abdul Sattar, cuestionaron la debilidad de Islamabad y recomendaron reforzar el arsenal nuclear y convencional.
La publicación del proyecto indio coincidió con la escalada de Kargil. Una incursión de militantes pakistaníes a través de la línea de control en Cachemira fue respondida por Nueva Delhi con el derribo de un avión espía pakistaní, y la movilización de la flota oriental desde la bahía de Bengala hacia el mar Arábigo.
Finalmente, Washington presionó a Pakistán para que diera marcha atrás en la incursión, y el conflicto culminó con un saldo de más de mil muertos. (FIN/IPS/tra-eng/ni-rdr/js/dc/ip/02