ESPAÑA: Murió Cela, grande y controvertido señor de la literatura

Camilo José Cela, controvertido escritor español, con los premios Nobel y Cervantes en su haber junto a muchas otras distinciones, murió este jueves en Madrid, donde llevaba una semana en un hospital afectado por una enfermedad cardiorrespiratoria.

Fue «una figura capital de la cultura española…, poeta, novelista, lexicógrafo, ensayista, lingüista, hombre de totalidad del arte», señaló el director de la Real Academia Española, Víctor García de la Concha, al definir la personalidad de Cela.

La reacción de dolor por su desaparición y de reconocimiento por su obra literaria es general, con alguna excepción menor.

El rey Juan Carlos, la familia real, el presidente del gobierno, los líderes de los Partidos Popular (gobernante, de centroderecha) Socialista y Comunista, académicos, periodistas y escritores de todas las tendencias, así como la Iglesia Católica, mostraron su pesar por la muerte y su admiración por el escritor.

Pero Francisco Rodríguez, portavoz parlamentario del Bloque Nacionalista Gallego, un partido de izquierda que reivindica la independencia de la noroccidental región de Galicia, después de lamentar la muerte de Cela, criticó su «talante mercantilista y su convivencia con el poder político en beneficio propio».

Cela nació en 1916 en la aldea gallega de Iria Flavia y ganó fama mundial con «La familia de Pascual Duarte», la novela en español más traducida después de El Quijote, la inmortal obra de Miguel de Cervantes, escrita hace cuatro siglos.

Participó en la guerra civil española (1936-1939) desde el bando franquista y en 1943, consolidado ya el régimen de Francisco Franco (1939-1975), por pedido propio trabajó como censor de dos revistas religiosas y una farmacéutica.

Esos hechos y su descalificación de los políticos izquierdistas lo hicieron blanco de múltiples críticas, que arreciaron en 2001, cuando fue acusado de plagiar una obra y de utilizar «negros» (desconocidos que escriben por encargo para que firmen otros) para aumentar su producción literaria.

Sin embargo, al enterarse de su fallecimiento, el mundo literario progresista lo reconoció como uno de los más grandes escritores en lengua española.

El izquierdista Manuel Vázquez Montalbán, escritor y periodista, señaló que Cela fue «un estilista notable» y «un almacenista de lenguaje extraordinario».

Otro escritor progresista, José Manuel Caballero Bonald, afirmó que Cela seguirá siendo un gran maestro del idioma y el último exponente de una tradición que comienza con Francisco de Quevedo y llega hasta Ramón del Valle-Inclán y Pío Baroja y «con una obra tan densa como sus cambios de carácter».

Cela, que dijo haber tenido «una niñez dorada», fue expulsado de cuatro colegios y abandonó tres carreras universitarias. Produjo más de 40 novelas y escribió regularmente en los diarios.

Le costó lograr editor para su primera novela, «La familia de Pascual Duarte», de 1942, cuya segunda edición, de 1943, fue retirada de las librerías por orden de la censura, ya que en ella reflejaba con crudeza la situación de la posguerra civil. Después escribió «La Colmena» (1951), para la que tuvo que buscar editor en Argentina, pues fue prohibida en España.

En los últimos años de su vida, las controversias y sus actitudes provocadoras continuaron. Poco después de ser acusado -y sobreseído- ante la justicia por supuesto plagio, pronunció en octubre de 2001 la conferencia de apertura del Segundo Congreso Internacional de la Lengua Española, en la ciudad de Valladolid.

Allí negó validez al término América Latina y al gentilicio latinoamericano. Pues, dijo, hablar de América Latina y de latinoamericanos es una «equívoca y acientífica aberración».

Cela, que en la versión escrita de su discurso se refirió a los habitantes de México como «mejicanos» (con jota, contraviniendo lo que es uso oficial y civil en México), añadió que la expresión correcta es «hispanos o hispánicos o íberos o ibéricos», porque «bajo cualquiera de ambos dobles gentilicios caben también los portugueses y los brasileños».

La respuesta más rotunda le llegó por boca de la eurodiputada española Ana Palacio, del Partido Popular, quien dijo que ella llama latinoamericanos a los habitantes de aquella región por la sencilla razón de que nueve décimas partes de los hispanohablantes se reconocen con ese nombre.

Académicos, periodistas, políticos y literatos coincidieron con Palacio.

En el mismo congreso originó otra polémica, pues leyó un discurso que ya había pronunciado en otras reuniones. Muchos participantes consideraron esa repetición una falta de respeto y el asunto fue tema de debate en los periódicos durante varios días, sin que él se disculpara.

La capilla ardiente instalada en Madrid es visitada permanentemente por personalidades de todos los ámbitos e ideas políticas, mientras los obispos católicos, que esta semana realizan ejercicios espirituales en una casa en las cercanías de la ciudad, rezan por el alma del escritor.

El portavoz de la Conferencia Episcopal, Juan José Asenjo, declaró que los obispos españoles sienten «muy de veras la muerte de don Camilo, uno de los grandes escritores del siglo XX». Su cuerpo será llevado el viernes a su Galicia natal, donde será inhumado. (FIN/IPS/td/ff/cr/02

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