EEUU-ISRAEL: Bush y Sharon cada vez más cerca

Estados Unidos ha acortado distancias con el punto de vista del primer ministro israelí Ariel Sharon, aunque sin plegarse explícitamente al propósito que al parecer persigue éste: acabar con el proceso de paz con los palestinos, comenzado hace ocho años.

El principal obstáculo de Estados Unidos para poner fin a los vínculos con la Autoridad Nacional Palestina (ANP) de Yasser Arafat, un pilar del proceso de paz, es la falta de otro elemento que la reemplace, lo cual no parece preocupar a Sharon.

Además, Washington teme la reacción de sus aliados árabes, en especial Egipto, Arabia Saudita y Jordania, si bien su influencia en Estados Unidos ha disminuido desde que el presidente George W. Bush lanzó su «guerra contra el terrorismo».

El secretario de Estado (canciller) estadounidense, Colin Powell, pidió «paciencia» en una reunión celebrada el viernes en la Casa Blanca, en la que el secretario de Defensa Donald Rumsfeld y el vicepresidente Dick Cheney solicitaron fuertes sanciones diplomáticas contra Arafat.

Las medidas solicitadas incluían la interrupción de todo contacto con el líder palestino, el cierre de la oficina de la ANP en Washington y la inclusión de una milicia vinculada con la facción política Al Fatah de Arafat a la lista de organizaciones terroristas de Estados Unidos.

Por ahora, Bush se limitó a demorar el viaje a Medio Oriente de su enviado especial, el general retirado Anthony Zinni, al menos hasta que Arafat, que pidió el retorno de Zinni a la brevedad, reprima con más dureza a los grupos radicales palestinos y explique el intento de la ANP de enviar 50 toneladas de armas de Irán a Gaza.

Fuerzas israelíes interceptaron esas armas en diciembre.

La actitud y el discurso del gobierno estadounidense están sin duda endureciéndose contra Arafat, quien está sitiado por tanque israelíes en la ciudad de Ramalá desde hace seis semanas.

«Estoy decepcionado de Yasser Arafat», declaró Bush a la prensa durante una visita a Maine luego de la reunión.

«Pedir armas que fueron interceptadas en un barco dirigiéndose hacia esa parte del mundo no es combatir el terrorismo, es promoverlo», agregó.

Aunque se dice que esa operación de contrabando fue lo que colmó la paciencia de Washington con Arafat, muchos analistas locales relacionan la nueva actitud de Estados Unidos con el aumento de la influencia de los sectores más radicales y prosionistas del gobierno desde los atentados del 11 de septiembre.

Varios de los asesores de Rumsfeld y Cheney son antiguos opositores del proceso de paz en Medio Oriente y algunos de ellos rechazan el principio de la «tierra de paz» en la que se basa la política de Estados Unidos sobr el conflicto árabe-israelí desde la guerra de 1967.

«Es ridículo que un país que otorga cada año 2.000 millones de dólares en ayuda militar a una potencia ocupadora monte un escándalo cuando la nación ocupada intenta obtener armas por unos pocos cientos de miles de dólares», opinó Stephen Zunes, un especialista en Medio Oriente de la Universidad de San Francisco.

Aun antes de la captura del embarque, la administración de Bush había comenzado a hacerse eco de la de Sharon y culpar a Arafat por cada nueva espiral de violencia, ignorando provocaciones de Israel como los asesinatos selectivos de líderes de milicias palestinas o incursiones breves pero sangrientas en localidades palestinas.

Además, Washington dejó de denunciar esas tácticas e incluso de exhortar a Israel a la contención.

Así, a fines de noviembre y en la víspera de la primera misión de mediación de Zinni, el ejército israelí mató a un alto comandante militar de Hamas en un ataque con cohetes en su apartamento.

Cuando el grupo tomó represalia con ataques suicidas en Israel, Washington lo condenó en sus términos más duros y exigió a Arafat que reprima decisivamente a Hamas y Jihad Islámica. Luego, guardó silencio cuando Israel envió tanques a zonas de control palestino y atacó estaciones de policía y otros objetivos.

A medida que el derramamiento de sangre empeoraba, en las primeras dos semanas de diciembre, Arafat declaró un cese del fuego unilateral y, pese a la creciente oposición popular, ordenó el arresto de supuestos radicales y el cierre de algunas oficinas de Hamas y Jihad Islámica.

El intervalo de calma resultante duró hasta principios de enero, un período en que no murió ningún israelí pero sí 30 palestinos, entre ellos 10 niños.

Arafat exhortó a Zinni a volver para negociar un cese del fuego permanente y un congelamiento de los asentamientos israelíes, como se había establecido en un plan presentado por Powell en noviembre.

Pero el ciclo de violencia se repitió a mediados de este mes, cuando Israel asesinó a Raed Karmi, líder de una milicia cisjordana asociada con Al Fatah, y sufrió como represalia una serie de atentados suicidas seguidos la semana pasada por las mayores operaciones militares israelíes en Gaza y Cisjordania desde 1967.

En esas operaciones, Israel reocupó por primera vez toda una localidad palestina -Tulkarem, en Cisjordania-, mató a un número indeterminado de milicianos y detuvo a decenas.

Casi todas las represalias de Israel incluyen ataques a cárceles y estaciones de policía, lo que disminuye la capacidad de Arafat de cumplir con las demandas de represión de Sharon y Bush.

«¿Cómo puede controlar cualquier tipo de violencia si sus manos están atadas, no tiene libertad de movimiento, su policía y su infraestructura están destruidas?», preguntó un funcionario de Jordania en declaraciones al diario The New York Times.

En lugar de pedir la contención de Israel, Washington permanece en silencio o apoya explícitamente las acciones de ese país.

«El presidente entiende los motivos que tiene Israel para adoptar las acciones que adopta», declaró la semana pasada Ari Fleischer, portavoz de la Casa Blanca.

«Si se observa este ciclo de violencia, es ingenuo pensar que es accidental», declaró Akova Eldar, un destacado columnista israelí, al Christian Science Monitor.

«Sharon quiere evitar cualquier posibilidad de reunión con Arafat ante una misma mesa. Su objetivo es no sólo mantener los asentamientos en su lugar, sino también dar por terminado el acuerdo de Oslo y deshacerse de la Organización para la Liberación de Palestina», afirmó.

El gobierno estadounidense insiste en que es Arafat y no Sharon el responsable de la agonía del proceso de paz, pero funcionarios de la administración de Bill Clinton (1993-2001) consideraron que la pasividad de Washington equivale a «jugar del lado de Sharon».

Robert Malley, asesor de seguridad nacional de Clinton, advirtió en una columna publicada esta semana en The Times que Sharon intenta «deshacer las bases del acuerdo de Oslo».

Según Malley, expulsar a Arafat y matar el proceso de paz «garantizará un ciclo de hechos que no servirá a los intereses de la paz ni de Israel, y producirá una generación de palestinos vengativos». (FIN/IPS/jl/aa/mlm/ip/02

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