Niños y niñas de los pequeños enclaves serbios en la meridional provincia yugoslava de Kosovo acuden felices a la escuela, único lugar donde pueden reunirse y jugar sin peligro, protegidos de la mayoría albano-kosovar.
La tensión étnica subsiste en la provincia autónoma, que integra la república yugoslava de Serbia, pese a que las Fuerzas de Protección de Kosovo (KFOR) patrullan el territorio desde junio de 1999, destacadas por la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN).
«Niños y niñas vienen a las escuelas en ómnibus escoltados por las KFOR. Es imposible crear campos de juegos para ellos, pero en el patio escolar pueden practicar fútbol con seguridad», explicó el maestro Slobodan Stojkovic, de la escuela de Laplje Selo, a 12 kilómetros de Pristina, la capital provincial.
Los escolares viven en zonas cercanas, pobladas por albano- kosovares. La aldea, ubicada junto al monasterio ortodoxo de Gracanica, construido en el siglo XIV, es uno de los pequeños enclaves serbios de la provincia, administrada desde 1999 por la Organización de Naciones Unidas (ONU).
De los 250.000 serbios que vivían en Kosovo en 1999, solo permanecen allí algunas decenas de miles. En Pristina, donde hace tres años vivían 50.000 familias serbias, apenas 200 se concentran en varios edificios de apartamentos estrechamente protegidos, según datos de la ONU.
El éxodo másivo de serbios comenzó en junio de aquel año, tras 11 semanas de bombardeos aéreos que la OTAN lanzó para poner fin a la represión del régimen del ex presidente yugoslavo, Slobodan Milosevic, contra 1,9 millones de albano-kosovares, que reclamaban la independencia.
El gobierno de Milosevic calificó de «terrorismo» el levantamiento armado en Kosovo, donde unos 10.000 albaneses murieron y más de 800.000 fueron expulsados por las tropas serbias.
A medida que la ONU y las KFOR ingresaban a la provincia, los serbios escapaban por temor a las represalias de los albaneses que retornaban.
En los últimos tres años, más de 1.000 serbios fueron asesinados y otros tantos secuestrados, pese a la presencia de las fuerzas de paz, que deben garantizar la seguridad de toda la población de Kosovo.
«La concurrencia a la escuela es la única oportunidad que los niños tienen de salir de sus casas. Ni se discute la posibilidad de llevarlos siquiera a visitar Pristina», agregó Stojkovic.
«La mejor forma de conocer la realidad de la población serbia en Kosovo se encuentra en los dibujos de mis alumnos: vehículos blindados, helicópteros militares, bombardeos, edificios destruidos», sostuvo Stojkovic.
«La vida es cruel para mis estudiantes. Se saltearon una parte de su infancia, y han madurado demasiado pronto», dijo Dragana Knezevic, cuyos alumnos, residentes en la aldea septentrional de Kosovska Mitrovica, tienen entre 11 y 15 años.
«Desde hace tres años permanecen encerrados en sus hogares, viendo vehículos militares y en constante temor. Esto tendrá enormes consecuencias en el resto de sus vidas», sostuvo Knezevic.
Los educadores, reunidos en Belgrado durante los seminarios anuales de la Semana de Enero para los Maestros, recibieron un disco compacto dedicado a reseñar la herencia cultural de la república yugoslava de Serbia.
El disco describe a Kosovo como «la cuna medieval de la historia serbia», e incluye una lista de más de 1.000 templos y monasterios que alfabetizaron y difundieron la fe cristiana en la población serbia de Kosovo a partir del siglo XI.
Más de 100 de estos edificios han sido destruidos por la guerrilla albano-kosovar en los últimos años.
Tanto Stojkovic como Knezevic reiteraron su voluntad de permanecer en Kosovo para trabajar por la niñez serbia. «Al igual que en el pasado, nuestras escuelas están al lado de los monasterios. Nos quedaremos allí, no tenemos otro lugar adonde ir», afirmaron. (FIN/IPS/vpz/sm/dc-mj/ed/02