La participación en torneos oficiales de voleibol no estará reservada sólo a gigantes, un sesgo discriminatorio también presente en otros deportes como el básquetbol, la natación y algunas pruebas de atletismo, si prospera una experiencia nacida hace tres años en Brasil.
Alberto Grandi es el creador del Voleibol de Categoría Especial (VCE) en el oriental estado brasileño de Minas Gerais, donde en 1999 se disputó el primer campeonato masculino para jugadores hasta 1,85 metros de estatura y para mujeres hasta 1,75 metros.
La propuesta de extender la experiencia a otras partes del país será presentada en abril a la Federación Internacional de Voleibol (FIVB), cuyo presidente, el mexicano Rubén Acosta, manifestó interés por el proyecto, según Radamés Lattari, coordinador de torneos de la Confederación Brasileña de Voleibol.
La estatura exigida hoy para participar de torneos oficiales de voleibol determina que «sólo uno de cada 1.000 brasileños, quizás ni tantos, sirvan para este deporte», dijo a IPS Grandi, fundador y presidente de la liga de Categoría Especial, de Minas Gerais.
Tanto Grandi como Lattari, ambos de 1,73 metros de estatura, practicaron voleibol en su juventud, hace algunas décadas, y admiten que actualmente estarían excluidos de los equipos que disputan campeonatos, irónicamente después que ese deporte ganó popularidad en el país.
Grandi, profesor de educación física, dijo que le surgió la idea en conversaciones con colegas, mientras evaluaban sus experiencias junto a estudiantes y las limitaciones impuestas por la creciente estatura física de los jugadores profesionales.
Un niño condenado por la genética a ser bajo o normal no puede soñar con esa profesión, al contrario de los que tienen ídolos en el fútbol, por ejemplo. Eso limita la adhesión y el interés por el voleibol, lamentó.
Una ampliación del público en los partidos y torneos depende de superarse ese aspecto excluyente, porque «cuanto más practicantes, más hinchas y aficionados», corroboró Lattari.
Probablemente en el futuro habrá que crear nuevas categorías en función de distintas estaturas, como ocurre con el peso en el boxeo y en la halterofilia, para democratizar más la práctica del voleibol y ampliar las oportunidades para todos, observó.
El voleibol en Brasil se apresta así a ser un ejemplo para otros países y otros deportes, en que la competencia cada día más intensa y alimentada por abultadas remuneraciones los hace menos democráticos y restrictivos sólo para jugadores gigantes.
Eso empieza a notarse también en otras prácticas deportivas, como natación y tenis, donde se acentúa la ventaja de los brazos largos, indicó Grandi.
Incluso ya en el fútbol se prefiere a los niños más altos, aunque todavía hay oportunidad para los «habilidosos bajitos», como el brasileño Romario y el argentino Diego Maradona, siempre que no jueguen de defensores centrales.
Las categorías por edad en voleibol poco ayudan, porque las atenciones de los clubes y cazadores de talentos se concentran en los niños y adolescentes más altos, ignorando los de crecimiento más lento.
La tendencia al gigantismo en el voleibol parece no tener límites. La selección juvenil masculina de Brasil, que triunfó en el campeonato mundial del año pasado, tenía una estatura promedio de 1,97 metros, superando a la selección de adultos. El más alto de ese equipo campeón, Leandro, mide 2,12 metros.
El torneo especial de Minas Gerais de 2001 fue disputado por 10 equipos, al igual que en 1999, dividido en seis de adultos masculinos y cuatro de niñas y adolescentes. Las adhesiones aumentaron en los últimos años, pero problemas financieros provocaron varias interrupciones.
La consolidación del VCE, incluso en términos de audiencia en las transmisiones de televisión, depende de su expansión a todo el país, con la participación de entre 150 y 200 equipos en competencias estaduales, que llevarían a un campeonato nacional entre los mejores de cada lugar, vaticinó Grandi.
La experiencia brasileña despertará gran interés en los países asiáticos, grandes protagonistas de este deporte, pero que enfrentan la desventaja de su menor estatura en las disputas internacionales, observaron los dirigentes brasileños.
Las nuevas categorías por altura diversificarán las características del voleibol, pronosticó Lattari, quien sostuvo que los de menor estatura se destacarán por la habilidad, rapidez y agilidad, algo parecido a lo que ocurre en el boxeo.
Para desarrollar esta experiencia hacen falta pocos cambios en las reglas.
En el caso del VCE de Minas Gerais, sólo se redujo en tres centímetros la altura de la red y se eliminó el denominado jugador «líbero», una función que existe en el voleibol actual y que no exige mucha estatura por no actuar junto a la red. Esa posición pierde sentido en la categoría de estaturas más uniformes.
Grandi cree que la autorización de la Confederación Brasileña de Voleibol de bajar la red de 2,43 a 2,40 metros fue demasiado limitada, aunque Lattari estima que es suficiente ante la capacidad de impulsión de los atletas.
Lattari, quien fue entrenador de la selección brasileña y de equipos de Italia y Portugal, defiende la nueva categoría como factor de mayor democratización del deporte, una necesidad que sólo ahora se manifiesta.
Sin embargo, no cree que la estatura sea un factor de discriminación de los pobres.
«Es más una cuestión étnica que social», pues el voleibol en Brasil era exclusivo de la elite rica y el acceso de los pobres a su práctica aumentó justamente con su popularización y exigencia de jugadores más altos en las últimas décadas, argumentó. (FIN/IPS/mo/dm/cr/02