La Unesco se propone proteger el patrimonio inmaterial de la humanidad, como forma de corregir desequilibrios en el área cultural cuya proyección económica favorece a los países ricos.
La Convención del Patrimonio Mundial, vigente desde 1972 y con la adhesión de 167 países, tuvo una importancia decisiva para la conservación y valoración de bienes culturales y naturales de todos los continentes, fomentando también el turismo e inversiones en los lugares designados.
Pero las declaraciones de patrimonio mundial de la humanidad están vinculados con una «visión exclusivamente monumentalista», admitió Koichiro Matsuura, director general de la Unesco (Organización de Naciones Unidas para Educación, Ciencia y Cultura), durante su visita a Brasil, del lunes al jueves.
Las declaraciones formalizadas hasta ahora se restringen a obras y sitios de valor histórico, estético o antropológico, y no alcanzaron a bienes intangibles de vital importancia cultural, agregó Matsuura.
De los 721 monumentos y sitios declarados patrimonio de la humanidad por la Unesco —554 de carácter cultural, 144, naturales y 23 mixtos—, la gran mayoría se hallan en los países del Norte industrial, especialmente en Europa.
Solo España, Francia e Italia concentran 99 de esos sitios, y no por coincidencia son los países que más turistas extranjeros atraen, aún desde antes de la Convención, debido a varios factores históricos. Pero el enfoque «monumentalista» de la cultura contribuyó a ese desequilibrio.
Si se les suman Alemania y Gran Bretaña, los cinco grandes países de Europa occidental concentran 148 de esos bienes culturales, es decir más de un quinto del total, mientras el resto se distribuye entre 119 naciones.
El patrimonio inmaterial, compuesto de manifestaciones tradicionales y populares, como fiestas, espectáculos, ritos, música, lenguas y conocimientos culinarios, son «fuentes de identidad y cohesión de las comunidades hasta ahora objeto de negligencia», reconoció Matsuura.
La Unesco procura hace algunos años superar esa distorsión. En mayo de 2001 proclamó 19 manifestaciones culturales como obras maestras del patrimonio oral e inmaterial de la humanidad.
Entre ellas figuraron el Carnaval de Oruro, Bolivia, la Opera de Kunqu, China, y el espectáculo popular que todos los días ocupa la plaza Djema Elf Naa, de Marrakesh, Marruecos.
La distribución de esos «bienes» culturales se invirtió: la mayoría se ubican en países en desarrollo. Sólo cinco son europeos y uno japonés.
De los europeos, tres corresponden al área oriental, la zona más pobre del continente: los cantos polifónicos de Georgia, la artesanía de crucifijos de Lituania y la cultura oral de Semeiskie, en Rusia.
Asia, sin contar Japón, quedó con cinco, y América Latina y Africa con cuatro cada región, como se indica en el sitio de la red mundial informática Internet http://www.unesco.org. En mayo de 2003, serán declaradas nuevas obras maestras.
Para impulsar el nuevo programa, Unesco elabora otra convención internacional destinada a proteger estos bienes culturales de dificil definición y conservación, por no tratarse de entidades físicas sino de creaciones colectivas que la comunidad transforma y transmite principalmente por vía oral y gestual.
El diseño del convenio fue discutido en el Encuentro Internacional de Expertos sobre Patrimonio Inmaterial, celebrado del martes al jueves en Río de Janeiro.
Veinticinco expertos de varios países acordaron propuestas que serán sometidas a juristas para darle forma de convención internacional, informó a IPS Jurema Machado, coordinadora del área cultural de la Unesco en Brasil.
El asunto volverá a discutirse en la reunión de ministros de Cultura prevista para septiembre en Estambul, anunció Matsuura, recordando que la Organización de las Naciones Unidas designó 2002 como Año del Patrimonio Cultural.
La reunión de expertos se celebró en Río de Janeiro no sólo por la gran diversidad y dinamismo cultural de Brasil, sino porque este país cuenta con un pionero Programa Nacional de Patrimonio Inmaterial, basada en una legislación vigente desde agosto de 2000.
Brasil creó así el Registro de Bienes Culturales Inmateriales, un inventario de «saberes», de celebraciones, de formas de expresión y de lugares importantes para la cultura nacional.
La legislación brasileña, que tiene origen en la Constitución de 1988 que ordena atender el patrimonio cultural inmaterial, fue elogiada por los expertos extranjeros por sus «conceptos modernos y amplios, que no limitan su objeto al folklore y a las manifestaciones raras», observó Jurema Machado, arquitecta que organizó la reunión.
Esta experiencia brasileña sirve de modelo para la elaboración del proyecto de convención internacional, afirmó Aziza Benani, diplomática de Marruecos y presidenta del Comité Ejecutivo de la Unesco.
El patrimonio inmaterial, tal como los bienes culturales físicos, tiene gran importancia económica, señaló el representante de la Unesco en Brasil, el argentino Jorge Werthein.
Su protección y difusión no sólo atraen turistas, sino que también pueden convertir esos bienes en productos de exportación, como ocurrió, por ejemplo, con el tango argentino, ejemplificó Werthein.
Un mejor aprovechamiento de la riqueza cultural de Río de Janeiro podría representar un incremento del turismo de 50 por ciento, sostuvo. (FIN/IPS/mo/mj/cr/01