La población de Colombia se debate entre la esperanza y el escepticismo, a la espera del vencimiento este sábado del plazo que el presidente Andrés Pastrana fijó a las insurgentes FARC para su retorno a la mesa de negociaciones.
La decisión de Pastrana de permitir que una delegación internacional intente convencer a las a las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia) de continuar el diálogo, concedió una pequeña bocanada de oxígeno al moribundo proceso de paz, señalan analistas.
La delegación mediadora, encabezada por el Representante del Secretario General de la Organización de las Naciones Unidas para Colombia, James Lemoyne, tiene tiempo hasta este sábado a 21:30 hora local (02:30 GMT) para lograr que la guerrilla flexibilice su posición, para acercar a las dos partes.
«Si a esa hora las gestiones no producen un resultado satisfactorio», el gobierno entenderá que las FARC no quieren más diálogo, advirtió el jueves Pastrana, a manera de ultimátum.
El gobierno marcó otro plazo, también de 48 horas y que comenzará a contarse al vencimiento del primero si la mediación no tiene éxito, para que las FARC abandonen la zona de 42.000 kilómetros cuadrados del sudeste del país, desmilitarizada hace tres años para instalar la mesa de negociaciones.
El ex negociador en representación del gobierno, Luis Giraldo, admitió que «esta mediación coyuntural es difícil, pero no imposible».
La dura respuesta de Pastrana se debe a la actitud «insolente» de la guerrilla, que el miércoles, antes de conocerse la fecha y hora del ultimátum, dijo que el gobierno es el que «debe regresar a la mesa y no las FARC», señaló Giraldo, del opositor Partido Liberal.
Por su parte, el diputado Antonio Navarro, líder del ex guerrillero M-19, no cree que las FARC, «que han tenido actitudes altivas y arrogantes, cedan ante la presión de un plazo» dado por el gobierno. Sin embargo, «los milagros existen», dijo.
Navarro advirtió que la ruptura definitiva del diálogo entre Pastrana y las FARC llevará a un agravamiento del conflicto armado interno, que puede dejar un saldo de «mucha sangre y mucho dolor en Colombia».
Organizaciones no gubernamentales que trabajan en busca de la paz indican que el promedio diario de muertes en Colombia el año pasado fue de 20 personas, cinco de ellas víctimas directas de la confrontación.
Los observadores más optimistas esperan que esta mediación internacional sea una posibilidad para replantear el proceso que nació rengo en enero de 1999 por falta de reglas claras.
La corta alocución de Pastrana del jueves aclaró en parte la situación después de dos días de mensajes ambiguos, en los cuales el gobierno y las FARC se intercambiaron el balón de la responsabilidad de una posible muerte del proceso.
Una posición ambigua que, según el investigador de la estatal Universidad Nacional Luis Valencia, «fue totalmente calculada», porque ninguna de las partes quiere cargar con la responsabilidad de una ruptura que traería graves consecuencias.
Valencia dijo a IPS que ni las FARC ni el gobierno quieren asumir formalmente la ruptura y el reto de borrar «de un plumazo» con tres años de esfuerzos en busca de la paz que piden los colombianos.
El cruce de comunicados de esta semana reveló que la confrontación es dura y reflejan un diálogo de sordos, añadió.
Pastrana se hizo eco del alto mando de las Fuerzas Armadas reiteró respecto de que los controles en la periferia de la zona de distensión «no son negociables».
Las FARC, en su último comunicado del jueves, exigieron al gobierno que levantara los controles dentro y fuera de la zona desmilitarizada, el vuelo de aviones y los retenes «del ejército en el área limítrofe de la zona a nombre del paramilitarismo, y, restricciones al ingreso de extranjeros»
Los rebeldes insisten también en que el gobierno aclare si los considera o no como una organización terrorista «para evitar pretextos intervencionistas de Estados Unidos».
El gobierno de Pastrana ha respondido esta pregunta muchas veces, al afirmar que «es la guerrilla la que se define a sí misma» con sus actos «como subversión política, como terrorista o como narcotraficante».
Jaime Caicedo, secretario del Partido Comunista, dijo a IPS que Washington ha tomado partido en forma clara en el problema interno colombiano, lo cual «se ha convertido en el factor que está incitando a un mayor agravamiento del conflicto».
Para Caicedo, es clara la presión estadounidense sobre Bogotá y las Fuerzas Armadas en estos momentos de crisis de la salida negociada.
La crisis del proceso «es el resultado de viraje en la política mundial encabezado por el presidente de Estados Unidos, George W. Bush, que presiona intensamente sobre el gobierno colombiano y sus Fuerzas Armadas», apuntó.
La eventualidad de una ruptura total de las negociaciones de paz ha llevado a realizar balances sobre lo ocurrido y respecto de lo que deja este nuevo intento de reconciliación, el tercero que se hace con las FARC, la mayor fuerza guerrillera de Colombia.
El liberal Alvaro Uribe, conocido por sus posiciones radicales frente al conflicto y que aspira a la presidencia por una alianza pluripartidista, entiende que la experiencia negociadora con la guerrilla «nada bueno dejó al país».
«El proceso arrancó mal, se ha mantenido mal y sigue mal», aseguró este candidato a la presidencia que en su campaña electoral ha indicado que, en caso de llegar al gobierno este año, eliminará el área desmilitarizada hoy en control de las FARC.
Uribe entiende que se debió exigir a las FARC, como requisitos mínimos previos, el cese de hostilidades y un mecanismo de contralor internacional.
En cambio, el precandidato presidencial por el Partido Conservador, Juan Restrepo, indicó que se ha ganado mucho con las negociaciones de paz.
«Es un avance inmenso, pues se desmitificó el papel de las FARC. Hoy la comunidad internacional sabe que estos señores se financian del narcotráfico, secuestran y destruyen pueblos indefensos», señaló Restrepo, ex ministro y ex embajador y perteneciente al mismo partido de Pastrana.
Restrepo precisó que la Unión Europea suspendió las visas de ingreso al bloque entregadas a los delegados de las FARC debido a a los secuestros que cometen contra colombianos y extranjeros.
Las Fuerzas Armadas de Colombia se fortalecieron en los últimos tres año y hoy cuentan con 110.000 efectivos, una flotilla de helicópteros y armas para combatir de día y de noche.
La mayoría de los equipos han sido entregados por Estados Unidos, en el marco del Plan Colombia, el programa contra el narcotráfico y de desarrollo.
El diario El Tiempo también planteó hipótesis de lo que puede ocurrir si fracasa la mediación internacional.
Para Pastrana, «significa entregar su bandera principal y renunciar a una laudable obsesión, en la cual gastó todo su capital político», mientras que las FARC perderían la estratégica zona de distensión, señaló el matutino en su edición de este viernes.
«Nadie, salvo los fanáticos de la guerra total, tiene algo que ganar con la ruptura», puntualizó.
Mientras transcurre el plazo dado por Pastrana a las FARC, las conversaciones en La Habana con el Ejército de Liberación Nacional (ELN), la segunda mayor guerrilla del país, parecen avanzar por buen camino.
El comisionado de paz del gobierno, Camilo Gómez, se reunirá el proóximo fin de semana con jefes del ELN para fijar el cronograma de la llamada Agenda de Transición, que destrabó las negociaciones a fines de noviembre. (FIN/IPS/yf/dm/ip/02