CINE-VENEZUELA: Un arte en busca de espacio

El cine celebró este lunes su día nacional en Venezuela y se impone la reflexión. Son contadas las producciones locales que se exhiben y los realizadores demandan un mayor apoyo institucional.

La presencia de largometrajes venezolanos en los cines se ha reducido de manera importante, al pasar de un promedio anual de 15 películas hace 20 años a sólo tres o cuatro en la última década, y a un ritmo absolutamente irregular de exhibición.

La excepción se da en estos días con varias películas locales en las salas, pero sólo por motivo de la conmemoración, pues luego desaparecerán de las carteleras, como ocurre cada año.

En la celebración de los 105 años de historia cinematográfica de Venezuela se recuerda que en las primeras décadas se registró una importante producción, de la mano de un grupo de realizadores casuales y experimentales, como Manuel Trujillo Durán, Lucas Manzano y Amabilis Cordero.

«En nuestro país es un logro si puedes rodar cada cinco años y eso se refleja en la calidad de las producciones. Si tienes cineastas que no se ejercitan en el oficio qué puedes esperar de sus películas», comentó el productor Alidha Avila.

La época más fecunda de la cinematografía del país fue a comienzos de la década del 80, cuando se producían 15 largometrajes anuales en promedio.

La crisis cambiaria de febrero de 1983, tras dos décadas de una paridad fija de la moneda local frente al dólar, y la constante devaluación posterior afectaron severamente la actividad cinematográfica, en especial por el aumento de los costos en equipos y materiales, que son todos importados.

El realizador Diego Risquez, presidente de la Asociación Nacional de Autores Cinematográficos (ANAC), aseguró que la realización de películas tiene un carácter «epiléptico, que depende de la buena voluntad del gobernante de turno».

Risquez, director de «Manuela Sáenz, la libertadora del libertador», la película más exitosa en cantidad de espectadores del cine venezolano de los últimos años, explicó que se podría «llegar al punto en que el audiovisual financie al audiovisual, pero para ello necesitamos que el Estado» brinde su respaldo.

El Estado sostiene al Centro Nacional de Cinematografía (CNAC), pero el presupuesto de ese ente es deficitario y sólo tiene capacidad para hacer aportes parciales a muy contadas producciones.

Una modalidad que ha terminado imponiéndose, debido a la falta de apoyo estatal o privado, son las redes de solidaridad tanto de actores como de personal técnico, mecanismo que abarata las realizaciones.

Un ejemplo de ello fue la filmación de «Borrón y cuenta nueva», que se estrenará en marzo, dirigida por Henrique Lazo, protagonizada por su hermana, la reconocida actriz Mimí Lazo, y en la cual su hija Cindy comenzó a dar los primeros pasos como asistente de dirección.

«Ese proyecto salió gracias a la capacidad del elenco y de todo el equipo que me acompaña. Si tuviera que pagarles lo que de verdad valen, tendría que haber pedido un préstamo al Fondo Monetario Internacional», señaló el realizador, tras informar que el costo total fue de sólo 600.000 dólares.

El cine venezolano podría tener capacidad de autofinanciarse, pero requerirá de un aporte económico del Estado para lograr que dé los pasos necesarios para convertirse en industria, indicaron portavoces de CNAC.

Sin embargo, la producción cinematográfica de este país, aunque con una rica trayectoria histórica, siempre ha sido limitada en comparación con otras de América Latina.

El investigador argentino Octavio Getino precisó que México fue el mayor productor de películas del siglo XX en la región, con 45 por ciento de los más de 10.000 títulos realizados, seguido de Brasil, con 25 por ciento, y de Argentina, con 18 por ciento.

En tanto Cuba, en especial después del triunfo de la revolución en 1959, mostró una actividad cinematográfica de relativa importancia, con 2,5 por ciento de los filmes producidos en la región, poco más que Venezuela, con dos por ciento, mientras que los demás países tuvieron una producción mucho menor.

El experto venezolano Carlos Guzmán consideró que las películas hechas en Venezuela, con inversiones que van de los 700.000 a un millón de dólares, tienen nulas posibilidades de recuperar los costos a través de la taquilla de los cines.

El precio promedio de una entrada en Venezuela es de tres dólares y, además, el público no acude en forma masiva a ver películas locales.

Por otra parte, las 235 salas existentes son consideradas escasas para un país de 24 millones de habitantes, un fenómeno que parece cambiar en los últimos tres año con la instalación de una veintena de cines en los nuevos centros comerciales, pero muy distante de los 600 que habían dos décadas atrás.

Estadísticas procesadas por Guzmán en 1998 indican que en Argentina, con 36 millones de habitantes, habían 589 salas, los 100 millones de mexicanos contaban con 1.840 salas y los 161 millones de brasileños con 1.600.

Dos empresas controlan casi el 100 por ciento de las pantallas de Venezuela y eso ha sido motivo de críticas por parte de los realizadores nacionales, que denuncian la falta de espacios y de pluralidad para sus producciones.

Pero la presencia de producciones latinoamericanas es también casi nula e incluso los filmes europeos llegan de forma bastante restringida al país.

Algunos realizadores señalan que la inconstante producción venezolana que logra llegar a las pantallas está encerrada en un círculo vicioso, pues debe lograr el éxito de espectadores para cubrir parte de los costos y levantar las hipotecas a las que deben recurrir muchos realizadores para filmar.

«Esto es un hecho demencial», opinó el ex director de la Cinemateca Nacional, Rodolfo Izaguirre.

En tanto, con motivo de la celebración de los 105 años del cine venezolano, se recordaron hitos históricos que algunos esperan sirvan de estímulo para el futuro.

El primer largometraje nacional, «La dama de las camelias», tiene casi 100 años, y entre la década de los 40 y 50 hubo un importante nivel de producción, debido a que se instalaron las primeras productoras del país, «Bolívar Films», y «Tiuna Films».

El festival de Cannes, Francia, otorgó un premio en 1959 al filme «Araya», de Margot Benacerraf, y ese mismo año el más prolífico realizador venezolano, Román Chalbaud, filma su primera película, «Caín adolescente». (FIN/IPS/ac/dm/cr/02

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