El gobernante Partido Comunista de China promueve desde hace años reformas económicas muy alejadas de la ortodoxia marxista, pero reivindica en nombre de su ideología la orientación y el control ideológico de la vida cultural.
El presidente Jiang Zemin se esfuerza por dejar su huella teórica en el Partido Comunista durante actividades preparatorias de su crucial XVI Congreso, que se llevará a cabo este año de 2002, y enfatiza la importancia de la «lucha ideológica» contra la «decadente» y «retrógrada» cultura occidental.
La tesis de los «Tres Representantes» impulsada por Jiang enfatiza la necesidad de que los cuadros del partido y los funcionarios gubernamentales contribuyan al desarrollo de las fuerzas productivas, impulsen el avance cultural y den prioridad a los intereses populares.
Esa tesis, que busca reelaborar el pensamiento marxista en forma adecuada a la actual realidad del país, ha sido defendida por el presidente en las últimas semanas, durante reuniones de alto nivel para discutir asuntos relacionados con la religión, las artes y la ciencia aplicada a cuestiones militares.
La batalla por los corazones y las mentes del pueblo no ha terminado, enfatizó Jiang ante más de 2.000 integrantes de la Asociación de Escritores de China y de la Federación China de Círculos Literarios y Artísticos, durante los congresos simultáneos de ambas organizaciones.
La Asociación y la Federación son supervisadas por la Oficina de Propaganda del Partido Comunista, pero en los últimos años el control partidario ha perdido terreno en las actividades editoriales y artísticas, debido a la creciente comercialización de ambas.
El rápido proceso de globalización de la economía hará más intensa esa batalla, porque se acompaña de creciente búsqueda de la hegemonía cultural internacional por parte de los países industrializados de Occidente, sostuvo Jiang ante los congresistas.
Los trabajadores de la cultura de China deben contribuir al resurgimiento nacional y mantenerse en guardia contra la influencia cultural occidental mientras el país se integra de modo pleno a la comunidad internacional, afirmó.
«La fiera competencia internacional actual no se relaciona sólo con el poderío económico, científico y militar, sino también con la cultura. China es un gran país en desarrollo, afronta grandes desafíos culturales, y debe esforzarse por preservar sys tradiciones y desarrollar su espíritu nacional», subrayó.
Los artistas deben contribuir al desarrollo de las fuerzas productivas y a la elevación del «nivel ideológico y moral» del pueblo», añadió.
El diario China Daily, que se edita en inglés, lamentó el estado de «confusión» predominante en la literatura contemporánea del país, y la ausencia de grandes maestros.
Los escritores chinos «parecen ser demasiado pueriles o demasiado egoístas para asumir la responsabilidad social propia de un auténtico escritor», y eso se debe a que la creciente comercialización puso en crisis al «sistema moral tradicional», inspirado en el filósofo Confucio desde hace unos 25 siglos.
La decadencia moral y la comercialización son señaladas por las autoridades como causas del surgimiento de escritores como Wei Hui, autor de «Shanghai Baby», que ha logrado grandesventas en Occidente.
Wei es descrito por los críticos oficialistas como un «decadente y corrompido esclavo de la cultura extranjera», pero esa novela, que contiene detalladas descripciones de escenas sexuales, fue muy popular entre los jóvenes urbanos del país hasta ser prohibida por las autoridades.
Los funcionarios de propaganda se irritaron mucho cuando el Premio Nobel de Literatura de 2000 fue otorgado al disidente Gao Xingjian, exiliado desde 1987, quien hizo pública su desafiliación del Partido Comunista en 1989, tras la matanza de activistas por la democracia en la Plaza de Tiananmen de Beijing.
Las novelas y obras de teatro de Gao están prohibidas en China, y el nombre del escritor no figura en la historia oficial de la moderna literatura nacional.
Algunos especialistas piensan que el carácter experimental de su trabajo abrió paso a la moderna dramaturgia del país, pero gran parte de los jóvenes aficionados chinos al teatro no saben quién es, aunque otros adquieren ediciones clandestinas de sus obras.
«El gobierno rechaza las nuevas tendencias literarias, contrarias al tipo de moralidad inspirada en Confucio que desea promover», dijo a IPS un diplomático extranjero que no quiso ser identificado.
«Los trabajadores de la literatura y el arte deben adherir a la verdad, oponerse a la falsedad, glorificar la belleza y la bondad, defender la ciencia y combatir la estupidez», dijo Jiang en los congresos de la semana pasada.
Esas palabras hicieron que muchos recordaran un famoso discurso de 1942 del líder comunista Mao Zedong, en el cual éste afirmó que el arte debía dirigirse a las masas y no a la elite intelctual.
Tras ese discurso, pronunciado en el bastión revolucionario de Yanan, en la septentrional provincia de Shaanxi, Mao gobernó el país de 1949 a 1975, y transformó a la literatura y a todas las formas de expresión artística en herramientas de propaganda.
«El discurso de Jiang fue un paso atrás. El Partido Comunista vuelve a decir qué se debe escribir», comentó a IPS un analista político extranjero que no quiso ser identificado. (FIN/IPS/tra- eng/ab/js/mp/ip cr/02