BRASIL: Diplomacia presidencial se amplía a Rusia y Ucrania

El presidente de Brasil, Fernando Henrique Cardoso, inició este miércoles una visita de dos días a Ucrania, luego de tres jornadas en Rusia, en busca de nuevos horizontes para el comercio y la política exterior del país.

El principal objetivo es económico, pero este viaje al exterior de Cardoso, el número 85 desde que asumió el gobierno en enero de 1995, tiene también un sentido estratégico.

Cardoso logró que el presidente ruso Vladimir Putin formalizara su apoyo a la intención de Brasil de convertirse en miembro permanente al Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), una condición que concede poder de veto y que desde 1945 está limitada a China, Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña y Rusia.

Ese respaldo sólo tiene un valor «simbólico», ya que Brasil no es aún reconocido como una «gran potencia regional, sino mediana», insuficiente para conquistar el puesto pretendido, dijo a IPS Geraldo Cavagnari, coordinador del Nucleo de Estudios Estratégicos de la Universidad de Campinas.

«Sin poder militar» para imponer respeto más allá de sus fronteras, ningún país alcanza el perfil necesario para formar parte del grupo de naciones cuyas decisiones influyen en los destinos del mundo, sentenció Cavagnari, un coronel retirado del ejército.

Cavagnari opinó que Brasil e India son las potencias medianas que aparecen mejor colocadas para alcanzar las condiciones geopolíticas que habiliten el reclamo de un asiento permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU, por sus avances en desarrollo económico y tecnológico, pero aún son insuficientes, opinó.

La capacidad militar de Brasil es limitada y destinada sólo a la defensa del territorio, una desventaja respecto de China e India, que «no abren mano de armas nucleares» y logran imponerse militarmente, por lo menos a sus vecinos, apuntó.

La intensificación y diversificación de las relaciones comerciales con Rusia y Ucrania son metas más factibles y constituyen el gran interés inmediato de Brasil.

Unos 70 empresarios acompañan al presidente Cardoso y a sus ministros Sergio Amaral, de Desarrollo, Industria y Comercio Exterior, Celso Lafer, de Relaciones Exteriores, y Ronaldo Sardenberg, de Ciencia y Tecnología.

La meta es duplicar en los próximos años las exportaciones brasileñas a Rusia, una meta considerada viable, ya que la expansión alcanzó a 160 por ciento en 2001, al sumar 1.100 millones de dólares frente a los 423 millones de 2000.

En tanto, las importaciones se mantuvieron estables en poco más de 500 millones de dólares. Rusia representó así casi un cuarto del superávit comercial obtenido por Brasil el año pasado, que llegó a 2.643 millones de dólares.

Pero las ventas externas brasileñas están demasiado concentradas en azúcar, carnes, café soluble y tabaco.

Los productos agrícolas y agroindustriales representan 95 por ciento de las exportaciones a Rusia, lo cual obliga a diversificar la oferta en el futuro, admitió el ministro Amaral.

La economía rusa, recuperada de la crisis de 1998, viene mostrando un fuerte crecimiento desde ese año, al punto que en 2000 alcanzó a ocho por ciento y el año pasado a 5,5 por ciento.

Rusia, importante exportador de petróleo, acumuló 110.000 millones de superávit comercial en 1999 y 2000, haciéndose gran importador potencial, evaluó el ministro brasileño.

Por eso Brasil respalda la intención rusa de incorporarse a la Organización Mundial de Comercio (OMC) este año, decisión que favorecería a los productos brasileños aún fuertemente gravados en ese mercado. Por ejemplo, la carne vacuna paga un arancel de 65 por ciento.

También la industria de aviones puede constituir un factor de crecimiento y diversificación de las relaciones comerciales y tecnológicas entre los dos países, si los fabricantes del caza- bombardero ruso Sukhoi Su-35 ganan la licitación para sustituir los antiguos Mirages franceses de la fuerza aérea brasileña.

El llamado a interesados por 700 millones de dólares, a ser decidido en marzo, es disputado también por fabricantes de Estados Unidos, Francia y Suecia. Brasilia exige la transferencia de tecnología como condición para competir en la materia.

El avión Sukhoi, como el Mirage más moderno, ofrecen la producción de los aviones en Brasil, lo cual ayuda a ampliar la transferencia tecnológica y generación de «riqueza y empleos» en el país, una ventaja decisiva, según Cavagnari.

Una ventaja adicional del negocio con los rusos es que se abriría, como contrapartida, un gran mercado para los aviones medianos de pasajeros, que construye la Empresa Brasileña de Aeronáutica, añadió el investigador.

La potencialidad de desarrollo de la aviación doméstica de un gran país como Rusia no se compara con la de Francia, argumentó.

En tanto, el presidente Cardoso firmó este miércoles en Ucrania un acuerdo que abre la posibilidad de que cohetes de ese país sean lanzados desde la septentrional base brasileña de Alcántara, vía contratos de arriendo. Esa cooperación en el área espacial es «muy importante», señaló Cavagnari.

Es el sector que posiblemente presente la «mayor convergencia entre Ucrania y Brasil», dijo Cardoso.

El acercamiento de Brasil a esos dos países forma parte de la estrategia de Cardoso «de ampliar su proyección entre potencias como China, India, Japón y la Unión Europea, para fortalecerse en las negociaciones con Estados Unidos», sostuvo Clovis Brigagao, director del Centro de Estudios Americanos, de la Universidad Cándido Mendes, de Río de Janeiro.

La visita del presidente brasileño ocurre poco antes de que se decida la licitación de la fuerza aérea y la adhesión de Rusia a la OMC, precisó. Todos los jefes de gobierno hoy practican la diplomacia comercial y Cardoso «es un buen vendedor», comentó Brigagao. (FIN/IPS/mo/dm/if ip/02

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