El azúcar continuará jugando un papel estratégico en la economía de Cuba, pese a la caída de los precios internacionales y a que fue desplazado por el turismo como primera fuente de recursos financieros.
Cuba conoció las vicisitudes de la monoproducción azucarera durante dos siglos, pero abandonarla ahora «podría conducir al país al destino no menos riesgoso de las economías de servicios», advirtieron expertos.
En esa encrucijada, la agroindustria azucarera se enfrenta al desafío de aumentar su eficiencia y rendimiento para sobrevivir en un mercado mundial cada vez más esquivo, con precios depreciados y la fuerte competencia de los edulcorantes sintéticos.
La producción cubana de azúcar ha mermado en los últimos años, con registros de 4,4 millones de toneladas en 1996 y 3,1 millones en 1998, la menor en medio siglo, luego de que se lograran siete y ocho millones de toneladas en los primeros años 90.
La última cosecha no fue mejor, ya que sólo se obtuvieron 3,5 millones de toneladas, con ingresos por exportación que cayeron más de 100 millones de dólares. Los vaticinios para este año tampoco son buenos.
Se calcula que los daños causados en noviembre en las plantaciones de caña de azúcar por el huracán Michelle gravitarán en el año que comienza, con una producción menor a los cuatro millones de toneladas pronosticados originalmente por las autoridades del sector.
Fuentes oficiales han situado en unos 550 millones de dólares los ingresos anuales que deja el azúcar, superado por el turismo, que en 2000 aportó más de 600 millones de dólares.
También las remesas familiares enviadas por residentes cubanos en el exterior, que circulan en el sector informal de la economía, superan a la otrora primera fuente de divisas, con una suma anual calculada entre 800 y 1.000 millones de dólares.
En la agroindustria azucarera trabajan de manera directa 500.000 personas y aparecen vinculadas otras dos millones, en una población que supera los 11,2 millones de habitantes.
«Por eso hemos protegido y seguiremos protegiendo a los azucareros», dijo el presidente Fidel Castro, al examinar ante el parlamento el desempeño económico del país en 2001 y las perspectivas para este año.
Castro señaló que la opción para reanimar la producción azucarera es incrementar la eficiencia y la rentabilidad de los ingenios, ahorrar materiales y combustibles, así como reducir los costos.
Por otra parte, la producción azucarera es una garantía de crédito muy necesaria para Cuba, impedida de acceder a préstamos de los principales centros financieros multilaterales debido al embargo impuesto por Estados Unidos a comienzos de los años 60.
Hay que transformar la agroindustria, «no sólo en una gran producción de azúcar, sino en una empresa moderna, diversificada, de mayor valor agregado», que aporte lo que el país espera, apuntó el ministro del Azúcar, Ulises Rosales del Toro.
Datos oficiales señalan que Cuba dispone de tecnología adecuada para producir 21 tipos diferentes de azúcar, incluida la ecológica, además de alcoholes, bebidas y otros derivados.
Alrededor de una decena de empresas mixtas han sido constituidas por el Estado y firmas extranjeras para explotar el área de los derivados de azúcar, que deja ingresos cercanos a los 60 millones de dólares anuales.
Hasta el momento se han comprometido capitales de España, México, Canadá, Italia y Francia en áreas de producción de alcoholes, calderas de vapor y otros equipos para los ingenios, mientras se estudian proyectos con Alemania, China y Venezuela.
El valor de las exportaciones azucareras descendió de manera drástica luego de la pérdida, a comienzos de los años 90, de los convenios que Cuba mantenía con el desaparecido campo socialista, un mercado entonces seguro y con precios preferenciales.
Las ventas de azúcar a ese bloque de países en 1989, a precios que llegaron a 690 dólares por tonelada, sumaron cuatro millones de toneladas, 56 por ciento del total de exportación de azúcar cubana.
Sin embargo, los ingresos por ventas a esas mismas naciones, con igual volumen, se redujeron a menos de la mitad en 1990, debido a la caída de los precios prevalentes en los mercados internacionales ese año.
Así, las divisas por concepto de exportación azucarera a ese bloque hoy desaparecido bajaron de 2.760 millones de dólares en 1990 a cerca de 1.100 millones al año siguiente y a 800 millones en 1991, según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal).
Cuba vende en la actualidad 85 por ciento de su producción azucarera en el mercado libre, en condiciones en que subsisten sustanciales subsidios a la producción y el comercio del azúcar de remolacha de los países de la Unión Europea, precisó la Cepal.
Este país tiene capacidad instalada para producir 10 millones de toneladas de azúcar al año y en la década del 80 logró zafras de siete millones de toneladas anuales promedio. (FIN/IPS/pg/dm/if/02