(Arte y Cultura) CINE-FILIPINAS: La guerra olvidada

Un nuevo documental intenta desvelar los secretos de la olvidada guerra filipino-estadounidense, un sangriento conflicto que se prolongó de 1896 a 1913.

«Soy hija del colonizador y del colonizado, del opresor y del oprimido», dijo Camila Benolirao Riggers, una filipina de origen estadounidense, productora de la película «Memorias de una guerra olvidada».

Riggers nació y creció en la nororiental ciudad estadounidense de Pittsburgh. Llegó a Manila en 1997 para buscar las raíces de su familia e intentar comprender una guerra en la que Filipinas perdió 1,5 millones de soldados y terminó en poder de Estados Unidos tras cuatro siglos de colonización española.

Su abuelo integraba las fuerzas estadounidenses de ocupación y se casó con una filipina poco después de arribar a Manila.

Los fillipinos se lanzaron en 1896 a la guerra por su independencia, confiados en que Washington la aceptaría. Pero ignoraban que el comodoro estadounidense George Dewey había acordado en secreto con el gobierno español la compra del archipiélago por 30 millones de dólares.

Cuando las autoridades españolas se retiraron, los estadounidenses prohibieron a los rebeldes entrar en Manila y declararon su intención de colonizar el país. El entonces presidente William McKinley afirmó que la ocupación de Filipinas era parte del «destino manifiesto» de la nación norteamericana.

Estados Unidos considera que el conflicto terminó oficialmente en 1901, pero la guerrilla filipina continuó las hostilidades hasta 1913. Filipinas fue colonia estadounidense por más de medio siglo.

Muchos filipinos y estadounidenses lo ignoran todo de esa guerra, llamada por Riggers «la primera Vietnam».

El gobierno de Estados Unidos convenció a la opinión pública, con ayuda de la prensa, de que la resistencia hallada por sus tropas en el archipiélago fue una simple rebelión y los grupos filipinos colaboradores con Washington se aseguraron por años de que el conflicto fuera minimizado en los textos de historia.

Para la filmación de «Memorias de una guerra olvidada», Riggers contó con el talento de la joven cineasta Sari Lluch Dalena, graduada de la Universidad de Filipinas y ganadora de dos prestigiosos premios por su película experimental «Asong Simbahan» (Perro de iglesia).

Dalena admitió que nunca había hecho un documental, pero que se había sentido atraída por el proyecto de Riggers.

«Era su propia historia la que (Riggers) quería contar de una manera no tradicional. Queríamos una visión femenina. Por eso incluimos poesía, canciones y recuerdos. Fuimos a los lugares donde se cometieron las atrocidades», contó Dalena, perteneciente a una familia de artistas visuales muy famosa en Filipinas.

El resultado de este trabajo de cuatro años es una hermosa y atrapante película artística, que se diferencia claramente de los documentales clásicos, llenos de profusas entrevistas.

Este filme es una mezcla de fotografías históricas, imágenes secuenciadas, poesía en dialectos locales, narración y recreación de hechos en la localidad de Vigan, de la meridional provincia de Ilocos, donde se mantiene el ambiente colonial.

«Si la película hubiese sido realizada por un líder izquierdista para una audiencia radical, sería repudidada por ser otro caso de propaganda contra Estados Unidos», señaló Conrado de Quirós, columnista del Philippine Daily Inquirer.

Pero no es «antiestadounidense, ni siquiera antiimperialista», afirmó Dalena. «Es una película contra la guerra. Queríamos mostrar el dolor de la muerte. Queríamos que el público entendiera que saber la verdad ayuda a comprender el presente», añadió.

«El hecho de que se trate de un documental desde un punto de vista filipino-estadounidense ayuda a reforzar la intención, explícitamente señalada en el comienzo del filme, de que no se dirige sólo a los espectadores de Filipinas, sino también a los de Estados Unidos», observó De Quirós.

La película fue estrenada en la Universidad Carnegie Mellon de Pittsburgh, donde Riggers dirige el Departamento de Estudios de la Mujer, y será presentada el mes próximo en el Festival de Cine Asiático-Estadounidense, en Nueva York.

El objetivo de la producción es «remover el velo que cubre los ojos de Estados Unidos y hacerle ver a ese país que su política (en Filipinas) de 'asimilación benevolente' no fue tan benevolente después de todo», añadió el columnista.

Acaso el pasaje más impactante de este filme de una hora es el último, cuando se le pregunta a estadounidenses y filipinos qué recuerdan de la guerra. La mayoría confiensan ignorarla y otros demuestran tener informaciones erróneas.

«Los estadounidenses vinieron para educarnos», dijo una de los entrevistados, reflejando el pensamiento más común entre los jóvenes sobre el papel de Estados Unidos en la historia de Filipinas.

Pero la película también es blanco de críticas, en especial porque presenta a los filipinos como derrotados.

«Al principio nos desanimanos por esta reacción. Pero tuvimos que explicar que no queríamos mostrar a los filipinos victoriosos sólo porque gritaban 'larga vida a Katipunan», afirmó Dalena, en referencia al grupo guerrillero filipino que peleó contra los españoles y los estadounidenses.

«Creemos que es una victoria suficiente recordar la guerra tal como fue, no como la contaron otros. ¿No es una victoria saber finalmente lo que ocurrió?», se preguntó la directora. (FIN/IPS/tra-eng/ms/js/rp-ff/cr/02

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