La Comisión Europea, órgano ejecutivo de la Unión Europea (UE), adoptó este jueves un nuevo plan para revivir su debilitado sistema de certificación de productos ambientalmente sustentables.
El programa de etiquetado ecológico, que se aplica desde 1992, está destinado a alentar la producción con bajo impacto ambiental en los 15 estados miembros de la UE, así como en Islandia, Noruega y Liechtenstein.
El logotipo, una flor verde con el símbolo del euro en el centro y las 15 estrellas del bloque como pétalos, se asigna a los productos que cumplen con estrictas normas ambientales, «para probar su calidad ambiental superior» ante los consumidores.
El sistema está disponible para productores e importadores de bienes de consumo, con excepción de alimentos, bebidas y fármacos.
El mecanismo estableció criterios ecológicos para 17 grandes grupos de artículos, incluyendo textiles, zapatos deportivos, detergentes, bienes para el hogar, productos de papel, pinturas, barnices y mejoradores de suelos.
El nuevo programa se propone ampliar esos criterios a 30 grupos en los próximos tres años, una gama suficientemente amplia para atraer al comercio minorista, el sector fabricante y el público consumidor.
Varios cientos de bienes ya cuentan con la certificación de la flor en un mercado único de 370 millones de consumidores, que adquirieron en 2000 unos 17 millones de artículos etiquetados.
Noventa y tres empresas poseen la etiqueta, en 13 de los 18 países europeos participantes y en 12 de los 17 grupos de productos.
«Los consumidores merecen la mejor gestión ambiental y ésta es garantizada por la etiqueta ecológica. Los fabricantes y comerciantes deben prepararse para la creciente demanda por productos de más calidad», dijo la comisaria de Ambiente de la UE, Margot Wallstroem, al anunciar el plan que se prolongará hasta fin de 2004.
Sin embargo, la Comisión reconoció que, hasta ahora, el etiquetado ecológico resultó decepcionante, pues no logró la visibilidad necesaria en el mercado.
Si bien muchos consumidores están familiarizados con el atún «seguro para los delfines», las manzanas orgánicamente cultivadas o el café «del comercio justo», la flor de la UE no es aún bien conocida.
Algunos ambientalistas critican el consumismo en general, arguyen que el «consumismo verde» es una expresión contradictoria, y que el comercio verde hará poco para alcanzar los cambios económicos y sociales requeridos para proteger al planeta.
Las empresas, preocupadas por la competencia desleal, son renuentes a confiar en el cumplimiento de criterios ambientales específicos por un sistema de etiquetado internacional.
Al mismo tiempo, algunas compañías califican y etiquetan sus productos como «amigos del ambiente», generando una competencia desleal con aquellas que invierten tiempo y dinero para cumplir con las normas.
Por otra parte, la certificación ambiental puede ser considerado una barrera comercial indirecta, destinada a proteger los bienes de la UE o de sus socios comerciales, que gozan de tratamiento preferencial.
La compañía bananera estadounidense Chiquita Brand buscó crear su propia certificación ambiental en los años 90 para contrarrestar un potencial obstáculo de la UE, en respaldo de las importaciones de los países de Africa, Caribe y Pacífico, con los que mantiene un comercio preferencial.
En Europa coexisten varios sistemas de certificación ambiental, algunos privados, como el auspiciado en Suecia por el Sindicato de Trabajadores Administrativos, otros oficiales, como el sistema del Angel Azul, respaldado por la Agencia Alemana de Protección Ambiental.
Pero incluso en el caso de sistemas gubernamentales, la certificación ambiental no es legalmente obligatoria ni puede exigirse como requisito para ingresar a un mercado.
En efecto, la mayoría de los sistemas europeos de etiquetado ecológico se proponen cubrir un pequeño porcentaje de los productos de un mercado determinado.
El nuevo programa de la Comisión tiene como objetivo ampliar la penetración comercial y la promoción del logotipo, para incrementar la cantidad de productos etiquetados y cooperar con sistemas similares adoptados en los países miembro, sostuvo Wallstroem.
La comisaria procura poner más más énfasis en la coordinación con estrategias de mercadeo que llevan adelante organizaciones de consumidores y ambientalistas, sindicatos, industrias y pequeñas empresas en el ámbito del Consejo de Etiquetado Ecológico de la UE.
«La meta es que la eco-etiqueta sea un instrumento más efectivo y exitoso en el perfeccionamiento de la calidad ambiental de productos y servicios, en un consumo más sustentable y en un mejor uso de los recursos destinados por los países miembro», sostuvo la Comisión.
Las naciones donde el mecanismo funciona mejor son Dinamarca, España, Grecia e Italia, en que se vincula a campañas nacionales en una nueva área de la protección ambiental, conocida como políticas de producción integrada.
Estas políticas examinan el ciclo completo de un producto, desde la materia prima, la comercialización y el uso, hasta la disposición final como desecho, con el fin de acotar los impactos ambientales. (FIN/IPS/tra-eng/bk/sm/dc/en/02