La comunidad internacional prometió este martes en Tokio 4.500 millones de dólares para ayudar al devastado Afganistán a recuperarse de 23 años de guerra, a condición de que se inviertan donde más se precisan.
El primer ministro interino de Afganistán, Hamid Karzai, prometió a su vez impulsar a su país «hacia la democracia y la transparencia», y asegurar al pueblo «una nueva vida».
Tanto los participantes afganos como extranjeros, entre ellos el secretario de Estado estadounidense Colin Powell, el secretario general de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), Kofi Annan, y directores de agencias humanitarias, aplaudieron la ayuda brindada a uno de los países más pobres del mundo.
La conferencia de Tokio, copatrocinada por Japón, Estados Unidos, la Unión Europea y Arabia Saudita, contó con la participación de 61 países y 21 organizaciones humanitarias.
Más de 1.800 millones de dólares serán desembolsados este año, y 4.500 en los años siguientes.
Japón ofreció 500 millones de dólares en los primeros 30 meses, y Estados Unidos 300 millones el primer año.
La Unión Europea prometió cerca de 500 millones de dólares este año, y Arabia Saudita 220 millones en los próximos tres años.
Mientras, el Banco Mundial y el Banco Asiático de Desarrollo ofrecieron 500 millones de dólares cada uno en los próximos dos años y medio.
Pakistán, vecino de Afganistán, antiguo aliado del derrocado régimen Talibán y actual socio de Estados Unidos en la «guerra contra el terrorismo», prometió 100 millones para los próximos cinco años.
Pero más allá de discutir números, la conferencia destacó que el gobierno afgano debe destinar los fondos a construir una sociedad democrática e impedir que la corrupción desvíe el dinero hacia otros destinos.
Funcionarios afganos resaltaron que la ayuda debe llegar rápidamente porque su país precisa de todo, desde edificios para los organismos gubernamentales hasta escuelas, hospitales e infraestructura básica.
La ONU y algunas agencias donantes destacaron la necesidad de invertir fondos en la agricultura, el sistema financiero y la educación de las niñas, que estaba prohibida bajo el gobierno de Talibán.
Kabul debe cuidar que la ayuda recibida sea empleada con eficiencia, agregaron.
«Las promesas no son suficientes», dijo Chris Patten, comisario de Asuntos Exteriores de la Unión Europea. «Es fundamental implementar controles inmediatos».
Los donantes también subrayaron que Afganistán será el conductor de su propio proceso de desarrollo, como se decidió con la conferencia internacional de Bonn, el pasado diciembre.
Expertos en ayuda para el desarrollo señalaron que los fondos comprometidos se sitúan en la franja superior dentro de lo esperado.
El Banco Mundial y otras instituciones de desarrollo estimaron que Afganistán precisará 15.000 millones de dólares en la próxima década para su reconstrucción.
«Personalmente, estoy satisfecho por este muy buen comienzo. Tenemos un respiro de 12 meses para poner en marcha las cosas», expresó el presidente del Banco, James Wolfensohn.
Las discusiones a puertas cerradas se concentraron en las políticas de corto plazo necesarias para apuntalar la Autoridad Interina de Afganistán y establecer estructuras básicas en ese país.
Esta semana, los funcionarios gubernamentales recibieron su salario por primera vez en varios meses. Otras prioridades son el establecimiento de la maquinaria administrativa, la construcción de edificios para ministerios, escuelas y hospitales, y programas de capacitación de maestros y médicos.
La conferencia destacó la necesidad de reconstruir el sector agrícola, que es la base de la economía afgana.
Sadako Ogata, ex titular del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados, enviada de Japón para asuntos afganos y copresidenta de la conferencia, señaló que diversos aspectos de la reconstrucción van de la mano.
Por ejemplo, observó, aunque los derechos de las mujeres y las niñas son una prioridad en la agenda de desarrollo, no podrán promoverse sin construir primero infraestructura básica, dado que sólo 10 por ciento de la infraestructura del país es utilizable.
«Se creará un Ministerio de la Mujer», pero «primero se debe construir un edificio para el ministerio», dijo Ogata a la prensa.
La prolongada guerra dejó en Afganistán una sociedad destruida. Más de un cuarto de los 26 millones de habitantes dependen de la ayuda alimentaria para sobrevivir, la expectativa de vida es de apenas 44 años, y 70 por ciento de la población está desnutrida.
Además, 48 por ciento de los hombres y 78 por ciento de las mujeres son analfabetos, según cifras del Banco Mundial. En 1999, sólo un tercio de los niños varones estaban inscriptos en escuelas. (FIN/IPS/tra-en/sk-js/js/mlm/dv/02