La construcción todavía es una actividad de esencia local, ajena en gran parte al proceso de mundialización que se ha expandido hacia otras industrias, evaluó un estudio de la Oficina Internacional del Trabajo (OIT).
Los mercados de trabajo de la construcción, que ocupan a más de 110 millones de obreros en el mundo, continúan rigiéndose en buena medida por la legislación e instituciones locales.
La construcción aún no es un producto internacional. Por el contrario, es un servicio que en gran medida se proporciona de manera local, señala el informe que la OIT presentará en la reunión tripartita (gobiernos, obreros y empleadores) del sector, que se realizará del 10 al 15 de este mes en Ginebra.
Aunque hay contratistas internacionales, es pequeña su participación en el producto total mundial del sector, estimado en unos tres billones de dólares anuales, añade.
Las actividades de esos contratistas no revisten en general mucho interés para los consumidores en el mundo desarrollado, precisa el estudio.
La OIT interpreta que en la época de la mundialización, desde los países industrializados parten presiones, de consumidores, de expertos en ambiente y de otros grupos, que favorecen a los trabajadores del Sur.
La movilización de esos grupos contribuye a mejorar las condiciones de trabajo y el respeto de los derechos laborales de los distintos sectores en los países en desarrollo.
Sin embargo, en la industria de la construcción cabe esperar pocas presiones globales de ese tipo, previno Jill Wells, funcionaria de la OIT y responsable de la preparación del informe.
La experta agregó que los grupos ambientalistas ejercen presiones algunas veces sobre cuestiones relacionadas con proyectos de construcción, como las obras de grandes represas hidroeléctricas.
Pero lo que preocupa normalmente a esos grupos son los efectos sobre el ambiente local o las personas que son desplazadas por los proyectos, «y no quienes participan en el proceso de construcción», apunta la OIT.
A lo largo de la historia se ha prestado más atención a los que conciben los proyectos que a los trabajadores que los construyen, insistió.
La industria de la construcción, ante la ausencia de presiones externas originadas en el proceso de mundialización, debe buscar la solución de sus problemas en las áreas nacional y regional.
El hecho de que la construcción no sea un producto objeto de comercio internacional puede ser una ventaja, pues supone también que los mercados del sector quedan protegidos hasta cierto punto de las presiones de la competencia internacional.
El funcionamiento de la actividad en el estado de Kerala, en India, por ejemplo, demuestra que existe un margen de acción a nivel nacional y regional.
Kerala no es el más rico de los 25 estados y siete uniones territoriales de India, pero se encuentra más adelantado en la observancia de los derechos básicos y en la protección de los trabajadores de la construcción.
Los obreros de la construcción de Kerala pueden afiliarse libremente a los sindicatos, por lo cual es muy alta la adhesión, inclusive entre los trabajadores ocasionales y los temporarios.
Ese estado, donde todos los trabajadores están protegidos por regímenes de seguridad social, ha establecido comités de empresas de la construcción, que están administrados por organismos tripartitos.
La OIT deduce que el ejemplo de Kerala demuestra también la importancia del diálogo social para resolver los problemas de la industria y de sus trabajadores.
En el mercado mundial de la industria, la producción se concentra en los países de ingresos altos, con 77 por ciento, mientras que la distribución del empleo favorece a los países de ingresos bajos, con 74 por ciento.
Hasta 1965, casi 90 por ciento de la producción mundial correspondía a los países desarrollados, con economía de mercado y centralmente planificada.
Pero en 1998, los países en desarrollo habían duplicado con creces su participación, hasta alcanzar 23 por ciento.
El crecimiento más espectacular y prolongado en la producción y el empleo en la industria de la construcción durante los últimos dos o tres decenios se ha registrado en los países recientemente industrializados de Asia y América Latina.
En Malasia, los trabajadores de la construcción pasaron de 270.000 en 1980 a 746.000 en 1997 y su parte en la fuerza laboral se duplicó de 5,6 a 10,7 por ciento.
En Brasil, el número de empleos en la construcción aumentó de 781.000 en 1960 a 4.743.000 en 1997 y pasó de equivaler 3,4 a 6,6 por ciento de la fuera laboral.
La OIT concluye que cuanto más pobre y menos desarrollado es un país mayor puede ser la parte correspondiente de la construcción en la producción y el empleo. Se calcula que 16 por ciento de la población activa de India vive de la construcción.
Las relaciones de trabajo y la estructura de la industria de la construcción reflejan un gran cambio de orientación, verificado en los últimos 30 años, con la preminencia del empleo indirecto, donde los contratistas consiguen los trabajadores que necesitan a través de intermediarios.
Al mismo tiempo, se ha registrado un aumento importante de la proporción de la fuerza de trabajo empleada en empresas pequeñas o muy pequeñas.
La investigación de la OIT precisa que la construcción tiene la capacidad de «absorber a los excluidos». Esa industria proporciona empleo a los que tienen pocos estudios o calificaciones, muchos de ellos procedentes de las capas más pobres de la sociedad.
El trabajo en la construcción es desempeñado casi exclusivamente por hombres en la mayoría de los países. Sin embargo, las mujeres en Asia central tienen un papel importante, que consiste en realizar tareas no calificadas a cambio de un salario bajo.
La discriminación en los salarios contra las mujeres es generalizada. Una encuesta realizada en India demostró que ganaban entre 10 y 20 por ciento menos que los hombres por un trabajo similar. (FIN/IPS/pc/dm/lb pr/01