Sudáfrica puso fin a la diplomacia silenciosa que caracterizó su relación con Zimbabwe, al criticar a viva voz a su vecino por los daños que ocasiona su política económica a los países de Africa austral y por su difícil situación política.
El presidente de Sudáfrica, Thabo Mbeki, lanzó en tres oportunidades durante la última semana duros cuestionamientos a la situación política y económica en Zimbabwe, principal socio comercial de este país en la región.
Mbeki sostuvo que las elecciones presidenciales de marzo en Zimbabwe deberán ser libres y limpias, dijo que la Comunidad para el Desarrollo de Africa Austral (SADC) debe intervenir con urgencia, y señaló que la crisis que vive su vecino se debe al «programa económico errado» de las últimas dos décadas.
Sudáfrica había optado por la denominada «diplomacia silenciosa y constructiva» cuando la temperatura política aumentó en Zimbabwe con la reforma agraria, que asignó 95 por ciento de las tierras cultivables en manos de granjeros blancos a veteranos de guerra de independencia contra Gran Bretaña.
La canciller sudafricana Nkosazana Zuma había afirmado entonces que este estilo de diplomacia era una modalidad de relacionamiento intrínsecamente africana. «Si se incendia la casa de tu vecino, no abofeteas al niño que prendió el fuego. Los ayudas a apagarlo. Ese es el modo africano», explicó Zuma.
De acuerdo con esta óptica, las sanciones nunca serían parte de la estrategia exterior sudafricana, afirmó la ministra.
Mientras Gran Bretaña llamaba a sancionar a Zimbabwe y la opinión pública se alzaba contra la política del presidente Robert Mugabe, Mbeki propició la creación de comisiones en Harare con participación de expertos internacionales para analizar las posibilidades de recuperación económica del país.
Entre esas comisiones figura una para considerar la reforma agraria que cuenta con la participación de asesores del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).
Las comisiones discutieron a puertas cerradas y Sudáfrica no hizo declaraciones públicas sobre la crisis de Zimbabwe. Por el contrario, Mbeki y su gabinete defendieron a Mugabe, a pesar del impacto negativo de su política económica en Sudáfrica.
En 2001, el rand, la moneda sudafricana, perdió 25 por ciento de su valor y la inversión extranjera se redujo a casi nada. Aunque no todo se debe al contagio de Zimbabwe, los analistas destacan el impacto de la política económica del vecino.
El cambio de actitud le valió a Mbeki un ataque de Harare. El diario estatal Herald dijo en un editorial el lunes que «las presuntas declaraciones de Mbeki encajan con el plan de Gran Bretaña de formar una coalición mundial contra Zimbabwe».
Además, Herald afirmó que el presidente sudafricano su sumó a «un complot para derrocar al ZANU-PF», el Frente Patriótico de la Unión Nacional Africana de Zimbabwe, partido que conduce Mugabe. «Esa traición es difícil de digerir», agregó.
Aunque las declaraciones de Mbeki parezcan repentinas, existen señales de que el cambio de rumbo de Pretoria tiene algunos meses de maduración.
El ministro de Comercio, Alec Erwin, dijo dos meses atrás que «en el corto plazo la capacidad industrial de Zimbabwe estará destruida. La situación es devastadora para la gente común y los trabajadores».
El gobierno de Mbeki cree, según analistas, que no habrá planificación económica fructífera en Africa austral a menos que haya voluntad política para implementar esos planes, una voluntad política de la que, afirman, Zimbabwe carece.
Parte del cambio en la posición sudafricana es atribuida a la necesidad de estabiidad política para imponer en la comunidad internacional la Nueva Iniciativa Africana, un amplio programa de desarrollo continental creado por Mbeki y sus pares Abdulaziz Bouteflika, de Argelia, y Olusegun Obasanjo, de Nigeria.
Esta iniciativa, aprobada este año por la Organización para la Unidad Africana (OUA) y considerada el escalón para constituir una Unión Africana con un alcance económico y político similar a la Unión Europea, impone la meta de alcanzar un crecimiento económico anual de siete por ciento para el continente.
Los mandatarios manifestaron su deseo de que la Unión Africana tenga una moneda, un parlamento continental y un tribunal de justicia comunes para los 54 países. La Nueva Iniciativa Africana propone a los países industrializados profundizar la condonación de deudas y la ayuda para el desarrollo.
«Los gobiernos se incluyen o excluyen de la Nueva Iniciativa Africana de acuerdo con su conducta», dijo una alta fuente del gobierno de Sudáfrica en relación con Zimbabwe. (FIN/IPS/tra- en/fk/sm/lp-mj/ip if//01