La humanidad aprendió, en las últimas dos décadas, algunas lecciones acerca de la prevención del sida. Una de ellas es que esta pandemia está conducida por los hombres.
El VIH se transmite principalmente a través del sexo entre hombres y mujeres. Sin embargo, los hombres tienen más parejas sexuales que las mujeres y tienden a controlar la frecuencia y la forma en que mantienen relaciones.
Además, las mujeres son fisiológicamente más susceptibles frente al virus. Por estas razones, es el comportamiento de los hombres el que determina cuán rápidamente, y a quién, se transmite el VIH.
Este comportamiento está fuertemente influenciado por las percepciones sobre la masculinidad. La mayoría de culturas espera que los hombres sean sexualmente activos, con frecuencia con más de una pareja.
Las actitudes frente al riesgo hacen que muchos hombres rechacen los preservativos por «poco masculinos», o que consideren las enfermedades de transmisión sexual como un mero inconveniente. Las mismas actitudes llevan a otros a probar y a volverse adictos a las drogas inyectables.
En todo el mundo, los conceptos de masculinidad están cambiando. Sin embargo, se espera que los hombres sean fuertes, que sean los principales proveedores de alimento y de techo para sus familias y que se defiendan a sí mismos, a los suyos y a sus sociedades de los agresores.
Tradicionalmente son los hombres, no las mujeres, los que corren riesgos, ya sea peleando batallas, escalando montañas, corriendo carreras de autos o inyectándose drogas.
Las ideas de «qué hace a un hombre» varían. En algunas sociedades, un hombre puede ser afeminado a los ojos occidentales, pero es muy viril si ha cumplido con sus deberes para con la comunidad, al casarse y tener hijos.
En contraste, en la misma sociedad se dice que un soltero «todavía no es un hombre», aunque puede ser muy masculino en términos occidentales.
En algunas culturas, como en gran parte de América Latina, un hombre que penetra a otro todavía es considerado viril. Pero cuando un hombre es penetrado, casi siempre es estigmatizado como afeminado, excepto en unas pocas sociedades como la de los keraki de Nueva Guinea, donde los niños «se convierten en hombres» mediante relaciones anales receptivas.
Los hombres que mantienen relaciones sexuales con otros hombres corren un riesgo particular. La discriminación y la hostilidad en muchas sociedades inducen a los hombres a ser reacios a admitir su comportamiento.
Y aunque el sexo entre hombres ocurre en todas las sociedades, muchos gobiernos ignoran la necesidad de proteger a los hombres que tienen sexo con hombres y a sus parejas mujeres.
No todo hombre está expuesto a contraer o transmitir el VIH. En todo el mundo, tal vez no más de uno cada cuatro hombres se pone en peligro a sí mismo y a sus parejas masculinas o femeninas. Pero esa cifra aún representa a cientos de millones de hombres.
Ese comportamiento no significa que los hombres son «responsables» de la pandemia de sida. Los hombres también corren riesgos, ya que no pueden transmitir el virus a otros a menos que lo contraigan ellos primero.
Aunque algunos actúen de manera irresponsable a sabiendas, circunstancias sociales y físicas impiden que muchos otros puedan protegerse. Algunos hombres, incluso adolescentes, transexuales y travestis, así como otros más pobres o física o psicológicamente más débiles, son particularmente vulnerables.
Las mujeres han sido el blanco de muchos programas de prevención del VIH/sida. Y aunque muchos han jugado un papel importante en la toma de conciencia sobre la enfermedad, son insuficientes: las mujeres no pueden protegerse a menos que los hombres hagan lo mismo.
La pregunta es: ¿puede el hombre ser persuadido de cambiar y le permitirán los conceptos de masculinidad ser responsable? Puede ocurrir que se necesiten cambios más profundos en la sociedad antes de que la pandemia del sida pueda ser contenida.
Muchos hombres asumen que la solución para prevenir el VIH puede encontrarse en las estructuras y valores sociales ya existentes.
Eso puede ser cierto, pero la continua expansión de la pandemia sugiere que el drástico avance necesario para combatir el VIH dependerá de cambios radicales en esas estructuras y valores, especialmente con respecto al papel de hombres y mujeres. (Foreman es director del Programa de Sida del Instituto Panos.) (FIN/PANOS/mf/mj/he/01)
(*) Con la colaboración de la Organización Panamericana de la Salud (OPS) y el Programa Conjunto de las Naciones Unidas sobre el VIH/Sida (Onusida