La edad promedio de la población de Brasil subió de 21,7 años en 1991 a 24,4 en 2000, mientras que los hogares encabezados por mujeres pasaron de 18,1 a 24,9 por ciento, según nuevos datos del censo divulgados este miércoles.
Los nuevos detalles recogidos en el censo realizado el año pasado indican que 11,2 millones de mujeres son responsables de mantener a su familia, 30 por ciento de las cuales tienen más de 60 años.
«Es lamentable y preocupante» ese aumento de hogares «femeninos», porque comprenden hijos que fueron «sencillamente abandonados por sus padres», dijo a IPS la economista Hildete Pereira de Melo, de la Universidad Federal Fluminense.
Pereira de Melo explicó que ese dato indica la disolución de los lazos entre los hombres y sus hijos, un «pérdida de responsabilidad paterna» que representa una sobrecarga femenina.
Añadió que es un factor de pobreza, ya que esas familias se concentran en las capas de menor ingreso, aunque la clase media no escapa a esta realidad.
Estadísticas de 1999 mostraban que la mitad de las mujeres graduadas en la enseñanza superior vivían solas, y más de 26 por ciento de ellas eran «jefes» de familia, superando el promedio nacional, destacó.
El censo nacional de 2000 reveló que 14,2 por ciento de los niños de hasta seis años de edad viven en hogares encabezados por mujeres, mientras que en 1991 sólo estaban en esa situación 10,5 por ciento.
Pero el aumento fue explosivo en la región sudeste del país, la más industrializada, al llegar a de 64 por ciento los niños de familias encabezadas por mujeres.
Eso se explica por «el mercado de trabajo más dinámico», permitiendo una mayor incorporación de trabajadoras. «El mundo rural es masculino y el urbano es femenino», resumió la economista, autora de varios estudios sobre la participación de las mujeres en la economía.
Por su parte, el presidente del Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE), Sergio Besserman, señaló que la desaparición del padre, por emigración o separación, también muestra un dato «positivo, que es la emancipación, la conquista de independencia por parte de la mujer».
Por otra parte, los datos recogidos por el IBGE entre agosto y octubre de 2000, y cuyo procesamiento debe proseguir hasta 2003, confirman el rápido envejecimiento de la población brasileña.
El penúltimo censo, realizado en 1991, señaló que había 13,9 ancianos por cada cien niños de hasta 15 años. En cambio, los datos recogidos el año pasado indicaron que la proporción de los mayores de 65 años se elevó a 19,77.
La edad mediana de la población, otro indicador de la tendencia, es la que separa la mitad más joven de la mitad más vieja de los brasileños.
Ahora es necesario reunir todos los jóvenes de hasta 24,2 años para alcanzar la mitad de la población brasileña, cuando hace una década alcanzaba con los menores de 21,7 años.
Ese aumento de la edad media tendrá fuertes efectos económicos en el futuro, ya que aumenta el número de jubilados respecto de los que siguen activos en el trabajo, presionando el sistema de seguridad social, que ya presenta un abultado déficit.
Brasil todavía presenta una situación demográfica que favorece el desarrollo social. Ahora hay 54,93 niños y ancianos para cada grupo de 100 personas en edad activa, indicador que era de 65 por ciento en 1991. Son factores potenciales que se frustran por la desocupación y el estancamiento económico.
Los datos divulgados este miércoles señalan avances en muchas áreas, como educación y saneamiento básico, «pero aún falta mucho» para alcanzar un nivel de país desarrollado, admitió Besserman.
El promedio del ingreso real de los responsables de hogares aumentó 41,9 por ciento de 1991 a 2000, según el IBGE.
Sin embargo, persisten las enormes desigualdades, como es el caso de sudeste, donde los jefes de hogares ganan más del doble que los del nordeste.
El analfabetismo retrocedió, pero afecta a 12,8 por ciento de los brasileños mayores de 10 años y a 13,6 por ciento entre los que tienen más de 15 años. Con la escolarización de practicamente toda la población infantil, ese indicador tiende a cero, aunque más lentamente que lo deseado, según Besserman.
Pero la situación actual sigue grave, porque las estadísticas indicaron que hay ocho millones de jefes de familias analfabetos, sumando hombres y mujeres.
En cuanto al saneamiento básico, los avances tampoco ablandan la insuficiencia. Los domicilios con agua tratada ya suman 77,8 por ciento, pero los servidos de alcantarillado o fosas sépticas para el desagüe se limitan a 62,2 por ciento.
De los 44,8 millones de domicilios brasileños, 7,5 millones no tienen baño y 3,7 millones no cuentan con instalaciones sanitarias. (FIN/IPS/mo/dm/pr/01