/Perspectivas 2002/ CUBA: La huida hacia el norte

La emigración sigue siendo en Cuba una alternativa para quienes buscan mejorar su nivel de vida, el propósito que ha reemplazado al descontento político como razón fundamental para abandonar el país.

«Mi tío se fue en los años 60 porque decidió que no quería vivir bajo un régimen comunista. Yo sólo quiero solucionar mis problemas económicos y ayudar a mi familia desde allá», dijo un hombre apostado en las cercanías de la Oficina de Intereses de Estados Unidos en Cuba.

Estados Unidos concentra el mayor número de emigrantes de origen cubano. Según el censo estadounidense de 2000, hay 1,3 millones de cubanos en ese país y los funcionarios consulares en La Habana suelen atender más de 400 solicitudes de visa por día.

«No es fácil obtenerla (la visa), por eso no le doy mi nombre. Mire, prefiero no hablar con la prensa y menos aquí», agregó el hombre, de unos 35 años, que esperaba su turno para entrar en la Oficina de Intereses de Estados Unidos.

Unos 130.000 cubanos residen en América Latina, 37.000 en Europa y 1.000 en el resto del mundo, de acuerdo con el Centro de Estudios de Migraciones Internacionales, adscrito a la Universidad de La Habana.

Para investigadores de esa institución, la condición de la isla de país de emigrantes «entraña retos importantes para el presente siglo en los órdenes individual, social y nacional».

«Se corre el peligro de una erosión etárea, de género, profesional y técnica de importancia para el futuro del país», advirtió Antonio Aja, en un estudio divulgado por la revista teórica Temas.

La población cubana, de casi 11,2 millones de personas, crece a ritmo lento, con baja tasa de fecundidad y mortalidad, así como una marcada tendencia al envejecimiento, lo cual contrasta con el alto número de personas que desean emigrar.

Cálculos relativos al periodo 1995-1999 identificaron un potencial migratorio entre 490.000 y 800.000 personas, un dato que concuerda con el número de participantes en los sorteos de visas para residir en Estados Unidos.

Fuentes estadounidenses indican que en 1995 hubo 190.000 inscriptos para participar de ese sorteo, conocido popularmente como «bombo». Al año siguiente ascendió a 400.000 y en 1999 a casi 800.000 aspirantes a visado para establecerse en Estados Unidos.

Aja señaló, en tanto, que en el actual potencial migratorio cubano hay un alto número de profesionales y técnicos y predominan las personas menores de 40 años, de raza blanca y sexo masculino.

La recesión de los años 90, tras la desaparición del campo socialista de Europa oriental y principalmente de la Unión Soviética, acentuó el predominio de los elementos económicos en las motivaciones del emigrado.

A juicio de Aja, esas razones actúan en combinación con factores de orden político y de otros, como la reunificación familiar y la desconfianza en el proyecto social de la revolución para superar la crisis.

Los acuerdos firmados por Cuba y Estados Unidos en 1994 y 1995 para asegurar un flujo migratorio ordenado y seguro no han logrado frenar la emigración clandestina, una aventura que en algunos casos ha terminado en la muerte.

Los convenios comprometen a Washington a conceder unas 20.000 visas anuales a emigrantes cubanos. Pero esa cantidad no basta para atender la demanda y muchas personas buscan otras opciones.

El Servicio de Guardacostas de Estados Unidos registró el ingreso de 2.352 cubanos indocumentados entre el 1 de octubre de 2000 y el 30 de septiembre de 2001. Mientras, sólo 777 fueron interceptados y devueltos a la isla.

El gobierno de Cuba acusa a Washington de estimular la emigración irregular con la llamada ley de Ajuste Cubano, de 1996, que otorga permiso de radicación y de trabajo a todo cubano que llegue a territorio estadounidense, aunque se trate de ciudadanos que normalmente no recibirían una visa de ingreso.

Para autoridades estadounidenses, en cambio, la emigración clandestina obedece a la decisión de ciudadanos cubanos de residir en un país «libre», donde se respetan los derechos humanos, y al «fracaso» de la política económica del gobierno de Castro.

Esa divergencia de opiniones, que se manifiesta invariablemente en las conversaciones que cada seis meses sostienen representantes de las dos partes para revisar el estado de los acuerdos, continuará gravitando en los asuntos migratorios bilaterales.

En efecto, Washington ha dejado en claro que no tiene intenciones de derogar la ley de Ajuste, fuertemente defendida por los sectores del exilio cubano en Miami adversos a Castro.

Por su parte, medios oficiales cubanos han pronosticado «inevitables restricciones» para 2002, ante un crecimiento menor de lo esperado de la actividad económica. Las autoridades mencionan, como causas, la recesión mundial y las secuelas del huracán Michelle, de este año.

El huracán afectó a ocho provincias cubanas en las cuales vive 53 por ciento de la población y su impacto fue calificado por las autoridades como «el peor desastre natural» de los últimos 50 años en el país. (FIN/IPS/pg/ff/pr/01

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