El giro de la política exterior estadounidense tras los atentados del 11 de septiembre sacó el conflicto interno de Colombia de sus fronteras, y la guerrilla, los paramilitares y los narcotraficantes pasaron a inquietar a la comunidad internacional.
Estados Unidos había seguido con atención, hasta el ataque terrorista en Nueva York y Washington, los intentos del gobierno colombiano de Andrés Pastrana y de las guerrillas izquierdistas de buscar una salida política a la guerra civil, con la premisa de que se trataba de un asunto interno de este país.
Sin embargo, la guerra contra el terrorismo declarada por el presidente estadounidense, George W. Bush, tuvo su repercusión en Colombia, al poner a los insurgentes y a los paramilitares de derecha en la misma mira que el saudita Osama Bin Laden, el líder de Al Qaeda acusado de perpetrar los atentados de septiembre.
La embajadora de Washington en Bogotá, Anne Patterson, declaró a fines de octubre que su país pedirá la extradición de guerrilleros y paramilitares de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) vinculados al narcotráfico.
Patterson comparó a las rebeldes Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) con los terroristas de Al Qaeda, que tenían su base en Afganistán, devastado por las operaciones militares iniciadas el 7 de octubre por Estados Unidos y Gran Bretaña.
Las FARC constituyen la guerrilla con más cantidad de combatientes en el país, seguida del Ejército de Liberación Nacional (ELN).
La FARC, el ELN y las AUC fueron puestas por Estados Unidos en una lista de 30 organizaciones calificadas de terroristas y, por tanto, posible blanco militar el próximo año, por ser «enemigos de la humanidad».
Marco Romero, de la organización no gubernamental Paz Colombia, dijo a IPS que las declaraciones de Patterson podían interpretarse como el anuncio de que Washington aumentará las exigencias a Pastrana para que tenga éxito en el combate contra los grupos armados ilegales.
Los pocos resultados que Estados Unidos ha obtenido en su propósito de capturar a los responsables de los atentados del 11 de septiembre lo llevará a aumentar su presión sobre blancos más fáciles y visibles como son la guerrilla y los paramilitares colombianos, opinó.
Por su parte, Carlos Jaramillo, ex consejero presidencial de paz, entiende que los comandos suicidas que estallaron los aviones de pasajeros contra el World Trade Center de Nueva York y el Pentágono (Departamento de Defensa) «le dieron un giro a la historia y le pusieron término al conflicto armado en Colombia».
Jaramillo añadió que las FARC y el ELN, señalados por Estados Unidos tan peligrosos como los comandos de Bin Laden, no podrán evitar ser blanco en determinado momento de «la alianza antiterrorista internacional».
En ese contexto, Jaramillo considera que el único camino que le queda a esas organizaciones es «una negociación breve y con resultados, en la que habrá que respetar el Derecho Internacional Humanitario desde el mismo momento en que se inicie el proceso».
A su vez, Alejo Vargas, de la estatal Universidad Nacional, entiende que los atentados de septiembre cambiaron la óptima de Estados Unidos respecto de Colombia.
La principal preocupación de Washington hasta ese momento, respecto del conflicto armado colombiano, era el problema de los cultivos de drogas y su presunta utilización para financiar la actividad guerrillera.
Por eso, la prioridad era la lucha contra el narcotráfico y la erradicación de las plantaciones ilícitas, motivo por el cual había aprobado una asistencia de 1.300 millones de dólares para el denominado Plan Colombia, antidrogas y de desarrollo, implementado por Pastrana.
Vargas apuntó que ahora la prioridad estadounidense de desplazó del narcotráfico al terrorismo y, geográficamente, de la cordillera de los Andes americanos a Asia central.
Sin embargo, a mediano plazo, «lo previsible es que Washington vuelva su mirada a los Andes, pero ya no sólo centrada en el narcotráfico sino en su vinculación con los grupos guerrilleros que se mueven en la zona. (FIN/IPS/yf/dm/ip/01